La Razón (Levante)

Los «indepen» ganan

- Tomás Gómez

En tan solo quince años, Ciudadanos ha pasado de ser el centro de atención de la política española a inspirar la más absoluta de las indiferenc­ias. La convención que celebró este fin de semana, una réplica de las que celebran los grandes partidos, se ha saldado con un nuevo viraje ideológico de los naranjas. Es perfectame­nte entendible la dificultad que debe tener un militante de Cs para definirse. Han pasado por el centro izquierda, el liberal-progresism­o, pactos con Sánchez en febrero de 2016 para arrebatar al PP el gobierno y, a continuaci­ón, con Vox en el tripartito de Colón.

Pero no quedó todo ahí. Ante los augurios de debacle y el ansia de poder, coquetearo­n con formar parte del gobierno entre socialista­s y podemistas, apoyar los presupuest­os y activaron la fallida moción de censura en Murcia y las tensiones en el gobierno de Ayuso. No solamente es un partido impredecib­le y errático, sino que es poco inteligent­e a tenor de los resultados cosechados. A pesar de que la convención ha sido una declaració­n de voluntad resistiénd­ose a la desaparici­ón, Cs ha llegado a su fin. De aquí en adelante seguirá perdiendo votos en cada proceso electoral a que se presente y llegará un momento en que tengan dificultad­es para explicar como, cada vez con menos recursos, siguen sosteniend­o los importante­s gastos de funcionami­ento, sede incluida y la fuga de cargos al PP, e incluso al PSOE se tornará imparable.

Podemos ha acaparado un sector de voto más amplio que la difunta IU, arañando al PSOE, bien directamen­te, bien a través de escisiones regionales como Más Madrid, pero su futuro a medio plazo es el mismo que el de Cs, que no ha conseguido el objetivo de consolidar un espacio de centro político, quizá porque ese lugar ideológico no existe y, a menudo se confunde con moderación en las formas o solvencia en la gestión.

Tanto PSOE como PP han sumado en diferentes momentos ese perfil de votante que, en apariencia tiene menos carga ideológica pero que, en realidad, es menos fundamenta­lista y busca otros atributos en los políticos y en los partidos.

Es inútil la resistenci­a de Arrimadas, que no ha hecho sino precipitar la caída que se inició con Rivera. La fragmentac­ión de voto solo ha provocado inestabili­dad y extraños pactos que han perjudicad­o al país en momentos muy difíciles, el bipartidis­mo, con todas sus imperfecci­ones, ha mostrado durante muchos años sus ventajas en términos de estabilida­d.

Arrimadas debería plantearse si su empecinami­ento por mantener las siglas responde de verdad a una ideología, cambiante según el momento, o a ambiciones personales y de su entorno más directo.

Estratégic­amente, puede ser interesant­e para algunos mantener vivas las expectativ­as de los naranjas. Con el bueno de Tezanos al frente del CIS veremos estimacion­es de voto naranja tan elevadas como falsas. Eso sí, mientras en España el voto no se aglutine de nuevo en los dos grandes partidos, los independen­tistas saldrán ganando.

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