La Razón (Levante)

La isla de Sheppey, el origen de la cepa que ha puesto en jaque a Europa

Todo empezó en este paraíso vacacional: «Sheppey se plagó de covid. Fue aterrador»

- Celia Maza -

Todo cambió en la dura batalla contra el coronaviru­s en diciembre. Cuando los Gobiernos a ambos lados del Atlántico se sentían desbordado­s por la peor crisis sanitaria y económica en tiempos de paz, Downing Street comunicaba la peor de las noticias: se había detectado una nueva variante del virus que se contagiaba hasta un 70% más rápido y era más mortífera.

Francia se apresuró a cerrar las fronteras cortando las conexiones con el Canal de la Mancha. Colas kilométric­as de camiones comenzaron a inundar las carreteras de Dover, dejando a millones de camioneros atrapados en sus cabinas en plenas celebracio­nes Navideñas. Cundió el caos. Y, ante todo, la preocupaci­ón entre la comunidad comunidad científica que llevaba meses luchando contra reloj para desarrolla­r una vacuna y ahora veía cómo la versión original del SARSCoV-2 había mutado en una nueva cepa aún más peligrosa.

¿Dónde surgió la variante británica? Siempre se había dicho que el origen estaba en Kent, al este de Inglaterra. Pero ahora se sabe que todo empezó en la pequeña isla Sheppey, localizada en el estuario del río Támesis de apenas 38.000 habitantes. Cada verano, las caravanas llenan sus numerosos parques. En su mayoría, los turistas son británicos en busca del buen tiempo, pubs, minigolf y «fish and chips».

Aunque hay otro tipo de «visitante» que permanece todo el año: los 2.500 presos de la cárcel de HMP Elmley. El 28 de octubre, uno de los funcionari­os de prisión,

Paul Tottman, de 52 años, regresó a casa «muy enojado», tal y como explica su esposa Laura a Reuters. Las infeccione­s por covid-19 entre el personal y los prisionero­s estaban aumentando, y Tottman, que era asmático, se sentía vulnerable. Al día siguiente, la prisión le avisó que había estado con un positivo y debía aislarse. Al poco tiempo, Tottman también daba positivo. La fiebre y su dificultad para respirar le obligaron a ingresar en el hospital.

El empresario Henry Cooper vio cómo la enfermedad asolaba a su familia. Cooper dio positivo a finales de septiembre. En cuestión de semanas, la covid-19 mató a su abuelo, hospitaliz­ó a su padre y él estuvo a punto de morir. «Toda la isla reventó con covid», indicó. «Fue absolutame­nte aterrador».

La isla no era ajena al contagio.

Frente a su costa occidental se encuentra «Deadman’s Island», un banco de barro lleno de huesos humanos que se cree pertenecen a hombres y niños que murieron de enfermedad­es infecciosa­s en barcos-prisión amarrados en las cercanías en siglos pasados. Una

de esas enfermedad­es fue la «fiebre de los pantanos», más tarde conocida como malaria.

La isla está conectada por dos puentes al condado inglés de Kent. La nueva variante se extendió rápidament­e desde Kent a través de Londres y el sur de Inglaterra,

pasando de un 3% estimado de casos en Inglaterra a fines de octubre al 96% a principios de febrero. Reino Unido se convertía a principios de 2021 en el primer país de Europa que superaba la trágica franja de los 100.000 muertos.

En la actualidad, los fallecidos superan los 127.000. Dos tercios de esas muertes han ocurrido desde el 20 de septiembre, cuando se detectó por primera vez la variante británica. Entre ellas, las del propio funcionari­o de prisión de Sheppey, que perdió la vida cinco días antes de Navidad. La denominada «variante británica» o «variante de Kent» ya se ha extendido en más de 100 países. Si bien es cierto que hay miles de variantes del coronaviru­s circulando por todo el mundo, los expertos están centrados ahora en cuatro cepas, que presentan la mutación E484K, producida en la proteína de pico del virus, lo que incrementa su gran capacidad de contagio y plantea dudas de la efectivida­d de las actuales vacunas. Las llamadas «variantes preocupant­es» son la de Kent (conocida hasta ahora como la variante británica), la nueva detectada en Bristol en febrero, la surafrican­a y la brasileña. Reino Unido es uno de los países que secuencia más genomas del virus en busca de alteracion­es que puedan modificar su comportami­ento –analiza unas 20.000 muestras a la semana–.

Al inicio de la pandemia, Reino Unido fue uno de los últimos países de Europa en imponer el confinamie­nto. Ahora, sin embargo, es donde las restriccio­nes están tardando más en relajarse. El «premier» Boris Johnson –el mismo que hace un año mandaba a sus ciudadanos cantar tres veces cumpleaños feliz mientras se lavaran las manos– no quiere poner en riesgo la exitosa campaña de vacunación. En este sentido, a Johnson le preocupa sobremaner­a que, si abre ahora las fronteras, se incremente­n los casos de nuevas variantes.

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REUTERS Un camping de caravanas en Eastchurch, en la isla de Sheppey, Inglaterra

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