78.000 años El enterramiento más antiguo del ser humano
Los huesos hallados por un equipo de paleontólogos en Kenia pudieron pertenecer a un niño de unos tres años de edad
Los huesos pertenecen a un niño de entre 2,5 y 3 años de edad, yaciente en posición semiflexionada en una estrecha cavidad poco profunda a la entrada de una gruta. Son de un Homo sapiens de hace unos 78.000 años. Nada excepcional. Sin embargo, su hallazgo se ha convertido en una de las noticias paleontológicas más destacadas de los últimos años y merecido su publicación en la revista «Nature». Y es que los restos de este niño ahora desenterrados en Kenia pueden ser la muestra más antigua jamás descubierta de un enterramiento humano, de la acción deliberada de los hombres de inhumar a sus muertos en el continente africano.
A pesar de que la cuna de la humanidad está en África y de que en ese continente se han descubierto los restos de los ancestros más lejanos de nuestra especie, hasta ahora no había sido fácil hallar allí un ejemplo tan antiguo de un enterramiento. Así que nuestro conocimiento sobre esta práctica es relativamente pequeño. De ahí que estos huesos de las excavaciones de Panga ya Saidi (Kenia) pertenecientes a la Edad de Piedra Intermedia hayan sido recibidos con alborozo entre los paleoantropólogos.
Dientes infantiles
Algunos fragmentos del cuerpo del menor se descubrieron en las excavaciones de 2014, pero fue en 2017 cuando afloró la pequeña fosa que contenía la mayor parte de los huesos. Se trataba de una oquedad circular con una gran densidad de restos óseos agrupados. El estado de conservación era tan pobre que ha sido necesario un largo proceso de estabilización y modelación para analizarlos. Parte del trabajo de estudio se realizó en los laboratorios del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana en Burgos. En el primer proceso de excavación y análisis se determinó a partir de dos de los dientes hallados que se trataba de restos humanos. El trabajo realizado en Burgos confirmó que eran dientes de un niño de entre 2,5 y 3 años al que se ha llamado Mtoto (niño en swahili). Pero las mejores sorpresas llegaron después. Según María Martinón Torres, del centro de investigación español, «las articulaciones de la columna vertebral y las costillas estaban increíblemente bien conservadas». Eso permitió observar observar con claridad la curvatura de la caja torácica que sugiere que había permanecido en esa posición tras ser enterrado y que la descomposición del cadáver tuvo lugar de manera inalterada en la misma posición en la que fue depositado. La postura parecía indicar un depósito deliberado del cuerpo tras la muerte, no se trataba de una caída accidental, un enterramiento súbito o simplemente de un cadáver arrojado sin más.
Además, los análisis microscópicos de los huesos y el entorno de la fosa confirmaron que el cadáver había sido tapado en el mismo momento de su enterramiento. Al reconstruir la posible postura original, se ha descubierto que yacía tumbado sobre la derecha, con la rodillas encogidas hacia el pecho y que el cuello reposó sobre una suerte de almohada desaparecida. Todo resulta coherente con un enterramiento cuidadoso y culturalmente establecido quizá como parte un rito funerario comunitario. No todos los comportamientos funerarios dejan una huella arqueológica fácil de seguir. La importancia de este tipo de hallazgos es que permiten documentar una secuencia de acontecimientos planificada dentro de un grupo humano a la hora de enfrentarse a la muerte de un miembro de la comunidad. En la mayor parte de los casos esa secuencia incluye la preparación de un espacio a modo de lecho en el suelo, el depósito de los restos mortales de manera cuidadosa (a ser posible intacta), el uso de vegetales, piedras, ropas, tierras y otros objetos para cubrir el cadáver y, en las culturas más avanzadas, la ornamentación, el tratamiento del cuerpo o el depósito de objetos votivos. En Europa y Eurasia se han descubierto fosas que cumplen con estos requisitos datadas con cerca de 120.000 años y en las excavaciones de Atapuerca se hallaron objetos tallados de más antigüedad junto a restos de homininos ancestrales que han llegado a sugerir la idea de cierta pulsión ritual ante la muerte hace cientos de miles de años.
Pero en África, por razones no bien entendidas, no se han hallado evidencias similares. El hallazgo de enterramientos en la región cuna de la humanidad era una asignatura pendiente. Y es que todavía quedan muchas preguntas por resolver sobre el origen de las prácticas funerarias. ¿Desde cuándo se practican? ¿Cuándo pasaron de ser meras acciones funcionales (para preservar el cuerpo de alimañas, para evitar la descomposición cerca de los habitáculos, para ahuyentar carroñeros) a convertirse en rituales culturales y religiosos? ¿Desde cuándo el ser humano pensó en la vida más allá de la muerte? Quizá más hallazgos como este de Kenia nos ayuden a dar respuesta.