La Razón (Madrid)

Eugenio, el ganadero «obsesionad­o» con Manuela, confiesa que la enterró

La Guardia Civil encuentra el cadáver de la mujer desapareci­da hace cuatro años en una finca situada a 10 Km de Monesterio

- POR LAURA L. ÁLVAREZ J. M. ZULOAGA

«Empecé a dudar de él a raíz de su comportami­ento tras la desaparici­ón de Manuela. Era una persona con mirada siniestra. Cuando nos cruzábamos a solas por una misma calle me sentía en peligro, salía corriendo. Daba miedo». Así describe a Eugenio Delgado, autor confeso de la muerte de Manuela Chavero, la última persona que la vio con vida, su amiga íntima María Cintado. Muchos fueron los vecinos de Monesterio (un pueblo de unos 4.500 habitantes de Badajoz) que dudaron de este joven tras la desaparici­ón de la mujer de 42 años en la madrugada del 5 de julio de 2016. Introverti­do, con problemas para sociabiliz­ar –especialme­nte con las mujeres– el joven de hoy 28 años (solo 24 en el momento del crimen) vivía «obsesionad­o» con «Manoli», como todos llamaban a Chavero en su pueblo, desde que era un adolescent­e. La belleza y el carisma de la mujer, que tras su separación solía quedar con hombres bastante más jóvenes que ella, pudo llevarle a forzar un encuentro con su amor platónico, aunque Manoli, en realidad, siempre tuvo más trato con el padre de Eugenio, que falleció hace unos años de un cáncer.

Aquella noche, tenía intención de quedar con un chico. Su último mensaje de WhatsApp se envió a la 1:55 horas e iba dirigido a Abraham, un joven de 21 años. «¿Dónde andas? ¿Ya no te acuerdas de mi?», le escribió. Lo siguiente que se supo de ella fue nada: como si se la hubiera tragado la tierra. Es lógico que Abraham fuera uno de los principale­s sospechoso­s de los agentes, pero no el único.

Desde el primer momento los investigad­ores sospecharo­n que en realidad la mujer no planeó salir de casa por cómo se encontraro­n ellos la vivienda: Manoli se había dejado la tele y la luz de la mesilla encendida, el móvil en la mesa y había salido con la ropa que tenía de estar por casa, chanchas incluidas. Tampoco la puerta tenía signos de haber sido forzada. Por eso siempre creyeron que abrió la puerta a alguien que conocía. Las pesquisas pronto se centraron también en Eugenio y fue llamado a declarar varias veces. Las casas de la víctima y este joven solo estaban separadas por una vivienda, apenas a 50 pasos una de la otra, en la calle Cerezo de la localidad. En su primera declaració­n explicó que el día de los hechos había estado en la playa, aunque la realidad es que había ido unos días más tarde. La vida de Eugenio no había sido como la un joven de su edad. Sus padres se separaron de forma traumática y su madre se marchó a vivir a León con una hermana de Eugenio pero él decidió quedarse con su padre. Se dedicaba a lo mismo que él: tenían varias fincas, se dedicaban a la agricultur­a, atendían ganado y era un gran amante de los caballos. De hecho, la Guardia Civil le detuvo este jueves antes de las 21:00 horas en un centro de hípica. El comportami­ento errático del sospechoso durante las últimas semanas y una serie de circunstan­cias habrían llevado a los investigad­ores a acelerar su detención. El detenido había perdido peso de forma escandalos­a en los últimos meses, se mostraba nervioso e incluso dicen que había ido a visitar a un abogado. Son algunos de los motivos por los que barajaron la posibilida­d de que pretendier­a quitarse la vida y, de haberse producido, el cuerpo de Manuela es probable que no hubiera aparecido nunca. Los investigad­ores investigad­ores trataron de que diera un paso en falso, que viera que ellos le pisaban los talones y ponerle nervioso. Como parte de esa estrategia habría sido la inspección ocular practicada en casa de Manuela hace solo unas semanas, el pasado 27 de agosto. Entre otras diligencia­s, los agentes realizaron una simulación sobre la posibilida­d de que a Chavero se la hubieran llevado a bordo de un automóvil, el tiempo que pudo durar la maniobra y el tipo de vehículo utilizado. Era una pieza más de la estrategia para acorralar al culpable, que vivía a solo dos casas y que, por tanto, vería a los agentes merodear cerca. Otro posible recurso podría ser

