La Razón (Madrid)

UN FINAL MADE IN HOLLYWOOD

- Juan Luis Carrasco

EnEn realidad la verdad no suele superar a la ficción. Ni siquiera en el asalto al Capitolio de Washington por esos pirados disfrazado­s para tal efecto, agitados por Trump. Hollywood ya donó para la serie B algunas entregas de barbaridad­es semejantes con el desenlace que el espectador y las palomitas demandaban, victoria de los buenos y reguero de cadáveres de los malvados. En este asunto, la narración está lejos de que el fundido en negro dé paso a los créditos finales. Faltan las secuencias en los tribunales, que proporcion­arán planos excepciona­les para esta historia de cretinos descerebra­dos, fanáticos desalmados, sociópatas­criminales­y,porsupuest­o,héroescaíd­osyotros afortunada­mente vivos. A la espera de esas escenas, uno de aquellos ídolos dotados con los superpoder­es del celuloide ha protagoniz­ado un cameo sobre el ataque capitalino. Arnold Schwarzene­gger, actor y político o político y actor, alzó la espada de «Conan», el personaje de cómic que le catapultó a la fama, para atizar mandobles a los malhechore­s, censurar a Trump como el «peor presidente» de Estados Unidos y apelar a la memoria y a la dignidad de los norteameri­canosentor­noalaliber­tad.«Nuestradem­ocracia es como el acero de esta espada. Cuanto más se templa, más fuerte se hace. Necesitamo­s reformas para que esto no vuelva a ocurrir, necesitamo­s superar nuestros desencuent­ros y poner por delante la democracia». Sería un broche feliz, de color de rosa, de esos que gustan a la taquilla. Pero ni siquiera en la fábrica de los sueños el guion lo aguanta todo. Como en «Un final made in Hollywood» no sorprender­ía que detrás de las cámaras apareciera el invidente director interpreta­do por Woody Allen.

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