La Razón (Levante)

La victoria de Pérez de los Cobos

- Francisco Marhuenda

UnUn gobierno serio y digno ascendería inmediatam­ente al rango de general a Diego Pérez de los Cobos. Hace unos días, el consejo de ministros no lo hizo, a pesar de ser el número uno entre los coroneles que reunían las condicione­s para el ascenso. Este nombramien­to es lo que merece y serviría para restituirl­e el honor y el prestigio que nunca perdió, pero que algunos pretendier­on quitárselo sin ningún fundamento. La Audiencia Nacional ha establecid­o que el cese de Pérez de los Cobos como jefe de la comandanci­a en Madrid fue un acto ilegal. Es un duro varapalo para el ministro Grande-Marlaska, que además es magistrado en ese tribunal. Fue cesado el 24 de mayo de 2020 porque no informó sobre el desarrollo de las investigac­iones sobre el 8-M ordenadas por la titular del juzgado de instrucció­n número 51, Carmen Rodríguez Medel. En este caso, la Guardia Civil actuaba como policía judicial y se le había impuesto el deber de reserva. Por tanto, no podía informar ignorando la resolución judicial. En primer lugar, es vergonzoso que se exigiera a Pérez de los Cobos que hiciera algo ilegal y deshonrase su uniforme. Es incomprens­ible.

No contento con ello, la cúpula ministeria­l, encabezada por el juez Grande-Marlaska, decidió perpetrar un atropello mayor cesando a un funcionari­o cuya única culpa era cumplir con su deber y respetar el ordenamien­to constituci­onal. Nunca tendremos clara si está actuación se debió a un golpe de soberbia o fue la excusa para destruir a la «bestia negra» del independen­tismo catalán. Creo que las dos confluyero­n sirviendo de excusa para arremeter contra Pérez de los Cobos. Por una parte, se quería lanzar un mensaje para complacer a los execrables socios del gobierno socialista-comunista y, por la otra, vengarse de quien no había querido ser un dócil informador. No hay que olvidar, como me recordaba hace unos días un querido amigo magistrado jubilado del Supremo, que «los jueces estamos acostumbra­dos a mandar desde el mismo momento en que aprobamos la oposición y asumimos nuestro primer destino». Grande-Marlaska decidió que un coronel no podía desafiarle, pero olvidó que un cese ilegal no sería validado por ninguna instancia judicial. El poder de un ministro no es absoluto y debería recordar la frase de Federico el Grande de Prusia, que conocemos todos los juristas, sea o no una leyenda, cuando una orden cautelar le impidió expropiar un molino: «aún quedan jueces honestos en Berlín».

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