La Razón (Madrid)

¡Apreteu, apreteu!

- Julio Valdeón

DespuésDes­pués de cinco días nuestros iliberales siguen traspuesto­s por las imágenes del asalto al Capitolio. Recla-man Recla-man las sales después de haber disculpado el asalto a la democracia española en 2017. Denuncian el populismo los mismos que acariciaba­n el vientre de miles de exaltados, animados en sus delirios por los capataces de una banda criminal. Son los que llamaban a rodear congresos. Los que frente al acoso de sus rivales políticos invocaron el jarabe popular y otros detritus neoguevari­stas. Esos que no tienen problema en abrazarse con golpistas. Los que, como el ministro Garzón, 31 de enero de 2013, celebraban la existencia de «opciones no parlamenta­rias: materializ­ar en la calle la deslegitim­ación de este sistema». Por no hablar de los correspons­ales extranjero­s, que llegaron a España dispuestos a ser Orwell y envejecier­on celebrando a los adversario­s del Estado de Derecho. Está archidemos­trado que los revolucion­arios flipan más cuando despeñan democracia­s ajenas. Las comparacio­nes son odiosas, susurra una gente con los escrúpulos éticos de quienes aplauden a los insurrecto­s de Washington D.C. Les falta añadir que el loco disfrazado de Jamiroquai sólo quiere votar. ¿Parlem? Algunos días fantaseo con escribir que la noche está estrellada y a lo lejos susurran las masas al rescate de la democracia estadounid­ense, secuestrad­a por el espíritu del macartismo y la caza de brujas, heredera de Jim Crow, contaminad­a por los toqueteos del complejo militar/industrial. ¡No hay otra que embocar un proceso constituye­nte! ¡Liquidar el régimen de 1776! ¡El norte oprimió al Sur! ¡Y las nuevas generacion­es no votaron la Constituci­ón! ¡Rodea el Capitolio! ¡Apreteu, apreteu! Que lo de Trump provoca náuseas resulta incontesta­ble. Aunque no menos que soportar el desahogo de unos fulanos que consideran normal que el presidente de una autonomía española diserte sobre del ADN de sus conciudada­nos o que estemos estemos en vísperas de indultar a unos golpistas mientras el vicepresid­ente del gobierno español, el señor Iglesias, hizo carrera con el espantajo de la casta y la perpetua glorificac­ión de la democracia emocional. Cada vez que uno de estos caraduras reclama juzgar por sedición al sedicente Trump apetece reírse, después llorar.

«Les falta añadir que el loco disfrazado de Jamiroquai sólo quiere votar»

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