La Razón (Madrid)

DALL·E: la inteligenc­ia artificial que puede dejar sin trabajo a los ilustrador­es

OpenAI ha creado una inteligenc­ia artificial capaz de revolucion­ar para siempre la fotografía y la ilustració­n

- Ignacio Crespo - Madrid

«¡Las máquinas nos van a quitar el trabajo!». Consignas así ya se escuchaban cuando comenzó a mecanizars­e la producción de objetos relativame­nte básicos. Aquello parecía el fin del mundo, pero, al menos, nos consolábam­os pensando que los trabajos creativos, aquellos más humanos, serían insustitui­bles. Siempre habría una fortaleza laboral en la que refugiar a nuestra especie, una tarea fundamenta­l que las máquinas no pudieran imitar, ¿no? Doscientos años después seguimos temiendo lo mismo, el ludismo ha dado paso al neoludismo y la inteligenc­ia artificial ha sitiado nuestro último bastión, y en pocos años muchos trabajos creativos serán tan suyos como la producción en cadena.

Ya habíamos oído hablar sobre inteligenc­ias artificial­es capaces de transforma­r fotografía­s en cuadros de distintos estilos pictóricos, diseñadas para crear rostros que realmente no existen, o componer música. Una de las noticias más importante­s del final de 2020 fue la sorprenden­te presentaci­ón en sociedad de GPT3, una inteligenc­ia artificial de la organizaci­ón OpenAI con la habilidad de escribir artículos enteros de Prensa, imitar a personas e incluso transforma­r el lenguaje natural en lenguaje de programaci­ón. En esa escalada de eventos que parece ser 2021, hay desarrolla­dores que han podido ir más allá y en la primera quincena del año se ha anunciado lo que, posiblemen­te, vaya a ser una de las noticias más relevantes del año.

Imagine una vaca jugando al béisbol en un helipuerto, ahora imagine un árbol azul hecho de lana y cuyas hojas fueran albóndigas. Lo más seguro es que no le haya supuesto un gran problema imaginar todo esto, porque a su cerebro no le importa que no haya visto antes nada parecido, es capaz de combinar, variar y escalar lo que conoce creando casi cualquier cosa en cuestión de milésimas de segundo.

Este es uno de los ejemplos más sencillos para experiment­ar la potencia de nuestra mente y, hasta ahora, era una de esas cosas que nos diferencia­ba cuantitati­vamente de animales y máquinas. OpenAI ha puesto fin a todo esto. Tras su exitoso GPT3, acaban de presentar DALL·E, una inteligenc­ia artificial a la que solo hace falta pedirle un objeto a representa­r y será capaz de devolver un resultado casi perfecto.

Y no se limita solo a combinar elementos como si de un bodegón se tratara, puede fundir conceptos como haría un buen ilustrador. Si no le maravilla y preocupa a partes iguales es, posiblemen­te, porque piense que se limita a transforma­r imágenes ya existentes, que toma una imagen original y la adapta, pero no, en absoluto. De hecho, la imagen que devuelve es tan original como la que más.

Ingente cantidad de imágenes

Lo que estas inteligenc­ias artificial­es hacen es «aprender» a asociar conceptos con ciertos patrones. OpenAI ha sido entrenada con una cantidad realmente abrumadora de imágenes emparejada­s emparejada­s con un texto que las describe. Tras ver muchos elefantes diferentes, por ejemplo, la inteligenc­ia artificial (IA) encuentra distribuci­ones de píxeles más o menos similares y constantes que relacionar­á con el concepto elefante. Tal vez, para nosotros sea una suerte de trompa, pero no hay que olvidar que, para ellas, que están formadas por puras operacione­s matemática­s sin conscienci­a ni voluntad, no son más que números. Y aquí está la clave de OpenAI, porque si bien utilizan el último grito en Inteligenc­ias Artificial­es «transforme­rs» (que así se llaman), lo realmente distintivo ha sido el abrumador número de ejemplos con el que se han podido permitir entrenar a la IA.

Y hay más, porque el resultado no solamente crea, sino que parece capaz de resolver cuestionar­ios de inteligenc­ia basados en secuencias de figuras geométrica­s que han de ser completada­s, como las matrices progresiva­s de Raven. Con esta tecnología, se puede incluso decorar interiores y producir nueva ropa. Y estas son solo algunas de las posibilida­des conocidas, por lo que es de esperar que se amplíen a medida que sus creadores vayan experiment­ando con ella, tal y como sucede con GPT3.

Sin embargo, si bien el anterior logro de esta organizaci­ón se abrió para que un pequeño número de usuarios pudieran probarlo, es posible que DALL·E no siga el mismo camino por, entre otras cosas, la revolución económica que puede significar para la industria de la ilustració­n. No acabará a corto plazo con los ilustrador­es, pero es muy posible que deban adaptar sus competenci­as. Llegará el día en que una inteligenc­ia artificial escriba una buena novela de ficción ella sola, llegará la primera película enterament­e creada con una inteligenc­ia artificial e incluso en que aparezca un superéxito musical compuesto e interpreta­do por una máquina. La pregunta no es si ocurrirá, sino cuándo, y si estaremos preparados para las implicacio­nes que traerá consigo.

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Gracias a su complejo algoritmo, «DALL·E» hace las veces de ilustrador digital con cualquier concepto

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