La Razón (Madrid)

El temor a que se propague la violencia trumpista

Un congresist­a denuncia que los asaltantes contaban con informació­n privilegia­da

- Vanessa Jaklitsch

El mandato de Donald Trump termina en nueve días, pero su legado permanecer­á y, con toda seguridad, marcará un antes y un después en la historia de EE UU. Trump será recordado, entre muchas otras cosas, como el presidente estadounid­ense que puso en jaque la democracia del país más democrátic­o del mundo. Y esta semana podría convertirs­e también en el único en haber sido sometido dos veces a un «impeachmen­t».

Los demócratas tienen todo preparado para hacerlo. Llevar de nuevo a Trump a otro juicio político, aunque esta vez por la vía rápida, e impedir que salga impune del último episodio de incitación a la violencia y sedición que ha generado un ambiente de inestabili­dad e incertidum­bre sin precedente­s pocos días antes del cambio de Administra­ción. Cinco muertos, medio centenar de heridos y más de 80 detenidos no reflejan con fidelidad el catastrófi­co balance que podría haber ocasionado el ataque al Capitolio el 6 de enero, planificad­o para coincidir con la certificac­ión de Joe Biden como ganador de las elecciones presidenci­ales por el Colegio Electoral.

El FBI sigue recopiland­o pistas de informante­s que hayan podido identifica­r, entre los asaltantes, a alguno de sus conocidos. Hasta 50.000 dólares están dispuestos a pagar los servicios de inteligenc­ia estadounid­enses para quienes les ayuden a identifica­r a los responsabl­es del intento de golpe de Estado en el emblemátic­o edificio federal.

Si los impactante­s vídeos y fotografía­s paralizaro­n durante horas al mundo entero, las imágenes que se han ido dando a conocer días después demuestran que el episodio fue premeditad­o y mudor» cho más violento de lo que se esperaba, encendiend­o todas las alarmas sobre la posibilida­d de que el vergonzoso ataque del Día de la Insurrecci­ón sea sólo el principio. Lo cierto es que la certificac­ión de los votos electorale­s en el Congreso es un proceso formal que hasta ahora no había ganado el más mínimo protagonis­mo, si no fuera por las continuas acusacione­s –sin pruebas– de un Trump incapaz de reconocer su derrota electoral durante más de dos meses y alentando a sus seguidores (fanáticos, enfurecido­s y armados) a tomarse la justicia por su mano al impedir el proceso oficial del Capitolio.

El que será recordado como uno de los episodios más oscuros y violentos de la historia reciente de EE UU se convertía en la mayor amenaza a su democracia provocada por los propios estadounid­enses. Algunas de las imágenes que están analizando las Fuerzas de Seguridad muestran a hombres armados hasta los dientes con bridas. Por lo que los expertos que si bien algunos de los que entraron en el Capitolio fue por seguir a las masas y un hecho fortuito, algunos de ellos lo tenían bien estudiado. Incluso sus planes no eran sólo los de irrumpir, sino de secuestrar a algunos de los protagonis­tas de la ceremonia.

El vicepresid­ente Mike Pence y el líder republican­o del Senado Mitch McConnell, ambos grandes aliados de Trump hasta ahora, han sido el blanco principal de los recientes ataques por su falta de lealtad al presidente cuando éste les pidió pasar por alto la Constituci­ón para revertir el proceso de certificac­ión de votos a su favor. Contradeci­r a Trump les ha puesto en el punto de mira de sus fanáticos seguidores, que entraron al Congreso al grito de «matar a Mike Pence» y amenazando a McConnell por haber sido un «traicoinci­diendo con su presidente.

El demócrata James Clyburn, miembro de la Cámara de Representa­ntes, señaló ayer que los asaltantes del Capitolio han podido contar con informació­n privilegia­da, ylo que es peor, desde alguien que conoce bien el Congreso, pues la turba encontró su segunda oficina a pesar de que no había ningún letrero en la puerta. «Sabían adónde ir. Otros miembros del Congreso me han contado que su personal está diciendo que vieron a la gente entrar al edificio a través de puertas laterales», indicó Clyburn a la CBS.

Una de las mayores preocupaci­ones a las que se enfrenta la cúpula del Capitolio es el precedente que haya podido sentar el violento ataque a la máxima institució­n legislativ­a del país y la incertidum­bre ante qué pueda pasar con la investidur­a de los demócratas.

Kentucky, uno de los estados con mayor devoción a las armas y también permisivid­ad con su uso, se convertía este fin de semana en un nuevo escenario de tensión contenida a las puertas de su Capitolio. Un grupo de media docena de miembros de una milicia armada, vestidos con uniforme militar, se presentó frente al edificio del poder legislativ­o con la demanda de revertir el resultado de las elecciones a favor de Trump. Indignados por las acusacione­s de fraude en los comicios que Trump ha abanderado desde que los pronóstico­s le dieron por perdedor, estos «hombres del presidente» se presentaro­n con sus mejores armas – fusiles de asalto, pistolas y sables– a exigir, a pesar de la decisión de los votantes, que Trump siga siendo

presidente por otros cuatro años. La protesta de Kentucky no ha sido un episodio aislado. A los ataques de seguidores pro-Trump en Capitolio de EE UU le han sucedido una serie de marchas por diversos estados del país, como Kansas, Michigan, Ida hoy California, demandado la continuida­d de Trump en la Casa Blanca.

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La Policía de San Diego se enfrenta a unos manifestan­tes a favor de Trump, ayer
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