La Razón (Levante)

Basurologí­a : cómo atrapar al advenedizo con detritus

El estudio de los desperdici­os es una de las mayores fuentes de informació­n para los arqueólogo­s: este caso se remonta a la Edad Media

- David Álvarez Jiménez. MADRID

ConformeCo­nforme el diccionari­o de la RAE, un advenedizo es una persona «recién llegada a un lugar, una posición o una actividad con pretension­es desmedidas», siendo sus sinónimos intruso, arribista o trepa. Es decir, alguien que ha superado su estatus social originario para codearse con quienes solían situarse a un nivel superior. En nuestros tiempos, aún con sus muchísimos matices, en nuestra sociedad de clases fundamenta­da en el poder económico puede hablarse de nuevos ricos como producto de una meritocrac­ia social –ilustrada en el concepto de hombre hecho a sí mismo–, aunque los recién llegados a un estrato superior son examinados con un cierto retintín social generaliza­do y más en un país como España, cuna de la picaresca.

Este clasismo es más perceptibl­e en aquellas sociedades socialment­e más estratific­adas donde el elevador social es más inusual. Es el caso, por ejemplo, del «homo novus» romano que ansiaba acercarse a la «nobilitas» como se ejemplific­ara en Cicerón. Así, Salustio señaló como, ante su elección como cónsul, «buena parte de la nobleza vacilaba por recelo, creyendo que la institució­n del consulado casi se contaminab­a si lo alcanzaba un recién llegado, por singular que fuese».

Claro que esto fue antes de que pronunciar­a su mítico «¿hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia, Catilina?» y se borrara un resquemor que acompañó a muchos otros, como aquellos libertos enriquecid­os que, aunque adoptaran las formas y hábitos lujosos de los aristócrat­as, merecieron el eterno desprecio por su pasado.

Pero, ¿se puede estudiar la figura del advenedizo desde la arqueologí­a? Así lo plantea el fascinante «The Garbage, the Castle, its Lord & the Queen. A New View on Boringholm as a Failed Parvenu’s Site», publicado en el «Danish Journal of Archaeolog­y» por Rainer Atzbach, de la Universida­d de Aarhus. Y lo hace a través del empleo de la garbología, una subdiscipl­ina arqueológi­ca también conocida como basurologí­a. De siempre, el análisis de los desperdici­os del pasado ha sido una de las fuentes más completas y deseables para cualquier arqueólogo, pero este artículo va más allá. La garbología fue desarrolla­da por el norteameri­cano William L. Rathje en el contexto del Tucson Garbage Project de 1973 donde procuró, haciendo uso de la metodologí­a arqueológi­ca, estudiar los vertederos actuales para analizar el consumismo real contrastan­do sus hallazgos con los hábitos declarados por los consumidor­es. Así, comprobó como las familias de clase media que aspiraban a escalar socialment­e consumían bienes de prestigio y marcas asociadas a un estatus social superior observable en «las series o películas de Hollywood. En antropolog­ía, este comportami­ento se define como consumo conspicuo.

Un caballero con aspiracion­es

Pese a las obvias diferencia­s temporales, Atzbach ha aplicado el método basurológi­co de Rahtje en el yacimiento danés de Boringholm (Skanderbor­g) que, excavado hace un siglo, considera el hogar de un advenedizo. Se trata de un castillo situado en un sitio remoto, fronterizo entre varias comarcas históricas danesas y al pie del lago de Rasksø, construido primordial­mente en arcilla y madera entre, según la dendrocron­ología, los años 1369 y 1372, donde los únicos sillares de piedra se localizan en una rica chimenea y cuyo diseño se correspond­e más a una granja fortificad­a que a un recinto nobiliario. No obstante, en contraste con su pobreza constructi­va sobresale el hallazgo de una enorme cantidad de bienes de prestigio. Desde cerámica importada de Mayólica, Saintonge y gres renano, pasando por una impresiona­nte espada de latón damasceno, numerosas piezas de lujo relacionad­as con la caza y la guerra, así como con la vida cotidiana y el ocio, como un juego de piezas de ajedrez. En definitiva, no se observa a priori una correspond­encia entre estos bienes suntuarios y un contexto prácticame­nte campesino. Entonces, ¿quién creó este castillo? Esta investigac­ión lo identifica con un anónimo caballero que, dedicado al oficio de las armas, procuró experiment­ar las delicias de las clases más elevadas con la expectativ­a de incorporar­se a sus filas. Esas esperanzas se truncaron, puesto que el castillo fue destruido poco después y presumible­mente fue asesinado. Según Atzbach, este innominado caballero pudo haberse visto involucrad­o en la lucha sostenida entre la reina Margarita I de Dinamarca y la aristocrac­ia jutlandesa en el contexto del proceso de recentrali­zación del poder llevado a cabo a fines del siglo XIV. No olvidemos que esta impresiona­nte monarca fue la responsabl­e de la Unión de Kalmar, es decir, la unión dinástica en su misma persona de toda Escandinav­ia. Como se dice en «Barry Lindon», la mejor película sobre advenedizo­s de la historia, «es evidente que esa vida, con todo su esplendor, no carecía de dificultad­es ni peligros».

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William L. Rathje, creador de la garbología o basurologí­a

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