una supuesta carta anónima que habría recibido Emilia Chavero, la hermana de Manuela, donde se señalaba al culpable y cuya noticia difundimos los medios de comunicaci­ón. Además, se publicó que la misiva habría sido entregada a la UCO que, junto a los agentes de la Policía Judicial de Badajoz, ambos de Guardia Civil, llevaban más de cuatro años trabajando en esta investigac­ión, muy compleja, que llegó a estar en punto muerto y que siempre transcurri­ó de forma paralela a la desaparici­ón de Diana Quer, acaecida el mismo verano. Las similitude­s también se encuentran en la forma de confesión de ambos autores ya que «El Chicle» también dijo al ser detenido que había atropellad­o de forma accidental a Diana y dio hasta tres localizaci­ones diferentes de dónde estaba el cuerpo hasta que la autopsia reveló las verdaderas circunstan­cias de su fallecimie­nto. Por eso ahora es vital el hallazgo del cuerpo de Manuela para saber cómo murió. Y es que, cuando Eugenio fue trasladado a la comandanci­a de la Guardia Civil de Zafra, acabó confesando el crimen.

«Fue un accidente y me asusté»

Aunque admitió ante los investigad­ores que sí estaba implicado en la desaparici­ón de la mujer, dijo que él solo enterró el cuerpo después de que la mujer falleciera de forma accidental por una caída fortuita. Asegura que actuó así porque se «asustó» al ver a Manoli fallecida. Una versión que los investigad­ores creen que lleva cuatro años preparando y que, evidenteme­nte, va encaminada a eludir una más que probable probable imputación por asesinato u homicidio. Sí señaló el lugar de la fosa: una finca que heredó de su padre y que, tras el crimen, habría vendido, por lo que ahora ya no sería el propietari­o. La finca que ha señalado se llama La Dehesa, junto al Camino de Santiago por la Vía de la Plata y está situada a unos diez kilómetros del pueblo.

Hasta allí se trasladó a primera hora de la tarde de ayer la comitiva judicial del Juzgado de Instrucció­n número 1 de Zafra (Badajoz), encargado de la investigac­ión de los hechos y acompañado­s de los agentes de

Judicial que han llevado el grueso de la investigac­ión, del Equipo Central de Inspeccion­es Oculares (ECIO) del Servicio de Criminalís­tica de la Guardia Civil que se desplazó desde Madrid y el Servicio Cinológico (perros rastreador­es), ambos presentes en búsquedas de cadáveres como el de Diana Quer, Laura Luelmo o el pequeño Gabriel. A eso de las 20:00 horas, habrían hallado restos de Manuela en el lugar señalado por el acusado. El cuerpo de la mujer fue trasladado al Anatómico Forenses para su autopsia, que arrojará luz al caso.

El alcalde de la localidad, Antonio Garrote, manifestó ayer que, en el caso de que se confirmen los indicios de la autoría del crimen por fin la familia y también el pueblo de Monesterio podrán descansar de la incertidum­bre que han pasado durante estos cuatro años. Un tiempo en el que el ahora autor confeso ha continuado haciendo vida totalmente normal, algo que sobrecoge a los vecinos. «Saber que alguien que ha hecho algo así seguía suelto y viviendo en la misma casa nos da pavor. Nos hemos cruzado con él mil veces y aunque es un tipo raro nunca le vimos capaz de hacer algo así», decían en Monesterio. Otros vecinos también recordaban ayer que, tras la separación de sus padres, el padre de Eugenio tuvo una relación con una mujer que también murió en extrañas circunstan­cias. Al parecer, fue el propio chaval (ahora autor confeso de un crimen) quien la habría encontrado muerta en la bañera, lo que ayer hizo sospechar a los vecinos de la verdadera naturaleza del óbito de esta mujer.

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Eugenio Delgado tenía 24 años en el momento del crimen, 18 años menos que Manoli
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EFE El detenido también vivía en la calle Cerezo, a unos metros de la casa de Manoli
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EFE Manuela Chavero, de 42 años cuando murió, era muy popular en el pueblo por su belleza

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