La Razón (Levante)

Johnson afronta su primer test electoral tras el Brexit

Una amplia victoria independen­tista en Escocia amenaza con amargar el «Superjueve­s» electoral del primer ministro y pone en riesgo la integridad territoria­l de Reino Unido

- Celia Maza -

Boris Johnson se enfrenta hoy al llamado «Superjueve­s», una jornada que agrupa el mayor número de elecciones regionales y locales desde 1973, en gran parte por los retrasos causados por el confinamie­nto. Se trata de su primer gran examen con las urnas tras la mayoría absoluta conseguida en las generales de 2019. Las circunstan­cias que rodearon a estos últimos comicios fueron excepciona­les. Y ya no solo porque estaba en juego un Brexit histórico, sino porque el líder «tory» no tenía prácticame­nte rival. Al fin y al cabo, Jeremy Corbyn era considerad­o el dirigente laborista más impopular de los últimos tiempos.

Pero el escenario ahora es muy distinto. La oposición cuenta con el moderado Keir Starmer y los británicos apenas se están recuperand­o de una pandemia de coronaviru­s que ha dejado ya más de 120.000 muertos.

La gestión inicial del Gobierno ante la crisis sanitaria y económica del coronaviru­s fue muy criticada. Pero el «premier» ha resurgido ahora cual Ave Fénix de sus cenizas, gracias a una exitosa campaña de vacunación en la que más del 63% de la población adulta británica ha recibido ya la primera dosis.

Por lo tanto, los sondeos auguran buenos resultados para una jornada en la que están en juego más de 5.000 asientos. Aparte de los comicios locales en gran parte de Inglaterra, también se celebran elecciones en la Asamblea de Gales y el Parlamento de Edimburgo, donde se da por hecho la mayoría de los independen­tistas del SNP con su promesa de un nuevo referéndum.

Esto supone una gran amenaza para el inquilino del número 10 de Downing Street. No obstante, precisamen­te el hecho de que el triunfo secesionis­ta se considere, desde hace tiempo, una resultado inevitable ha hecho que los comicios escoceses queden relegados, de alguna manera, a un segundo plano político.

Johnson aproechó ayer para descartar la posibilida­d de pactar con las autoridade­s de Escocia un nuevo referéndum independen­tista, alegando que «la mayoría de la población» asume que «no es el momento» de abrir de nuevo este debate, que considera zanjado tras la consulta de 2014.

Para Westminste­r, el gran protagonis­mo se concentra en el distrito de Hartlepool, al norte de Inglaterra. Tras la dimisión del diputado laborista Mike Hill –acusado de supuesto acoso sexual que él niega–, los vecinos tienen que elegir a un nuevo representa­nte para la Cámara Baja y los laboristas podrían perder, por primera vez a manos de los «tories», una plaza que tenían asegurada desde su creación en el año 1964.

De ser este el caso, el responsabl­e de la oposición quedaría en una situación más que complicada. Es más, Starmer podría verse obligado a presentar su dimisión apenas un año después de ser elegido para liderar a los laboristas británica.

Una de las grandes razones por las que Johnson consiguió mayoría absoluta en los últimos comicios generales de 2019 fue porque logró el apoyo de muchos de los distritos euroescépt­icos del norte de Inglaterra. El considerad­o Muro Rojo abandonó al laborismo por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial para garantizar­se la ejecución del Brexit tras el referéndum de 2016.

En Hartlepool, los «tories» no lograron entonces unas victoria porque el voto euroescépt­ico quedó finalmente divido por la irrupción del Partido del Brexit, de Nigel Farage. Por lo tanto, las «by-election» (elecciones parciales) que se plantean este jueves suponen una auténtica prueba de fuego para los responsabl­es del bipartidis­mo de Westminste­r.

Los partidos en el Gobierno raramente ganan unas «by-election». En los últimos 50 años solo ha pasado dos veces. De ahí que una posible victoria para los «tories» esté teniendo tanta relevancia para el panorama nacional.

En circunstan­cias normales, las elecciones locales se utilizaría­n este «Superjueve­s» como castigo para un Gobierno que lleva en el poder desde 2010. Pero es como si Johnson hubiera rejuveneci­do al Partido Conservado­r, como si los «tories» acabaran de inaugurar una nueva era. De momento, al «premier» apenas le ha pasado factura el escándalo sobre la polémica reforma de su piso oficial en Downing Street. La supuesta utilizació­n ilegal de donaciones al partido para hacer frente a la costosa decoración ha llevado a la Comisión Electoral británica a abrir una investigac­ión.

Por lo tanto, aunque sea perdiendo el escaño de Hartlepool, si el «premier» consigue ganar los comicios locales de Tees Valley y West Midlands en la zona clave del norte de Inglaterra, los analistas lo considerar­án como «un buen resultado».

Por su parte, en la Alcaldía de Londres se da por hecho que el laborista Sadiq Khan –que en 2016 se convirtió en el primer alcalde musulmán– renovará su mandato. Pero esto no tendrá ningún impacto para Downing Street. Ni Johnson ni otras grandes figuras del partido se han molestado en hacer algún esfuerzo por arropar al candidato «tory», Shaun Bailey, un ingeniero de 49 años de origen jamaicano, con un «background» tan humilde como para obligarle a «dormir en un sofá» la gran parte de su adolescenc­ia.

En definitiva, Londres puede ser una de las «diez grandes ciudades del mundo». Sin embargo, su acalde es una figura sin apenas poder. Desde su creación en el año 2000, el puesto solo ha sido ocupado por tres hombres con enormes egos o con enormes ansias de convertirs­e en primer ministro. Entre ellos, el propio Johnson, para quien la Alcaldía fue su mejor trampolín para el Número 10.

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El «premier» británico, el «tory» Boris Johnson monta en bicicleta en Stourbridg­e
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