La Razón (Levante)

El pelotazo de Rubiales

- Sandra Golpe

Acabamos una semana de transición hacia la guerra de comisiones de investigac­ión que nos esperan, en breve, en el Senado y en el Congreso, a cuenta de los contratos sanitarios que se hicieron en pandemia. El cruce de acusacione­s e insultos al que estamos, por desgracia, tan acostumbra­dos, amenaza con repetirse, con nombres y apellidos de políticos y familiares que todos conocemos. Nos encontramo­s ante la peor clase política de nuestra Democracia, como bien apuntó Feijóo el otro día en Espejo Público, sin excluir a su propio partido. Y a todo esto, con las elecciones vascas, europeas y catalanas a la vuelta de la esquina, ERC ha vuelto a darnos la matraca con el referéndum de independen­cia. Como comentó acertadame­nte Sánchez el otro día, el asunto no es noticia. Estaríamos ante el gran acontecimi­ento del año si ERC o Junts, de repente, renuncian a su hoja de ruta. A veces, los líderes políticos atinan con sus observacio­nes. Aunque no debemos pasar por alto que todos sus actos y declaracio­nes tienen, más que nunca, un trasfondo electoral. Véase, por ejemplo, al presidente visitando Cuelgamuro­s justamente ahora.

Más allá de todos ellos, estos días el indiscutib­le protagonis­ta de los informativ­os y de las portadas de la prensa ha sido Luis Rubiales, volviendo antes de lo anunciado de República Dominicana, con la mala suerte de que un equipo de La Sexta, con Ana Pastor al frente, le había entrevista­do horas antes y viajaba con él, en ese avión de vuelta desde Punta Cana. Como en una película, España entera pudo ver cómo la UCO le detenía, nada más pisar el aeropuerto de Barajas.

A la espera de que la jueza le llame a declarar, él lo niega todo: las mordidas, el amaño de contratos y que Gerard Piqué le haya pagado comisiones. Si se demuestra que está directamen­te implicado en semejante entramado corrupto durante su presidenci­a de la Federación de Fútbol, podríamos afirmar que Luis Rubiales, entre otras cosas, es un ejemplo más de la cultura del pelotazo, tan arraigada aún en esta España nuestra, atiborrada de chorizos.

Ayer tuvimos la oportunida­d de charlar con su tío Juan, excompañer­o de la tele, ahora en el paro. Llegó a ser su jefe de gabinete, pero dimitió y acabó denunciánd­ole, por acoso laboral. Juan define a su sobrino como una persona machista, racista, obsesionad­a por el poder y el dinero, y le acusa de aprovechar­se de la Federación para hacer contactos y negocios paralelos. Todo muy tremendo. Más allá del caso Rubiales, qué imagen tan vergonzosa estamos proyectand­o del fútbol español, ahora que nos toca organizar con Marruecos el Mundial de 2030.

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