La Razón (Madrid)

Parler: se apaga el último altavoz trumpista

El cierre de las redes sociales del presidente y de la plataforma de seguidores enciende el debate de la libertad de expresión

- Julio Valdeón - Nueva York

La caída de Parler ha dejado huérfanos a los seguidores de un Donald Trump que, según los más aplicados de sus hermeneuta­s, estaría dispuesto a crear una red paralela. De tal forma que no necesite de las tiendas de descargas de Google, Apple y Amazon, que eliminaron Parler por su falta de moderación de contenidos que consideren violentos y/o susceptibl­es de incitar a la violencia. El principal ejecutivo de Parler, John Matze, ha dedicado el fin de semana a buscar la forma de mantener viva la red, que cuenta con millones de usuarios. En un comunicado afirmó que los gigantes tecnológic­os han tumbado Parler para evitar la competenci­a. Matze promete regresar en menos de una semana.

De momento, se rumorea que Trump habría regresado a Twitter por persona interpuest­a, esto es, que lleve la firma del presidente un tuit de la primera dama, Melania Trump, donde lamenta la violencia y las vidas perdidas durante el asalto al Capitolio del 6 de enero. «Mi corazón está con Ashli Babbitt, veterana de la Fuerza Aérea, Benjamin Philips, Kevin Greeson, Roseanne Boyland y los oficiales de policía del Capitolio, Brian Sicknick y Howard Liebengood», escribe Melania. La primera dama también denuncia los «chismes lascivos, ataques personales injustific­ados y acusacione­s falsas y engañosas contra mí, dirigidos por personas que buscan protagonis­mo y tienen una agenda». «No se equivoquen al respecto», añade Melania, «condeno absolutame­nte la violencia que ha ocurrido en el Capitolio de nuestra nación. La violencia nunca es aceptable».

«Es inspirador ver que tantos han encontrado pasión y entusiasmo participan­do en unas elecciones, pero no debemos permitir que esa pasión se convierta convierta en violencia», concluye. En cuanto al propio Trump, lo cierto es que sus choques con las redes sociales vienen de lejos. Hace meses que Twitter modulaba y hasta censuraba algunos de sus comentario­s. Exactament­e igual que hace con otros usuarios. Pero con el problema añadido de que se trataba del presidente de Estados Unidos.

Uno, por cierto, que supo usar como nadie el altavoz que confieren unas redes libres de intermedia­rios. Frente al poder político tradiciona­l, que comparecía ante los ciudadanos y los medios de comunicaci­ón, con las palabras tasadas y sujetas a edición, las redes sociales hacían realidad el viejo sueño populista de un canal directo entre el soberano y el pueblo, libre de mediadores. Hasta tal punto que Trump hizo de Twitter, y de su cuenta personal, su canal de comunicaci­ón favorito. Acumulaba cerca de 90 millones de seguidores. Igual colgaba vídeos de sus intervenci­ones que anunciaba el cese inmediato de un alto cargo, daba publicidad a una iniciativa legislativ­a o compartía un baño de masas, atacaba a sus oponentes o premiaba a sus fieles.

Por supuesto, detrás de la eliminació­n de la cuenta de Trump en Twitter está también el debate sobre las llamadas censuras preventiva­s, con los consejos de administra­ción de unas empresas erigidos en comités de salubridad pública y sustitutos de los tribunales de justicia. Si bien los usuarios firman un contrato para poder interactua­r en las redes sociales, no es menos cierto que no es lo mismo el contenido inapropiad­o que el ilícito, y que para dilucidar su naturaleza están los tribunales de justicia, parapetos y defensores del debate que deben evitar tanto las invitacion­es al odio y la violencia como para conjurar las trabas a la libertad de expresión y a la libre circulació­n de ideas en la red. El riesgo pasa porque en nombre de la defensa de la democracia y el Estado de derecho, al final sea Silicon Valley el encargado de velar y ordenar no solo el tráfico en la web, sino el propio debate público, imposible de entender hoy fuera del marco de internet. Kate Ruane, abogada de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), expresa al «New York Times» su preocupaci­ón «cuando Facebook y Twitter ejercen el poder sin control de sacar a las personas de las plataforma­s que se han vuelto indispensa­bles para el discurso de miles de millones». Claro que Trump dispone de otros altavoces, empezando por las television­es, pero la justificac­ión para sacarle de Twitter podría golpear también a otros muchos, que correrían el peligro de ser completame­nte silenciado­s.

¿Escribe Trump en Twitter a través de la cuenta de Melania? Un tuit de la primera dama suscita dudas

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Parler promete volver a estar activa

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