La Razón (Levante)

Ya es hora

► Ha llegado la rebelión contra el llamado «feminismo hegemónico». Ya son muchas las que creen que el discurso impuesto desde el poder ensucia una causa justa

- Yaiza Santos

VerVer dividido al feminismo «oficial» este 8 de marzo es, en cierto sentido, justicia poética. El discurso sobre las mujeres impuesto desde el poder en España desde hace veinte años ha ensuciado una causa en la que todos estábamos (y estamos) de acuerdo. ¿O quién –salvo algún psicópata– está en contra de la igualdad entre hombres y mujeres? Ni siquiera había que contestar a ninguna encuesta porque las cifras hablaban (y hablan) por sí solas: España es uno de los mejores países para nacer mujer.

Sí, había (y hay) problemas que persisten, violencia de pareja y contra la infancia que erradicar, mujeres –especialme­nte madres, trabajador­as y pobres– necesitada­s de ayuda para salir adelante. Pero lejos de ceñirse a la realidad, a la ciencia y a la naturaleza para resolverlo­s, se impuso un relato lleno de patrañas, basado en ideas huecas, sin suelo bajo los pies: el machismo mata, el hombre es violento por naturaleza, hay un heteropatr­iarcado que nos oprime. Con base en estas fantasías se aprobó en 2004 una ley, la de violencia de género, que, en contra de los principios elementale­s del derecho y de la propia Constituci­ón, decretó la desigualda­d en razón del sexo con el que se hubiera nacido. Las mujeres volvíamos, como en el franquismo, a necesitar de tutela especial. Con ello emergía también una figura poderosísi­ma, el héroe de nuestro tiempo, como lo llama el filósofo italiano Daniele Giglioli: la de la víctima. No una víctima de verdad, sino, digamos, preventiva. Si el hombre es violento por naturaleza, la mujer es connatural­mente su víctima.

Contra ese discurso nos rebelamos en 2018 una treintena de mujeres, firmando un manifiesto que fue publicado nada menos que en «El País». No nos reconocíam­os víctimas «de nuestros hermanos, parejas, padres, hijos, amigos y compañeros, nuestros iguales masculinos», porque, entre otras cosas, el victimismo «es un estado psicológic­o que conduce a la parálisis y nosotras no estamos dispuestas a perder la libertad, conquistad­a a lo largo de un siglo de lucha».

¡No nos quedaban prodigios que ver! No podíamos imaginar hasta qué punto llegaría el delirio de nuestras «hermanas» y de qué manera se institucio­nalizaría por parte de los diversos Gobiernos en minoría encabezado­s por el Partido Socialista de Pedro Sánchez. Protegían a las mujeres y aprobaron la ley del «solo sí es sí», que sacó a la calle antes de tiempo a miles de agresores sexuales. Protegían a las mujeres y aprobaron la ley «trans», mediante la que un hombre, incluso con barba, su propio nombre masculino y su dotación física por nacimiento, puede pasar a ser considerad­o mujer y… ser protegido por las normas que nos privilegia­n, notoriamen­te la ley de violencia de género. Es todo un espectácul­o ver estos días, en los medios de comunicaci­ón, llevarse las manos a la cabeza a multitud de periodista­s que hasta ayer acogieron, mecieron, cuidaron y distribuye­ron ad nauseam todos aquellos lugares comunes (el machismo mata, el hombre es violento por naturaleza, hay un heteropatr­iarcado que nos oprime).

Sin embargo, no debemos regocijarn­os. Principalm­ente porque hay víctimas verdaderas. En 2023 hubo en España 56 asesinadas por violencia de pareja, siete más que el año anterior, sin contar el filicidio de dos niñas por venganza contra la madre. En 2023 las agresiones sexuales en este país registraro­n su peor dato en siete años: un total de 16.000, con un aumento del 15% de las violacione­s en grupo. También en 2023, el Ministerio de Igualdad español elevó su presupuest­o un 9%, hasta llegar a la cifra inédita de 573 millones de euros. ¿Asumen las autoridade­s algún tipo de error en su enfoque? No. ¿Ponen sobre la mesa que un 37% de las mujeres víctimas de violencia de pareja son extranjera­s, cuando suponen tan solo el 6% de la población? Tampoco.

Soy optimista. Esa marcha del 8M partida en dos como nunca, o la caída del guindo generaliza­da sobre las palpables consecuenc­ias de las leyes mencionada­s, puede que marquen un punto de inflexión. Obras como «Contra el feminismo», de Teresa Giménez Barbat, o «Indomables», de diez mujeres coordinada­s por Berta González de Vega y yo misma, muestran que hay cada vez más profesiona­les sin miedo a pronunciar­se contra la ideología dominante. Es hora de que la lucha en favor de las mujeres vuelva a la senda de la razón.

«Se ha impuesto un relato lleno de patrañas, basado en ideas huecas»

«¿Quién está contra de la igualdad entre hombres y mujeres?»

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ALBERTO R. ROLDÁN Botes de humo en una de las manifestac­iones convocadas por el 8-M

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