Mujer blanca, soltera y veterinaria busca un cambio de vida
La francesa Julie Manoukian expone, desde la ternura, el contraste entre el campo y la ciudad
Desde que el cine se levantó como espectáculo itinerante bajo la forma de un entretenimiento más parecido al circo que a las teorías artísticas, el contraste entre la ciudad y el campo siempre fue una piedra de toque en lo temático. Ejemplos de ello son «Raíces profundas» con Jack Palance o «Malas tierras», de Terrence Malick, más graves e impostadas que los ejemplos patrios de «Amanece que no es poco» o la siempre reivindicable «La ciudad no es para mí», con Martínez Soria.
La Francia «desfasada»
Del mismo modo, en esa comedia ligera que a veces juega a ser drama pero que siempre se disfruta entre sonrisas tiernas, se inserta «Una veterinaria en la Borgoña», película francesa dirigida por la debutante Julie Manoukian y que protagonizan Noémie Schmidt y Clovis Cornillac. En ella, nos damos de bruces con la vida parisina de una graduada que, entre mensajes confusos, deja en el aire un brillante futuro como investiy investiy acaba haciéndose cargo del puesto de veterinaria que queda vacante en la región francesa del título, al menos, durante el verano. Cuestionada en su nuevo puesto por ser mujer, joven y forastera, la protagonista tendrá que lidiar también con esa desconexión que aquí encerramos en el cajón de la España «vaciada» y en Francia es «desfase»: «Rodando, los vecinos nos hablaban de temas como el de internet, porque les es imposible
muchas veces tener una conexión en condiciones. Quizá, en lo más práctico, la pandemia no sea mala para el campo, porque mucha gente que ahora está teletrabajando
ciedad, la película de Manoukian vira inteligentemente hacia la crítica velada en clave de feminismo: «No sé exactamente qué imagen se puede tener del machismo en Francia, pero la realidad es que todavía es un problema. Contamos con lo peor del norte en cuanto a la violencia y toda esa ‘‘sexualización’’ gratuita que se asocia a los países mediterráneos. Queda mucho por hacer», denuncia.
La mezcla de géneros en la película, capaz de moverse con soltura y sin ridículo entre un hospital de caracoles y la altísima tasa de suicidios entre los veterinarios, según Manoukian, viene de su forma de ver la vida: «Tengo una necesidad vital de expresarme y de lidiar así con los problemas, sin paternalismos». Antes de despedirse, como francesa en Madrid que es coyunturalmente para promocionar la película, la directora opina sobre el cierre total de la cultura en su país: «Estamos perdidos y es normal que muchos miren a Madrid, porque es como pasar por una puerta mágica. El cielo y la tierra», remata.
teletrabajando vuelve a su pueblo y demanda unas mejores condiciones de vida», explica la directora a LA RAZÓN. Más allá del contraste urbanita, explotado hasta la sagadora