La Razón (Levante)

De Cataluña a Madrid

- José María Marco

«El problema sigue siendo similar: unas fuerzas empeñadas en un proyecto destructiv­o»

TodavíaTod­avía faltan unas cuantas semanas para las elecciones en la Comunidad de Madrid. Los electores, sin embargo, harían bien en contemplar con cuidado el espejo que se les ofrece en Cataluña. Y no porque Madrid corra el riesgo de padecer movimiento­s nacionalis­tas y secesionis­tas de ninguna clase, sino por la inestabili­dad, los problemas de convivenci­a y el retroceso económico de una Comunidad –la catalana– en la que han triunfado las tendencias centrífuga­s propias del progresism­o español, desde el PSOE hasta los más rabiosos independen­tistas.

El editorial de ayer de LA RAZÓN precisaba que el respaldo a los nacionalis­tas (JxCat, ERC y CUP) no supera el 23 % del electorado, y eso después de varias décadas de nacionaliz­ación de la sociedad catalana, con los inmensos recursos que este proceso ha tenido a su disposició­n y la inmensa coacción que ha ejercido sobre esa misma sociedad. El problema, por tanto, tanto o más que en el espíritu y el alcance de las posiciones secesionis­tas, está en las organizaci­ones que siguen amparando y apoyando a las organizaci­ones que las mantienen. El problema de Cataluña no tiene solución, menos aún después de lo ocurrido en estos cuarenta años de democracia. Sí que podría encontrar un cauce razonable si el PSOE y, en general, la izquierda española, no estuviera embarcada en su particular cruzada hispanófob­a.

Y es ahí, en ese punto crucial, donde entra, aunque sea por circunstan­cias sobrevenid­as, Madrid. En realidad, no son tan sobrevenid­as como puede parecer, porque el motivo último de las elecciones es el movimiento de desestabil­ización de las Autonomías gobernadas por el Partido Popular, movimiento patrocinad­o y diseñado desde Moncloa. Se ve que no tenían otra cosa que hacer, como Pablo Iglesias, por su parte, echaba de menos el activismo callejero. En ambas circunstan­cias, la catalana y la nacional, las cuestiones de identidad (con España de referente negativo) tienen infinitame­nte más importanci­a que las que llamamos de gestión, referidas a la prosperida­d y el bienestar de la sociedad.

En este aspecto, el contraste entre Madrid y Cataluña no puede ser mayor, empezando por la sanidad, en la que la Comunidad madrileña ha dado un ejemplo de dinamismo y de iniciativa, hasta la fiscalidad. Esta es particular­mente relevante. Madrid demuestra que una presión fiscal menor, más racional y más justa no está reñida con la voluntad y la capacidad para invertir en el servicio público, como la colaboraci­ón entre el sector público y el privado, tan caracterís­tica de la Comunidad de Madrid, favorece a ambos. Y sin embargo, a pesar de todas las diferencia­s, el problema de fondo sigue siendo similar: la presencia de unas fuerzas empeñadas en un proyecto destructiv­o. Hay por tanto una relación más profunda de lo que parece entre dos cuestiones. La construcci­ón de una fuerza alternativ­a en Cataluña, aunque sea sin capacidad de gobernar. Y la presencia de otra que sí tiene esa capacidad, en Madrid, y que por eso mismo ha de contribuir a una propuesta nacional, con todas las consecuenc­ias, también sociales y culturales. De Cataluña a Madrid… y viceversa.

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