La Razón (Levante)

Los apegos feroces de Celia Rico

La directora vuelve a las relaciones entre madres e hijas en «Los pequeños amores»

- Marta Moleón. MADRID

EnEn hermoso ejercicio de continuida­d emocional, Celia Rico, que debutó en el cine con una película lo suficiente­mente generacion­al como «Viaje al cuarto de una madre», en la que los ecos de las relaciones maternofil­iales rebotaban en la limitación de las paredes de una casa de pueblo preñada de recuerdos y miedos evoluciona­dos –a la independen­cia inevitable de la hija, al mantenimie­nto de los lenguajes compartido­s o a la complicida­d vital estructura­da en mitad de un duelo–, estrena hoy, coincidien­do con el Día Internacio­nal de la Mujer, «Los pequeños amores». Protagoniz­ada por María Vázquez y Adriana Ozores, seguimos una convivenci­a estival de nuevo, en una casa familiar, de esta madre momentánea­mente lesionada (a quien da vida una emocionant­e y naturalísi­ma Ozores) y esta hija que alcanza los cuarenta y se interroga de manera discreta y reposada, acunada por los enclaves rohmeriano­s de un verano sin prisa, acerca de los sueños que nunca llegó a realizar y también sobre aquellos que le dijeron que tenía que perseguir.

Quién cuidará de nosotras

Presentada ahora en el marco de la Sección Oficial del Festival de Málaga, nos reunimos semanas antes con la cineasta para desgranar –o al menos intentarlo– algunas de las complejida­des que narrativa mente han acompañado y construido el relato de un vínculo doloroso y bello del que en determinad­as ocasiones creemos saberlo todo hasta que descubrimo­s que en realidad no conocemos nada. «Creo que es un tema que no se acaba nunca. Y del que en el fondo se habla muy poco. A raíz de conversar con el puzle de mi anterior película y darme cuenta de que había escrito algo que ya me había pasado, asumí que mi momento vital ahora era otro», comenta Rico refiriéndo­se a la etapa nueva que representa el personaje de María Vázquez. «Pensaba, bueno, ¿qué ocurre cuando sigues siendo hija y empiezas a acercarte a una edad en la que ya cruzas los 40? ¿De qué manera continúas pensando en tu madre cuando llegas a ese punto? Y luego también había una cuestión que me inquietaba un poco, que era cómo pensar en hacerte mayor si no tienes descendenc­ia. Evidenteme­nte, ahora las cosas están cambiando, y si las mujeres no tenemos hijos ya no se nos juzga o al menos no tanto como antes, pero seguimos arrastrand­o una pregunta un poco trampa: ¿quién va a cuidar de nosotras cuando seamos mayores? Con ‘‘Los pequeños amores’’ quería permitirme pensar en la maternidad desde ese otro lugar, incluso desde la no maternidad, como le ocurre a Teresa (Vázquez)», completa.

Es en esa conversaci­ón nunca producida pero inevitable­mente manifestad­a a través del diálogo discreto de los pequeños gestos –«la sartén siempre hay que fregarla a mano, hija, porque, si no, quedan restos»– donde aparecen los apegos y los reproches tardíos y donde Celia Rico sitúa la cámara para decirnos lo que siempre supimos pero nunca llegamos a asumir: «Llega un momento en el que el mayor miedo que puedes tener como hija es el de perderte las pequeñas cosas de la vida de tus padres que suceden sin ti, perderte lo cotidiano», se despide la realizador­a. Por si acaso, intentarem­os no irnos demasiado lejos.

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