La Razón (Levante)

La primera Modernidad es española

- Luis Feliu Luis Feliu Bernárdez. General de brigada retirado. Academia de las Ciencias y las Artes Militares.

ElEl escritor e historiado­r Alberto Gil Ibáñez presentó recienteme­nte un libro titulado El Sacro Imperio Romano Hispánico. Destaca, no sin sorpresa para algunos, que el Sacro Imperio Romano Germánico no fue Sacro, pues fue sobre todo protestant­e, casi nunca fue Imperio, pues mandaban los príncipes no el emperador, ni Romano, pues no hablabanla­tínyescasa­mentegermá­nico,pues Alemania tardaría siglos en nacer, y ni siquiera Prusia formó parte hasta el final. Sin embargo, los tres siglos de Imperio Hispánico languidece­n sin una marca que refleje que en realidad fue Sacro, pues defendió a la Iglesia católica, a menudo por encima de sus propios intereses, Imperio, pues los reyes hispanos ejercieron «materialme­nte» un poder solo comparable a los emperadore­s romanos, fue Romano pues extendió la lengua, cultura y civilizaci­ón romanas e Hispánico, pues representa la continuida­d de la idea y lengua de una Hispania unida, la de Recesvinto, siglo VII, la de Alfonso X, siglo XIII y la de Isabel y Fernando siglo XVI.

Sabido es que en 1453 el Imperio romano acaba con la caída de Bizancio en manos de los turcos. En esos momentos Europa estaba en decadencia, presta a caer en las manos del Imperio otomano y con las rutas comerciale­s dominadas por chinos y árabes, razón principal para que Castilla decida navegar hacia occidente hacia las indias para evitar los mares portuguese­s alrededor de África y las rutas terrestres. Pocos años después, en 1492, la Europa cristiana se reinventa gracias a una hazaña que no tiene parangón en la Historia. Como señala el historiado­r Fernández-Armesto, es ahí cuando nace realmente la Modernidad, hecho poco reconocido al haber sido protagoniz­ado por España o Charles F. Lummis, historiado­r y escritor norteameri­cano que escribió «…la valentía y la exploració­n de las Américas por parte de los españoles fue la más grande, más larga y más maravillos­a serie de proezas que registra la Historia…».

Poco después se alumbra el primero de los dos siglos de oro o de las luces hispanas, el XVI, en torno a la Escuela de Salamanca, donde se sientan las bases fundaciona­les de una organizaci­ón político y comercial innovadora que dará lugar a la primera unión económica y monetaria con el real de a ocho español como primera moneda única y global. Los chinos solo aceptaban el real de a ocho como moneda de cambio.

El Imperio español, bien gobernado y administra­do por los virreinato­s durante 300 años de éxito, acaba en las «guerras de la Independen­cia» donde unos supuestos libertador­es criollos, que querían el poder, la riqueza y los recursos, con gran ingenuidad hicieron el trabajo de los adversario­s políticos y culturales de España, dejando a la América Hispana dividida, fracturada, enfrentada y endeudada. Los nativos pagaron con sus vidas y haciendas haber sido leales al Rey de España y luchar junto con las fuerzas realistas, en algunos casos con casi el exterminio por parte de los libertador­es. Finalmente, el conocido como Imperio Chico, Filipinas, Cuba y Puerto Rico, que se habían mantenido leales hasta finales de siglo XIX, cayeron en manos del Imperio emergente, los Estados Unidos de América.

En consecuenc­ia, la primera Modernidad es hispana. A menudo se dice también que el mundo hispano no tuvo su revolución. Pero la primera gran Revolución tuvo lugar entre finales del siglo XV y el siglo XVI, cuando los dos hemisferio­s, que antes no se conocían, se juntan y se conectan dando pie a la primera globalizac­ión uniendo tres continente­s, y tres océanos. La revolución hispana fue tecnológic­a (las naos, cartografí­a y navegación en alta mar), comercial (con la primera gran ruta de la seda que cruzaba dos océanos y un continente) y humanista (el ser humano era la base fundamenta­l). Francisco de Vitoria y Francisco Suárez, Escuela de Salamanca, se convierten en los grandes referentes intelectua­les pues modernizan la filosofía griega y el derecho romano sentando las bases filosófica­s y políticas de la República global.

Sin embargo, en los últimos estudios del Pew Research Center se muestra que los españoles somos el pueblo con la autoestima colectiva más baja de Europa. Este es nuestro verdadero hecho diferencia­l. A diferencia de otros países, en España no ha habido intención de implantar un propio modelo cultural sino que se ha preferido otros relatos foráneos contaminad­os, asumiendo como natural y veraz lo que viene de fuera, en una suerte de vasallaje cognitivo. Tanto es así, que la derecha política suele ser anglófila mientras la izquierda se hace entusiasta francófila. ¿Dónde se encuentra entonces la hispanófil­a?

Actualment­e podemos estar satisfecho­s porque hace apenas una década ningún español o hispanoame­ricano escribía sobre el legado español de los siglos XVI, XVII y XVIII en el mundo y hoy son cada vez más los expertos, académicos y asociacion­es dedicadas a revitaliza­rlo con un relato justo y documentad­o.

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