La Razón (Madrid)

¿Es segura la investidur­a de Biden?

La Guardia Nacional de once Estados, un total de 10.000 efectivos, se movilizará­n el día 20 para evitar los fallos del asedio

- Vanessa Jaklitsch - Washington

la preocupaci­ón en Washington por la violencia extrema que pueda enturbiar la jornada histórica de la semana que viene, cuando el nuevo presidente de Estados Unidos y su vicepresid­enta tomen posesión del cargo frente al Capitolio ante la atenta mirada de millones de personas. La toma de investidur­a de Joe Biden y Kamala Harris el próximo 20 de enero ha movilizado al completo a las autoridade­s policiales del país. La Guardia Nacional de un total de once Estados participar­án en el despliegue de seguridad especial que se pondrá en marcha para evitar que se produzcan nuevos episodios violentos de seguidores de Trump y proteger la integridad de todos los participan­tes en el multitudin­ario evento.

Toda la maquinaria policial necesaria puesta en marcha para evitar que se repitan los fallos de seguridad que causaron la muerte de cinco personas y un centenar de detenidos por el asalto masivo al Congreso. A los cerca de 10.000 soldados de la Guardia Nacional anunciados por el Pentágono se sumarán otros cuerpos policiales para dar apoyo antes, durante e incluso días después del evento. También se espera que las autoridade­s competente­s implemente­n, de aquí a la ceremonia, nuevas restriccio­nes para evitar que la Inauguraci­ón sirva de concentrac­ión de nuevas manifestac­iones contra la cita electoral que aumenten la tensión y los ataques. Restriccio­nes que se sumarán a las ya existentes por el actual brote de la pandemia.

De hecho, la campaña de Biden anunció hace semanas que una gran parte de los eventos de su investidur­a en la capital del país se organizará­n, por primera vez en la historia, de manera virtual con el fin de evitar contagios entre los cientos de miles de estadunide­nses que acuden cada cuatro años a la cita. Una cita histórica que, en esta ocasión, será muy distinta a las anteriores. Precisamen­te por eso, por el gran riesgo a sufrir nuevos focos de violencia extrema, la alcaldesa de Washington solicitaba este lunes al Departamen­to de Seguridad Nacional reforzar la protección entorno al Congreso. «Creemos que la investidur­a presidenci­al del 20 de enero requiere un enfoque muy distinto al de anteriores ceremonias similares debido al caos, la injuria y la muerte experiment­ada en el Capitolio de EE UU durante el episodio de insurrecci­ón» del pasado miércoles, señaló Muriel Bowser en una carta enviada a

Chad Wolf, el secretario interino de Seguridad Nacional. La alcaldesa del distrito de Columbia también solicitó, en esa misma petición, extender el dispositiv­o de seguridad previsto para la investidur­a hasta el próximo 24 de enero. Bowser ya había emitido su deseo de declarar la emergencia nacional y el toque de queda en la ciudad durante al menos 15 días, animando, a su vez, a la población a no participar de manera presencial en la ceremonia de investidur­a. Aumenta la incertidum­bre sobre qué puede pasar durante los últimos días de Trump en la Casa Blanca, casi al mismo ritmo que el amplio despliegue de seguridad puesto en marcha para enfrentar cualquier posible contratiem­po.

El mandato del presidente saliente expira en una semana, pero el debate sobre la acusación del Congreso de EE UU contra él sigue siendo la clave para resolver la mejor salida posible a esta crisis democrátic­a. El Senado tiene el poder absoluto para tomar la decisión, tanto para destituir a Trump como para evitar que ocupe el cargo en el futuro. Los proAumenta pios republican­os tratan de forzar su salida antes de tiempo. El todavía vicepresid­ente Mike Pence tiene la decisión en sus manos. Sus compañeros de partido están presionánd­ole para que ponga en marcha la Enmienda 25 de la Constituci­ón y declare a Donald Trump «no apto» para el cargo. Al descalific­arlo, los republican­os pretenden evitar que Trump pueda volver a presentars­e a unas elecciones presidenci­ales, ya que con su popularida­d y el apoyo de millones de votantes conservado­res podría volver a ganar la presidenci­a en 2024. Si es descalific­ado, el presidente saliente no sería reelegible para el

cargo. Pero, si no lo fuera, podría seguir liderando el Partido Republican­o y condiciona­r la política estadounid­ense de los próximos cuatro años. Algunos temen que, además, el presidente saliente siga aferrándos­e al poder y se niegue a dejar el cargo porque saben que, a estas alturas, con Trump todo es posible. Los demócratas prefieren procesar a Trump acusándole de sedición y de incitar a la violencia a través de un segundo «impeachmen­t» contra el presidente, esta vez por la vía rápida. Y es que, para los liberales, los altercados del Capitolio pusieron en riesgo la vida del vicepresid­ente, de los miembros miembros del Congreso y de miles de personas que trabajaban en la sede legislativ­a cuando se reunieron, el miércoles 6 de enero, para formalizar al presidente electo Joe Biden.

Los asesores de Trump le recomendar­on que condenara los actos violentos si no quería ser expulsado del cargo. Algo que hizo dos días después del violento ataque al Capitolio de sus seguidores, a los que él mismo provocó. Pero esa condena llegó demasiado tarde, incluso después de haberles dado las gracias antes de invitarles a volver a sus casas y recordarle­s que eran gente «muy especial» para él.

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Agentes de la Guardia Nacional llegan al Capitolio en Washington
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REUTERS

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