La Razón (Levante)

Madrid le corta la coleta

- Antonio Martín Beaumont

Va a tener algo de «justicia poética» que ese Madrid abierto y generoso que prestó a Iglesias sus plazas para levantar su discurso populista vaya a ser quien le enseñe la salida: del «sí se puede» de 2014 al vapuleo en las urnas de 2021. La caída ha sido veloz. El líder de Podemos conecta ya con muy pocos. Le rodea la izquierda más «bukanera». La mayoría de los que nutrieron sus filas ha ignorado su discurso guerracivi­lista y el último numerito que montó para mantener su estatus y ese estilo de nuevo rico que inauguró al mudarse junto a Irene Montero al chalet de Galapagar. No quería convertirs­e en un diputado «botonero» en la Asamblea para mantener su nómina, así que no tiene otra más que dar la estampida rumbo al proyecto que le ofrece Jaume Roures. A ambos siempre les ha unido la entrega al independen­tismo y una especial habilidad para hacer del espectácul­o leninista una buena manera de llenarse los bolsillos.

La amplísima mayoría obtenida por Ayuso, nutrida en parte por votantes de una izquierda razonable abochornad­a por sus dirigentes, convierte a Iglesias en un cadáver político. Con total naturalida­d, sin complejos, la presidenta le ha dado la batalla ideológica. Y le ha derrotado.

Más Madrid aglutina ahora a la mayor parte de los antiguos votantes del secretario general de Podemos, hartos de su proyecto caudillist­a. Íñigo Errejón y Mónica García han vengado a su larga lista de purgados, que estarán pensando que el fracaso de su antiguo amigo «se veía venir». La derrota de Iglesias pone al descubiert­o su bagaje, escaso en lo político pero rentable en lo personal. Su gestión de las residencia­s como «mando único» fue de una negligenci­a dolosa. Y, entre agit-prop y demagogia, poco aportó desde el Gobierno a la calidad de vida de la «gente» que decía representa­r. Pero sale de la élite pública con las alforjas llenas. Él sí ha asaltado los cielos, aunque bajo sus pies deja una España enfrentada por su discurso envenenado. Ese que los madrileños, alejados de los extremismo­s, han rechazado.

Podemos ha acabado siendo una secta sostenida sobre un grupúsculo de palmeros que han sobrevivid­oacostaded­eciramén al jefe. Los principios que Iglesias dijo defender los fue soltando por el camino, al ritmo de su conversión en burgués. Los votos han doblegado su rumbo, repleto de purgas, hipocresía, odio y sectarismo. La democracia madrileña le ha cortado la coleta.

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