Jueves Santo bajo mínimos en el Vaticano
El Papa preside la Misa Crismal a puerta cerrada exigiendo a los sacerdotes que no se entretengan en «controversisas moralistas»
La Semana Santa de este año no es exactamente como la anterior, pero se le parece. El Papa tampoco pudo celebrar esta vez el tradicional lavado de pies de Jueves Santo, para el que normalmente se ha desplazado a cárceles de Roma. Francisco tenía la agenda despejada en la tarde de ayer, pero las medidas sanitarias y los achaques de ciática que padece aconsejaban no salir de casa. Queda un extenso calendario de eventos hasta el domingo, por lo que los médicos recomiendan reposo.
Por la mañana, lo que sí volvió al Vaticano fue la misa Crismal, después de que en 2020 la pandemia obligara a aplazarla. Todos los ritos quedarán reducidos a la mínima expresión, con un número muy limitado de asistentes y sin abandonar San Pedro. La máxima ya no es sólo evitar aglomeraciones, sino cumplir con las restricciones italianas, que mantienen al país prácticamente confinado. Así, Francisco presidió la homilía en la cátedra de San Pedro, un lugar más reducido que el altar central. Consagró el crisma, bendijo los Santos Óleos y renovó las promesas sacerdotales, sacerdotales, como es tradición. En la liturgia no había más que unas 300 personas, protegidas con mascarillas, entre los que había cardenales y religiosos mayoritariamente de la diócesis de Roma. Se abrió así un nuevo Triduo Pascual en pandemia, donde no faltarán los ritos, aunque se celebren de otra forma.
La misa estuvo centrada en la persecución que sufrió Jesucristo antes de morir en la cruz, como símbolo final de todas las ofensas. Aunque en su homilía, como es habitual, el Papa trajo las reflexiones a nuestros días. «Nosotros no nos escandalizamos porque no se escandalizó Jesús al tener que sanar enfermos y liberar prisioneros en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien», dijo. En su mensaje había un recado para los curas, ya que en este rito se conmemora la institución del sacramento del orden sacerdotal por Jesucristo durante la Última Cena. La misa Crismal está dedicada a la renovación de los votos de pobreza, castidad y obediencia.
La cruz estuvo siempre presente en su mensaje. «No depende de las circunstancias. Las grandes y pequeñas cruces de la humanidad –por decirlo de algún modo– nuestras cruces, no dependen de las circunstancias», clamó el Pontífice. Y prosiguió, ejemplificando cómo Jesús se abrazó a la cruz, como un símbolo de fe. «¿Por qué Jesús abrazó la pasión entera, abrazó la traición y el abandono de sus amigos ya desde la última cena, aceptó la detención ilegal, el juicio sumario, la sentencia desmedida, la maldad innecesaria de las bofetadas y los escupitajos gratuitos? Si lo circunstancial afectara el poder salvador de la cruz, el Señor no habría abrazado todo. Pero cuando fue su hora, Él abrazó la cruz entera. ¡Porque en la cruz no hay ambigüedad! La cruz no se negocia», concluyó.
Francisco ha aprendido a adoptar las últimas modas gramaticales sin abandonar un lenguaje pedagógico, cercano, pastoral. Así, recordó cómo cuando Jescucristo comenzó a predicar el Evangelio, todos se preguntaron: «¿Y éste quién es?». La frase, dijo Francisco, «se viralizó insidiosamente». Pero, a diferencia de otras modas, ese anuncio nació para quedarse. «El Evangelio siempre está ligado al abrazo de alguna cruz concreta. La luz mansa de la palabra genera claridad en los corazones bien dispuestos, y confusión y rechazo en los que no lo están», aseguró.
En un momento de su homilía citó a San Ignacio de Loyola y pidió perdón por hacer «publicidad de la familia», ya que San Ignacio es el fundador de los jesuitas, congregación a la que pertenece el Papa. Aunque su momento más íntimo lo dejó para el final, cuando recordó cómo una monja a la que confesó, le ofreció una valiosa enseñanza. Al final de la confesión, Bergoglio le pidió que rezara por él, como hace habitualmente ante los fieles desde la plaza de San Pedro. «Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque, se la dará a su modo divino», le respondió la religiosa después de un largo silencio. «Esto me hizo mucho bien, sentir que el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo
A la liturgia no asistieron más de 300 personas, protegidas con mascarillas, y religiosos mayoritariamente de Roma
«Las grandes y pequeñas cruces de la humanidad, nuestras cruces, no dependen de las circunstancias», dijo el Papa
hace a su modo divino. Este modo implica la cruz. No por masoquismo, sino por amor, por amor hasta el final», reflexionó Francisco.
Fue el acto central de un día que concluyó con la misa de la Cena del Señor, que no estuvo presidida por el Papa, sino por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio cardenalicio. La eucaristía, dijo el purpurado, «es una luz para reconocer el rostro de Cristo en el rostro de nuestros hermanos, especialmente de los más heridos y necesitados », evocando las palabras del Papa en las que conmemoró la institución del sacerdocio durante la Última Cena. No hubo tiempo para más celebraciones. Quedan aún tres días de Semana Santa y la consigna, al igual que el año pasado, es celebrarla en familia.