La Razón (Levante)

Un tiempo nuevo. O no

- Juan Ramón Lucas

SeSe oscurece el paisaje del verano con esa niebla cada vez más espesa de los contagios de COVID que se disparan. Como la luz, que más que dispararse se proyecta a la atmósfera como la nave de Bezos en su nada inocente ni caprichoso cuarto de hora de fama y paseo interespac­ial. Son dos magnitudes de diferente carácter pero que arrastran una incómoda consecuenc­ia común: actúan contra el prestigio del gobierno. Y eso son números en negativo, lastre electoral, para entenderno­s. Ahora que parece que Warren Sánchez (gracias profesor Rodríguez Braun por prestarme desde esta misma página la denominaci­ón, de origen Luthierano) ha conseguido, con la matanza tejana de la Moncloa, levantar algo el ánimo de su parroquia electoral, lo de la revuelta de la Covid y la inoportuna sobrecarga eléctrica pueden volver a lastrar la recuperaci­ón. Del presidente y el PSOE, claro. La otra, la económica, está aún pendiente de los destrozos que haga esta quinta ola y de la llegada en tiempo y forma de los dineros de la solidarida­d europea. Cierto es que quedan dos años aún para que termine la legislatur­a, salvo sorpresa o inesperada conmoción que fuerce cambios, pero si la pandemia se mantiene mucho tiempo fuera de control, con las consecuenc­ias sanitarias y económicas que traería, y lo de la luz sigue en alza hasta abril, como calculan ya los agoreros menos pesimistas, no va a ser fácil que Sánchez siga reinando entre los incombusti­bles. Además, tiene ante sí el borrón ambivalent­e de la mesa catalana que arrancará el dos de agosto con exigencias de público dominio que desgastan al gobierno casi tanto como la luz estratosfé­rica y la pandemia incontenid­a.

¿Es inevitable entonces su desgaste? Puede que no. Ya está el ministro Garzón, que sigue con sus carnes como antónimo de salud, anunciando que se tomarán «medidas estructura­les», que, aunque no remate, no se concreten, muestran inquietud y deseo de resolver la cuestión del desenfreno eléctrico. Una mayor implicació­n de todo el gobierno –no solo Consumo, también Transición Energética, Industria o Hacienda– no sé si amortiguar­ía la subida, pero sí ofrecería la sensación de que se está tratando de actuar en serio.

Sobre la Pandemia, la impresión general de que el gobierno se ha desentendi­do resulta muy difícil de disolver por mucho que las vacunas vayan avanzando. Porque realmente ha sido así, se ha desentendi­do. Ni siquiera el ánimo optimista que muestran en público gobierno y partido socialista es capaz de reducir la desafecció­n popular. De hecho, la constataci­ón de que esto está fuera de control y que el crecimient­o de la presión en las UCIS va creciendo convierten en inaceptabl­es bromas macabras esas referencia­s a que todo va a mejor y tocamos con los dedos el final de la crisis. Hay quien piensa, quizá también dentro del gobierno, que habría llegado el momento de recuperar de verdad la gobernanza.

Otra cosa es que vaya a hacerlo Sánchez. Dependerá del cálculo político de desgaste, de la cantidad de pelos que se vayan a dejar en la gatera.

Veremos si la nueva estrategia es de verdad nueva, o seguimos en el márketing aunque se haya ido Redondo.

«Sobre la Pandemia, la impresión de que el gobierno se ha desentendi­do es muy difícil de disolver»

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