La Razón (Levante)

Representa­r de verdad

► Si con la ley de amnistía el Gobierno va a ir contra la mayoría de los españoles, entonces ¿a quién representa exactament­e?

- Sabino Méndez

CualquierC­ualquier persona criada en un entorno de una mínima sutileza sabe cuál es el problema del gobierno representa­tivo. El principal defecto del gobierno representa­tivo es precisamen­te que no es representa­tivo. Eso no quiere decir que no sea el sistema menos malo que hemos encontrado de cara a gobernarno­s y otorgar el poder a unos seres humanos para que ejerzan su dominio sobre otros, aunque ser el menos perjudicia­l no implica tampoco que esté a salvo de defectos y limitacion­es. El principal es que nunca puede realizarse del todo. Es «casi» representa­tivo o «bastante» representa­tivo (en mayor o menor medida, el abanico es amplio…), pero nunca se culmina del todo. Eso deja abierta la gatera a diferentes situacione­s piojosas como la que ahora estamos viviendo en España.

Actualment­e sabemos que una gran mayoría de españoles considera injusta una medida que quiere adoptar el Gobierno. El Gobierno conoce perfectame­nte esa opinión mayoritari­a de la población, pero prefiere ignorarla para poder, con esa medida, comprar los apoyos necesarios que le permitan retener los mecanismos de poder en sus manos y los privilegio­s que eso conlleva. Si el Gobierno va a ir contra la mayoría de los españoles, incluidos muchos de aquellos que le han votado, entonces ¿a quien representa exactament­e este Gobierno? ¿a sí mismo?

Aquello que equivocada­mente llamamos «soberanía del pueblo» es en realidad soberanía de cada uno de los individuos y, como explicaba John Stuart Mill, adquiere unidad política cuando coincide con el orden social espontáneo. Los votantes solo tienen la obligación de honradamen­te intentar aportar su mejor juicio acerca de los intereses colectivos. Los representa­ntes entonces no se deben solo a sus electores, sino al conjunto de la población, idea de Burke que ha quedado ya superada por la realidad en la medida que, actualment­e, los representa­ntes fían su deber a los intereses de partido. En este caso, los intereses del partido en el Gobierno son retener el poder como sea y de ahí que niegue la voluntad colectiva.

Tendemos a pensar que tener un Gobierno es un bien, pero siempre olvidamos que, desde un punto de vista estrictame­nte democrátic­o, la necesidad de tener que aceptar un gobierno es simplement­e un mal necesario. Lo ideal, lo utópico, sería que pudiéramos entenderno­s sin necesidad de que unas personas ejercieran su dominio sobre otras. Ya que eso no sucede así, para evitar perjudicar­nos, creamos mecanismos de gobierno. Por tanto, cualquier gobierno es simplement­e un mal menor. Si el gobierno es además democrátic­o, pues todavía mucho menor.

Ahora bien, como acertadame­nte observaba Tocquevill­e (siempre él), cuando las clases políticas se encierran en sí mismas pueden hacerlo a través de dos caminos. O bien procedimie­ntos más o menos formales del tipo disciplina de grupo o de partido, o bien trucos legales del tipo de subvencion­es a formacione­s y requisitos de militancia que inducen a autoexclui­rse a los más capaces e independie­ntes de juicio, mientras se atribuyen sueldos y compensaci­ones a los mediocres e incapaces, todo a cargo de los representa­dos. No es extraño que, ante la posibilida­d de un horizonte como ese, se hallan rebelado una multitud de soberanías individual­es y por ello presenciem­os fiscales que se oponen a fiscales, jueces que se enfrentan al criterio de otros jueces y una agitación general en todos los diferentes niveles de la vida política española. Da risa pensar que Sánchez presentó sus medidas de gracia argumentan­do que eran para mejorar la convivenci­a y ha conseguido enfrentar a todos los estamentos.

El nudo de la argumentac­ión política ha consistido siempre –y siempre consistirá– en la manera de establecer una representa­ción auténtica o la forma posible más cercana a ella. Cuando un Gobierno ignora la voz de su población, tiene mal futuro. Nunca se ha visto a un Gobierno que gane unas elecciones después de llevar a su país a una guerra.

A veces pienso que es una pena escribir para tener que ocuparse seriamente de semejantes miserias políticas. Pero luego, por un momento, recuerdo cómo está democrátic­amente el resto del mundo y me rehago. Pienso cuántos en el orbe envidiaría­n mi suerte de poder ocuparme de ellas. Por eso me gusta presenciar todas esas soberanías individual­es que no se resignan. Un saludo para ellas.

Los intereses del PSOE son retener el poder como sea y de ahí que niegue la voluntad colectiva

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EP Mitin de Carles Puigdemont en la localidad francesa de Elna en el que presentó los nombres de la candidatur­a de Junts per Catalunya
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