LOS VEINTIDÓS HUÉRFANOS ESPAÑOLES QUE SALVARON AL MUNDO DE LA VIRUELA
ESTA ES LA HISTORIA DE CÓMO LA EXPEDICIÓN BALMIS CRUZÓ EL MAR PARA INMUNIZAR CONTRA LA VIRUELA A LOS NIÑOS DE LAS AMÉRICAS. DE MANERA QUE SÍ, LA PRIMERA GRAN CAMPAÑA DE VACUNACIÓN INTERNACIONAL FUE «MARCA ESPAÑA» Y CRUZÓ EL ATLÁNTICO EN 1803
EsEs muy fácil dar por hecho todo lo que nos rodea en nuestro siglo XXI, pero esas comodidades que damos tan por nuestras son, en realidad, la conclusión de cientos de años de progreso científico y tecnológico que asocian, en mayor o menor grado, algunas de las historias más apasionantes jamás contadas. Las vacunas han sido, posiblemente, la mayor revolución de la humanidad. Con ellas hemos logrado salvar a millones de personas y mejorar las vidas de otros tantos. Las enfermedades que antes eran condenas de muerte ahora están prácticamente olvidadas en el imaginario colectivo y, de hecho, ese es precisamente el caso de la viruela. La primera enfermedad que erradicamos y una de las más graves. El virus Variola virus era el culpable y a su paso mataba a un tercio de los infectados, dejando a otro tercio ciegos y a los más afortunados con cicatrices desfigurantes.
Jenner y sus antecesores
Por suerte, todo empezó a cambiar gracias a la vacuna de Edward Jenner, quien se había percatado de la hermosura de las ordeñadoras de vacas. Más allá de criterios subjetivos,
Jenner se refería a su piel lisa y sin las típicas marcas de viruela y especuló que, tal vez, el contacto con las pústulas de viruela que cubrían las ubres de sus animales las había inmunizado. Para ser justos, la inoculación de viruela (que así se llamaba esta técnica) puede remontarse al año 1.000 d.C en la antigua China; entonces, el emperador K’ang Hsi hizo inocular a sus descendientes, lo cual nos hace pensar que debió de haberse originado incluso antes. Algunas fuentes apuntan también a que las primeras inoculaciones pudieron haberse producido en el 200 a. C. Los resultados de Jenner fueron excepcionales y pronto se popularizaron, llegando a los confines de Europa. Sin embargo, hubo una segunda fase tan necesaria como la primera. Existen cambios que, para que sean estables, deben ser universales. No puede erradicarse un virus para siempre si únicamente se actúa en un lugar concreto del mundo. Hemos de pensar a lo grande, y eso es lo que hizo Francisco Javier Balmis y Berenguer, un médico alicantino nacido en 1753 que decidió arremangarse y proponerle a Carlos IV patrocinar la primera expedición sanitaria internacional.
Isabel Zendal y otro sanitarios
Era bien sabido que Carlos IV había perdido una hija a manos de la viruela, por lo que estaba concienciado con los terrores de la enfermedad. El monarca aceptó costear la expedición, y Jenner, con la ayuda de José Salvany, Isabel Zendal y otros sanitarios, organizaron los pormenores y pormayores del viaje. Para llevar una muestra de viruela que inocular necesitarían ir infectando nuevos pacientes cada 9 días, aproximadamente. De este modo, se usarían seres humanos para mantener con vida al virus y, según los cálculos de Balmis y Salvany, harían falta unas 22 personas. La solución (ahora éticamente inadmisible), reclutar a 22 huérfanos para que actuaran como reservorios. Cierto es que la vacunación era relativamente segura, pero el impacto psicológico que supuso para los niños, así como el trato dado al terminar el viaje, fueron de los puntos más reprobables de la investigación. La expedición partió de Coruña en 1803 a bordo de la corbeta María Pita. Poco después (y no sin cierta polémica), aquel viaje alcanza tierra e inmunizó a cientos de miles de niños. Estimamos que, de forma directa, la iniciativa de Balmis salvó a cerca de un cuarto de millón de personas de forma directa, pero su universalización de la vacunación sentó las bases de un cambio mucho más influyente. Gracias a esto último, podríamos decir que la expedición Balmis ha salvado a cientos de millones de personas. Gracias a ella y a los esfuerzos de sus herederos, la viruela ha desaparecido de nuestro vocabulario y ya pocos recuerdan que hubo un tiempo en que se cobraba la vida de más de 400.000 personas al año.