Yair Lapid, ante el reto de formar gobierno en Israel
Tras el fracaso de Netanyahu, el presidente Rivlin encarga al líder centrista la complicada tarea de armar un nuevo ejecutivo
En la medianoche del martes expiró el margen otorgado a Benjamín Netanyahu para intentar formar coalición tras vencer los comicios de marzo, pero en el sector «anti-Bibi» todavía no descorcharon las botellas de champán. La compleja aritmética política israelí, sumida en el bloqueo –con cuatro rondas electorales y sin gobierno estable desde noviembre de 2018– no garantiza que quien reciba ahora el mandato del presidente Reuven Rivlin afronte un escenario plácido. Desde la retaguardia, se prevé que el Likud jugará todas sus cartas para torpedear la consolidación de la «coalición del cambio».
Tras expirar el turno de Bibi, ayer Rivlin convocó en la residencia oficial al centrista Yair Lapid (Yesh Atid), que quedó en segundo lugar en las elecciones; y al derechista Naftali Bennet (Yamina), que con apenas siete diputados se ha erigido en árbitro imprescindible para gobernar. Ahora, el gran hándicap será poner de acuerdo a una amplia amalgama de facciones –derecha dura pro-asentamientos, izquierda pacifista, socialdemócratas, liberales o árabes islamistas–, que se verán obligados a renunciar a su agenda ideológica en pro del objetivo compartido de relevar a Netanyahu.
También tendrán que ceder los «egos»: tanto Lapid como Bennet solicitaron recibir el encargo de intentar conformar la coalición. Pero de entrada, el líder centrista ya ha recibido las primeras confirmaciones de apoyo por parte de Benny Gantz (Azul y Blanco), Gideon Sa’ar (Tikvá Jadashá) y Avigdor Liberman (Israel Beitenu). Además, Yesh Atid ya cuenta con los apoyos naturales de las facciones izquierdistas Avodá y Meretz, a los que se sumó también la Lista Árabe Unificada. Ahora, todos los esfuerzos se centran en persuadir a Mansour Abbas, líder del islamista Ra’am, que con sus cuatro escaños puede ser un actor crucial para desbloquear la crisis. De entrada, ya logró un logro significativo: legitimar a las candidaturas árabes como actores legítimos en los futuros gobiernos del estado judío.
Abbas reconoció esta semana que está en contacto casi diario con Lapid, y destacó que los constantes cantos de sirena que le llegaron –incluso de Bibi y sus aliados de extrema derecha–, le sirven para «presentar nuestros postulados y refutar el mito de que apoyamos el terrorismo». Por ahora, Ra’am no ha confirmado a quien recomendará ante el presidente,
El líder de Yesh Atid, segunda fuerza con 17 escaños, tiene 28 días para intentar obtener el apoyo de 61 diputados
Los islamistas de Ra’am pueden ser cruciales para desbloquear la crisis política en la que lleva el país sumido desde 2018
pero ya insinuaron que su deseo es ver a Lapid y Bennet en el mismo bando. «Colaboraremos positivamente con quien reciba el encargo», aclararon ayer los islamistas.
En una última intentona por tratar de convencer al líder de Yamina, Netanyahu le ofreció un acuerdo de rotación in extremis el lunes, en que ofrecía a Bennet ejercer como «premier» durante el primer año de acuerdo. Pero visto el fracasado precedente del gobierno de rotación que firmaron Netanyahu y Gantz, la propuesta no cuajó. Desde la cuenta de Twitter del Likud, condenaron que «dado el rechazo de Bennet a comprometerse con un gobierno derechista, que seguramente hubiera propulsado más apoyos en la Knesset, Netanyahu se vio obligado a devolver el mandato al presidente». Por ello, la formación de Bibi, el «Sionismo Religioso» y las facciones ultraortodoxas pidieron ayer mismo que el presidente devuelva el mandato al Parlamento –escenario en que cualquier diputado que sume 61 apoyos podría erigirse como «premier»–, lo que a la práctica supondría un reiterado colapso y la más que posible convocatoria de las quintas elecciones.
Para Arthur Lenk, ex embajador de Israel en múltiples países, el líder del Likud «está en pleno modo trumpista. Sin límites a las amenazas, división y quemarlo todo. ¿Cómo es posible que un hombre que declaró que Israel es su misión vital, actúe ahora para destruir la democracia israelí?».
«Los próximos días supondrán un examen para Bennet. Desde el bloque del cambio remarcan que es una difícil decisión a nivel psicológico y político, pero cuando lo acepte, el proceso de formar gobierno será rápido, ya que hay escasas diferencias respecto a las bases de gobierno y reparto de ministerios», apuntó ayer Jonathan Lis, cronista de «Haaretz».
Sectores de Yamina le recuerdan a su líder que apoyar a Lapid supondrá quebrantar su promesa electoral de «no gobernar junto a la izquierda». Ello conllevaría, por ejemplo, cooperar con Meretz, que no se opone a la decisión del Tribunal Penal Internacional de investigar presuntos crímenes de guerra cometidos por Israel en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. Lapid cerró la jornada con 56 apoyos asegurados, por lo que le siguen faltando cinco para erigirse como el nuevo primer ministro del estado judío.