La Razón (Levante)

¿Sabemos pedir perdón?

- José Aguado Ulises Fuente Esther S. Sieteigles­ias Javier Ors

LaLa semana pasada, sin ir más lejos, Angela Merkel pidió perdón. Lo hizo públicamen­te, previo reconocimi­ento de una mala decisión por su parte. Lo hizo ante las cámaras y se la pudo escuchar en todos los informativ­os de país. Dijo que se había equivocado al endurecer unas medidas durante la Semana Santa (planteaba un confinamie­nto total) y que se trataba de un error. De su error. Aquí, la noticia pasó desapercib­ida, como un fenómeno paranormal de esos que no se comprenden, esas informacio­nes que suenan a actualidad del Cáucaso y que se desvanecen desvanecen en el ciberespac­io. Imagino que desafiaba a nuestra lógica y costumbres, a la tradición local: yo no soy capaz de recordar cuándo ha sido la última vez que algún político ha perdido perdón en España. Lo hizo el Emérito, sin duda para tapar mayores desmanes («spanish style»), y recibió más parodias que reconocimi­ento. Y mira que han sido turbulenta­s las últimas décadas de la política nacional, pero ni los nacionalis­tas, ni los conservado­res, ni los progresist­as han asumido ninguna culpa, reconocido errores. Creo que no hay precedente­s, pero me encantaría que me corrigiera­n.

En España, país cristiano, no pedimos perdón. Preferimos encallarno­s (callarnos) como un carguero de cientos de miles de toneladas, cortando el tráfico del canal de Suez si hace falta, con tal de no disculparn­os, de no dar nuestro brazo a torcer. Aquí me atravieso y los demás que se aguanten. Porque, en todo caso, las culpas son de los demás. Ustedes y yo somos malos reconocien­do nuestros errores, no vayan a decirme que no. Piden perdón antes los futbolista­s a su afición por un lance del juego (precisamen­te el supuesto en el que el perdón no hay que pedirlo) que un político condenado en firme por los tribunales o por la unanimidad de la opinión pública. En todo caso, nos disculpamo­s al estilo Telecinco: es decir, cuando sacamos beneficio de ese perdón y cuando, mientras con una mano entonamos el mea culpa, con la otra hurgamos en todas las heridas y removemos las miserias del fondo del albañal. Precisamen­te esas mismas acusacione­s que durante años se han lanzado desde la cadena y que exigían, se ve, una disculpa millonaria. Qué manera tan curiosa de buscar la redención.

No veo a nadie en España capaz de parecerse a Merkel. «Este error es mío y solo mío», dijo. «Lo lamento profundame­nte y pido perdón a los ciudadanos». Lo escribo por aquí para que vean lo raro que nos suena. Por cierto que la Canciller alemana pedía disculpas por endurecer el confinamie­nto pero quizá no debía pedirlas, a la vista de lo que estamos presencian­do en nuestras calles... y de sus consecuenc­ias en las próximas dos semanas.

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Angela Merkel, canciller de Alemania
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