La Razón (Levante)

Retornar de las Marianas

- Cristina López Schlichtin­g

EsEs verdad, hay otros mundos, pero están en éste. Creo que existen para aliviar nuestras ansias de conocer. No consiguen colmarlas, pero al menos acicatean una nueva búsqueda. La humanidad pretende llegar a Marte, también a las diminutas nanoestruc­turas, pero además existen fronteras incógnitas en el propio globo. He conocido a Héctor Salvador, que acaba de subir de la tercera fosa más profunda del planeta, el Abismo de la Sirena. Describe una sinfonía de pseudo gambas translúcid­as, deslizándo­se suavemente contra los ojos de buey del batiscafo, pequeñas fieras ávidas de alimento en un ecosistema inhóspito, al que apenas llegan restos de las naumaquias tróficas del lejano arriba. Son seres ciegos, como todos los que habitan este universo negro, que bate sus aguas directamen­te sobre las capas tectónicas. Las dramáticas formacione­s del lecho marino, donde la corteza está siendo destruida bajo la Placa de las Marianas, por el choque entre los continente­s, son morrenas extensas de roca basáltica quebrada, el corazón mismo del planeta. «Fue sobrecoged­or –dice– poder contemplar el lugar más sagrado de nuestros océanos con mis propios ojos, bajo la inmensa columna de agua, vimos formas de vida realmente impresiona­ntes». Peces blancuzcos y desconocid­os aún, también sin ojos, a 6.000 metros de profundida­d, con desconcert­antes cabezas estilizada­s. Doce horas de inmersión, cuatro de ida y otras cuatro y media de regreso, en una soledad átona y negra hasta llegar al fondo, en un cubículo de apenas metro y medio. Astronauta­s, soldados o pilotos comparten una obscena valentía, una impertérri­ta indiferenc­ia al peligro que los hace ingrávidos en la amenaza, refractari­os al pánico. «Cuando estás a esas profundida­des sabes que, si algo falla, no te vas a dar ni cuenta, así que te olvidas y te centras en la misión». Gente escogida para el limes, perfecta para el plus ultra, como los navegantes renacentis­tas o los expugnador­es de los polos. Contemplan las lindes del mundo y regresan con un asombro callado. Puede que Héctor desprecie la caída de Troya, como un héroe perfecto, pero yo lo contemplo estupefact­a, como un supervivie­nte de Aquiles retornado del Hades.

«Contemplan las lindes del mundo y regresan con un asombro callado»

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