LA MÚSICA EN DIRECTO, FRENTE AL PRECIPICIO DE 2021
UnaUna vez terminado el año de la pandemia, el sector de la música en directo hace balance: las pérdidas provocadas por el Coronavirus en España ascienden a 1.000 millones de euros (serán 1.200 millones en marzo, cuando se cumpla un año) y se calcula que, desde la proclamación del estado de emergencia se han cancelado 25.000 conciertos, según datos de la Federación de Música hechos públicos ayer. Las salas de conciertos habrían sido perjudicadas en otros 120 millones, y las repercusiones indirectas de la cancelación masiva de eventos habría supuesto 7.000 millones. Y, claro, llegados, al fin, a 2021, la pregunta es automática. ¿Qué nos depara este año que acabamos de inaugurar?
Dos noticias han llegado con la misma fuerza ante la mirada del sector. De un lado, la ansiada vacuna ha comenzado a administrarse a la población europea, en el caso de España, quizá a menor velocidad de la esperada. Por otro, una seguramente demasiado virulenta tercera ola de la pandemia azota el continente, en este caso, con algo de menor crudeza a nuestro país. El punto de corte entre ambas líneas es lo que dirimirá el futuro de los espectáculos en directo. Por un lado, la experiencia de este año dicta que los de aforo reducido y con medidas de distanciamiento son completamente seguros. Incluso algunos estudios, como el elaborado por Primavera Sound y un hospital de Badalona, aseguran que, con mascarilla y en local cerrado, también puede garantizarse la seguridad, pero no está respaldado por la suficiente literatura científica y no se ha incorporado a las normativas. Habrá, pues, música en el verano de 2021 como la hubo en el anterior. Sin embargo, el drama, una vez más, se centra en las masas, donde no es posible reactivar el circuito si no es al cien por cien y donde las medidas de seguridad ofrecen, todas, riesgos e importantes vías de agua. Los gigantescos festivales británicos se enfrentan estos días a la dramática incertidumbre y es posible que haya noticias de aplazamientos sonados en las próximas fechas, porque estos eventos necesitan meses de previsión. Puede que algunos aguanten para tomar una decisión unas pocas semanas más tarde y los habrá que se lancen a actos de fe hasta el último momento. Para la mayor parte de los promotores medianos y pequeños y para casi todos los organizadores de macroeventos, un segundo año en blanco resulta financieramente insoportable y podría provocar una debacle absoluta del sector del directo. Quizá asistamos a una situación de creciente tensión, una tensa carrera contra el reloj que de lugar a situaciones kafkianas (si creen que los hemos visto todo, se equivocan) en estos meses. La respuesta, mi amigo, la tiene la vacuna.
«El drama son los grandes eventos, que necesitan normalidad plena para celebrarse»