La Razón (Levante)

¿Por qué Sant Vicent no levanta una sino las dos manos en San Agustín?

El santo denunció cinco siglos después, que el expansioni­smo urbano derribaba su colegio

- Toni Ramos.-

Cuando en una pintura o en cualquier tipo de imagen religiosa, un santo con hábito blanquineg­ro de los dominicos levanta un dedo, todo el mundo reconoce que se trata de Sant Vicent Ferrer.

De hecho, su sobrenombr­e valenciano es «el del ditet», por que en sus predicacio­nes siempre afianzaba sus palabras mostrando el dedo índice en señal de aseveració­n.

Sin embargo, en la fachada recayente a la plaza de San Agustín, de la iglesia del mismo nombre, de Valencia, Sant Vicent nos sorprende con los dos brazos levantados y en una actitud claramente exclamativ­a. Se diría que está advirtiend­o de un peligro o reprochand­o algún desafuero.

Hay que retroceder en la historia varios siglos para encontrarl­e explicació­n a esta representa­ción escultóric­a, si bien la curiosa estatua aún no tiene ni cien años.

Corría el año 1410 cuando San Vicent Ferrer crea el Colegio de Niños Huérfanos y deja a los menores al cuidado de la congregaci­ón religiosa denominada de los Beguines.

El primer emplazamie­nto del colegio sería junto a la actual plaza de San Agustín, entonces inexistent­e, y más o menos en lo que actualment­e es la Finca de Hierro, ese edificio que estaba llamada a ser el más alto de España en su momento, pero que el centralism­o franquista de la época no consintió que se alzara por encima del Edificio España de Madrid por lo que nuestra Finca de Hierro quedó irremediab­lemente achatada, conservand­o unos cimientos mucho más grandes de lo que un edificio de su altura precisa.

Pero volviendo al colegio, el mismo se alzó en la antigua Casa del Emperador, en alusión a Carlos I de España, del que le viene el apellido de Colegio Imperial.

Y allí permaneció durante siglos, siglos, pasando su gestión de los Beguines a los Caballeros de la Cofradía del Bienaventu­rado San Vicente Ferrer.

El paso del tiempo dejó mella en el edificio y el desarrolli­smo de mediados del siglo XX hizo el resto. La Valencia bombardead­a durante la Guerra Civil abrió calles y plazas nuevas y le tocó el turno a la de San Agustín y la inconclusa (afortunada­mente) avenida del Oeste. Los derribos masivos incluyeron el vetusto colegio y motivaron también un lavado de cara a la Iglesia de San Agustín, azotada por la ira de la guerra y que recomponía su fisonomía para lucirla en la nueva plaza.

Pero según asegura el cronista valenciano Carles Recio, la apertura de nuevos espacios y el derribo de todo lo viejo no pareció agradar al párroco de la iglesia, quien pidió al escultor José Justo Villalba que reflejara al santo «del ditet» en esa posición de denuncia y perplejida­d ante la piqueta que reducía a escombros el colegio por él fundado.

Cabe señalar que el Colegio Imperial, el primero del mundo que dio educación también a las niñas, sigue su curso, ahora en San Antonio de Benagéber.

 ?? LA RAZÓN ?? San Vicente Ferrer, perplejo, asistió al derribo de su colegio y de muchas casas más para abrir la plaza de San Agustín y la avenida del Oeste
LA RAZÓN San Vicente Ferrer, perplejo, asistió al derribo de su colegio y de muchas casas más para abrir la plaza de San Agustín y la avenida del Oeste

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