La Razón (Levante)

Madrid: cuna y tumba política

El líder encadena fracasos desde 2016 y cede el liderazgo a Yolanda Díaz de un Podemos en caída libre

- Rocío Esteban-Madrid

Pablo Iglesias enterró ayer siete años de carrera política. El resultado de este 4-M confirma que su ciclo político se ha acabado. Él mismo era consciente en estos últimos días de su tiempo de descuento –asumiendo que su figura «está desgastada» –que llega tras una sangría electoral continúa desde 2016. El resultado de ayer certifica la desconexió­n a ese aire artificial con el que su partido sobrevive intermiten­temente, a pesar de su entrada en el Gobierno en 2020, el cual es su mayor logro. Una estancia que no ha rentabiliz­ado y con la que no ha puesto freno la caída libre en la que se ha sumido su partido.

Así, en un penúltimo balance, Iglesias trató hace un mes de tejer un plan de contingenc­ia para silenciar las llamadas de dimisión que ya llegan desde hace tiempo desde el sector crítico al cuartel general morado. Sabía la dirección dirección estatal de Podemos que si la marca desaparecí­a en Madrid, pedirían la cabeza de Iglesias como máximo responsabl­e. Su salto a la política madrileña se entendió como un salvavidas, tanto propio como para el partido. Era la última «bala» de un político en el emplazamie­nto que todos lo vieron nacer; Madrid. Volvió a la capital en 2021 siete años después de crecer (políticame­nte) en la Puerta del Sol, al calor de un 15-M cuyos ideólogos hoy se desvincula­n totalmente del partido. Es el lugar donde más cómodo se encuentra el ex vicepresid­ente, lejos de las responsabi­lidades de Gobierno, volviendo a recorrer los barrios del sur, sudadera y micrófono en mano arengando a los madrileños al grito de «¡que vienen los fascistas!», esos que en palabras del alcalde de Madrid «saben gobernar». Es por ello que los datos de ayer fueron más dolorosos todavía; en 2015, Podemos arrasó en la capital con 27 escaños y el 18,64% de los votos. En 2019, se quedó con 7 escaños y el 5,6% del electorado. Hoy el «efecto Iglesias» queda en entredicho al atraer a menos de 300.000 votantes.

En Madrid consume Iglesias su última carta antes de ceder el liderazgo a la vicepresid­encia Yolanda Díaz –en quien confía el revulsivo de Unidas Podemos– dejando un partido en plena decadencia electoral y con una implantaci­ón territoria­l bajo el alambre. Hay dos momentos en su historia política que fundamenta­n su caída. De ser tercera fuerza política en 2015 a quedarse perpetuada como cuarta en el Congreso tras el 10-N y retrodecie­ndo dos puntos en las encuestas. En clave autonómica sus resultados le acercan al fantasma de la IU de 1991, perdiendo de 2015 a 2019 casi un millón de votos en los territorio­s.

Son seis procesos electorale­s a los que Iglesias se ha enfrentado en siete años y los que han contribuid­o a extremar el culto al líder dentro de Podemos debido a la falta de liderazgo – hasta ahora– dentro de la formación. Todos se han saldado con el desgaste del candidato. Fue en 2014 cuando Podemos irrumpió con cinco eu- roparlamen­tarios en Europa, once si sumamos a IU. Cinco años después reduciría a la mitad su presencia en Europa; 6 diputados –ya con

IU– y 2,2 millones de votos. Su primera gran cita electoral a nivel nacional sería en 2015. La puesta de largo de Iglesias, donde llegaría –sin IU– a aglutinar al 20,7% del electorado y 69 diputados. 5,1 millones de votos, 3,3 millones más que en las elecciones municipale­s y autonómica­s de ese mismo año, cuando obtuvo 1,7 millones de votos y 400.000 más que en su primer examen europeo (1,2 millones)

En 2016 se quedó a escasos 400.000 votos de sus deseos de dar el sorpasso al PSOE. En alianza electoral ya con IU sumaron solo dos escaños más y el 21,2% del electorado, pero perdieron un millón de votos. Su «no» a Sánchez supuso la primera grieta en el partido; la división entre pablistas y errejoista­s y que en 2019 desembocar­ía con el portazo de Íñigo Errejón con su salida a Más Madrid, primero a nivel comunitari­o y después a nivel nacional. En abril de 2019 llegaría la primera cita que pondría a prueba su consolidac­ión como líder político y que se saldaría con 1,3 millones menos de votos y una pérdida de 29 escaños en el Congreso, pasando de tercera a cuarta fuerza política. Su sangría en escaños vino precipitad­a por la falta de implantaci­ónencomuni­dadescomo Andalucía, Cataluña, Extremadur­a, Castilla y león, Castilla-La Mancha, Cantabria y La Rioja. A pesar de ello, trató de hacer valer sus 42 escaños ofreciendo sin éxito a Sánchez el primer gobierno de coalición.

Las siguientes elecciones autonómica­s, un mes después de las generales vendrían a confirmar la caída libre de Podemos. Se dejaron casi un millón de votos respecto a 2015 borrándose de Castilla-La Mancha y Cantabria y restando su representa­ción en otras nueve comunidade­s. Tras el batacazo, las elecciones generales del 10-N dejarían al partido todavía más debilitado. A pesar de ello, con tres millones de votos y 35 escaños logró entrar en la Moncloa como socio minoritari­o del PSOE. Una decisión que acabó de dividir al partido saldándose con la salida en tromba de los anticapita­listas de Podemos.

A pesar de que el partido creía haber rentabiliz­ado su entrada en el Gobierno, en julio de 2020 se cumplirían los peores pronóstico­s. País Vasco y Galicia fueron el mejor ejemplo de la falta de implantaci­ón de un parido presidenci­alista que hasta ahora solo se entiende si se liga a la imagen de su líder. Ese error, por él mismo reconocido, que hoy quiere enmendar para salvar la marca con su marcha. Podemos pasó de ser segunda fuerza en Galicia con 14 escaños a quedarse fuera del mapa, mientras que en País Vasco se dejaba seis asientos en el parlamento autonómico. Hoy con diez escaños bajo su liderazgo, confirma su última debacle.

El ex vicepresid­ente, que arrasó en 2015, se jubila dejando a su partido como cuarto en el Congreso y último en Madrid

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain