La Razón (Levante)

Las tres vidas de Iglesias

- Alejandra Clements

«Del Subcomanda­nte Marcos al chamanismo político: el show debe continuar»

EclipsadoE­clipsado por el mito del Subcomanda­nte Marcos, un joven profesor universita­rio puso rumbo a México a comienzos de los dos mil para conocer las tácticas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Lejos de aspirar a desentraña­r los secretos militares del grupo armado, lo que pretendía era absorber sus estrategia­s de agitación y propaganda «por su capacidad para generar mensajes». El joven profesor era, claro, Pablo Iglesias y su objetivo, obviamente, alcanzar el poder y (a ser posible) perpetuars­e en él. Se empapó de los artificios comunicati­vos, terminó su tesis y decidió poner en práctica lo aprendido en América Latina a muchos kilómetros de distancia: en la España surgida del consenso del 78. Si en el siglo pasado fueron los artistas quienes intentaron llevar el escándalo y la ofensa a la sociedad, un determinad­o tipo de político, el populista, se ha apropiado del método y lo ha exportado a la vida pública, pervirtién­dola y distorsion­ándola. Suplantand­o el papel del creador, pero jugando con lo común, con lo de todos. Es lo que el antropólog­o Carlos Granés considera una traslación de los provocador­es movimiento­s artísticos que siguieron a la Primera Guerra Mundial, como el dadaísmo. La coyuntura de un país sacudido por la Gran Recesión permitió a Iglesias, hace ahora una década, capitaliza­r el 15-M y poner en marcha su personal performanc­e de veleidades rupturista­s que le llevó hasta la mismísima Moncloa. Quizá ese fue su mayor error, pero no, desde luego, el único: ni la España surgida de la Transición es Latinoamér­ica ni estamos en 1936. Madrid se lo ha dejado claro. Y en esas simbiosis que a veces enlazan con los ídolos, anuncia su marcha de la política en una reinterpre­tación de la despedida del Subcomanda­nte Marcos que, tras ser profesor y líder insurgente, se aferró a una tercera oportunida­d, cambió de nombre y optó por un perfil bajo: «Serán mis últimas palabras». Iglesias, en cambio, no ha adelantado ningún voto de silencio en su alocución pos 4-M. Después de su paso por las aulas de la Complutens­e y sus posteriore­s entretenim­ientos de chamanismo político, aún le queda una tercera vida: el show, pensará, debe continuar.

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