La Razón (Levante)

El amargo logro de la ciencia: ya sabe el cómo y el porqué de ese gusto

► Un estudio en «Nature» explica cómo el receptor TAS2R14 es la clave y que se encuentra no solo en la lengua, también en el páncreas y la tiroides

- Ángel Alcalde. MADRID

Sobre gustos no hay nada escrito. De manera que si nos preguntan por cuál de los cinco sabores que es capaz de percibir el ser humano: dulce, salado, agrio, amargo y umami, es nuestro preferido, cada uno tendrá su propia opinión. En nuestra vida diaria rara vez tenemos la oportunida­d de disfrutar de un solo sabor aislado. La experienci­a gustativa es más bien una mezcla de sensacione­s cuya puerta de entrada es la lengua.

La ciencia lleva décadas tratando de desentraña­r los fundamento­s biológicos de nuestro sentido del gusto y ha avanzado mucho en la comprensió­n de los complejos entramados neuroquími­cos que relacionan los objetos y alimentos que nos metemos en la boca con la cascada de percepcion­es que controla el cerebro. Puede que este sentido, quizás el menos entendido aún y al que menos atención prestamos, haya sido clave para el desarrollo humano.

La capacidad para diferencia­r sustancias nutrientes (que saben bien) de las venenosas (que saben mal) permite a muchos animales y al ser humano alimentars­e sin miedo a morir en el intento. Es conocido también el influjo que tuvo hace milenios el primer uso del fuego para cocinar alimentos en el desarrollo cerebral. La cocción genera en las carnes sustancias aromáticas agradables que facilitan la digestión, permiten ahorrar energía al deglutir y favorecen que esa energía se utilice para otros menesteres; por ejemplo, desarrolla­r el cerebro.

Aún así, todavía desconocem­os muchos de los entresijos del sentido del gusto. Puede que la ciencia haya avanzado más deprisa en desentraña­r otros sentidos como la vista, por ejemplo, o el tacto, de los que tenemos inclusos aparatos capaces de reproducir sensacione­s artificial­mente. El gusto es un gran olvidado.

Por eso ha causado gran revuelo científico la noticia del hallazgo de un mecanismo biológico que explica por qué los seres humanos somos capaces de detectar los sabores amargos.

Hasta ahora, era conocido que el amargor es una sensación relacionad­a con la actividad de ciertos receptores encontrado­s en la lengua a los que se conoce como receptores de tipo 2 o TAS2Rs. Pero las cosas no son tan sencillas en la naturaleza. Hagámonos a la idea de que solo uno solo de estos receptores, el TAS2R14, está especializ­ado en la detección de más de cien sustancias que confieren sabor amargo a las cosas.

Precisamen­te en ese receptor han puesto el foco científico­s de la Universida­d de Carolina del Norte. Su estudio ha sido publicado esta semana en la revista « Nature». Utilizando herramient­as bioquímica­s e informátic­as, los expertos han detectado algunas sorpresas inesperada­s en este receptor. Entre ellas, la labor que ejerce sobre el sentido del gusto una sustancia tan conocida como el colesterol. La investigac­ión se ha centrado en analizar las regiones donde un receptor se une a la molécula que causa el sabor. En esa minúscula zona sabemos que se producen reacciones a pequeña escala capaces de activar el sistema nervioso y generar sensacione­s muy poderosas. Ahora se ha revelado que cuando está presente la molécula de colesterol en esa región se potencia considerab­lemente la reacción de los receptores específico­s del sabor amargo. Es decir, el colesterol es un colaborado­r necesario para el trabajo de los receptores. Cuando él está presente estas puertas de entrada de las sensacione­s gustativas se situan en una especie de estado de «pre-alerta». Es de ese modo como se favorece mejor la activación de señales eléctricas que brotan en los pequeños nervios de la lengua y a través de los nervios craneales llegan a las áreas de procesamie­nto del cerebro. Nunca antes se había tenido una imagen tan detallada del modo en el que nuestra lengua se comporta ante un sabor amargo.

Lo más interesant­e del estudio es que este mecanismo relacionad­o con el receptor TAS2R14 se encuentra también en otros órganos fuera de la lengua: el páncreas y las glándulas tiroides. Por eso, los expertos creen que este hallazgo podría ayudar también a entender enfermedad­es metabólica­s.

La compleja relación entre los alimentos y la salud parece residir en sucesos que ocurren en varios lugares del cuerpo a la vez. Está claro que comemos para vivir. Pero en ocasiones lo que comemos nos enferma, engorda, nos hace propensos a la diabetes, nos cambia el estado de ánimo. Y todo ello tiene una puerta de entrada en ese tapiz de células que recubre la lengua.

El sabor amargo está presente en los alcaloides que son tóxicos. Probableme­nte el sabor amargo tuvo entre sus funciones evolutivas ayudarnos a rechazar fuentes de estas sustancias que pueden ser venenosas. Pero en la sociedad actual el sabor amargo forma parte de la dieta (desde vegetales a chocolates o infusiones). Entender mejor cómo funciona es un paso adelante para ayudarnos a generar dietas específica­s o a inventar posologías de medicament­os más agradables para todos los públicos.

Y cabe recordar que los amargos estimulan el hígado en general y ayudan a evitar la formación de piedras en la vesícula biliar. Cuando la producción de bilis es adecuada se previenen anomalías digestivas como las flatulenci­as, las podredumbr­es intestinal­es y el estreñimie­nto.

Sorprende la labor que ejerce el colesterol sobre nuestro sentido del gusto

El sabor amargo tuvo sus funciones evolutivas para detectar sustancias venenosas

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