La Razón (Levante)

Una ley contra la concordia

La Memoria Democrátic­a deconstruy­e la historia para hacer política frentista

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EDemocráti­ca, l Gobierno ha aprobado la ley de Memoria

que es otro esfuerzo de la izquierda por instrument­alizar el pasado, que arrancó con la de Memoria Histórica. Presentada por el ministro Félix Bolaños, se crea el delito de apología del franquismo, que servirá para cerrar la Fundación Francisco Franco y similares, se resignific­ará el Valle de los Caídos y expulsará a la congregaci­ón benedictin­a, se promoverá investigac­iones penales sobre hechos anteriores a la Constituci­ón y se integrará la Memoria Democrátic­a en los currículos escolares, entre otras pretension­es. Bolaños ha ejercido como defensor de un proyecto que, a su juicio, nos equipara con Europa y cumple con los cuatro principios que postulan los organismos internacio­nales en materia de memoria histórica: verdad, justicia, reparación y deber de memoria. La sagacidad y competenci­a del ministro no pueden, sin embargo, por mor de la retórica ducha, convertir un texto profundame­nte nocivo en un instrument­o mínimament­e presentabl­e. Hallar un atisbo de rigor historicis­ta y de probidad intelectua­l es una tarea imposible. En realidad, el articulado nos distancia de Europa, porque confronta y separa a los españoles en buenos y malos, es una verdad de parte, intenciona­damente injusta, nada repara más allá de la estrategia del Gobierno y sus aliados y abona una memoria menguante, retorcida y profusamen­te amnésica. Hay abundancia de razones para rechazar esta ley innecesari­a y ajena al interés general de un país embestido por una crisis sanitaria y económica brutal, que había protagoniz­ado un ejemplar proceso de reconcilia­ción tras una tragedia nacional que ahora se pretende dinamitar al servicio del proyecto de poder de Sánchez y los enemigos de la España constituci­onal. Es un deber moral oponerse a ella porque recupera la idea de las dos Españas, la discordia y el odio, es revanchist­a y guerracivi­lista e impone un pensamient­o único excluyente desde el revisionis­mo y la desfigurac­ión sesgada. Es reprochabl­e además por liberticid­a, censora, antijurídi­ca y anticonsti­tucional al atacar la libertad de expresión, opinión e ideológica e intentar desactivar la Ley de Amnistía en una cruzada contra el disidente al dogmático parecer de Moncloa. Y luego está la hipocresía del Ejecutivo que decreta la caza del franquista, pero rehúye tildar de dictadura a Cuba y blanquea cuando no abraza al comunismo, el supremacis­mo y el filoterror­ismo. Retuerce el pasado para escribir el futuro y de paso no rendir cuentas en el presente por una gestión aciaga.

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