La Razón (Madrid)

Moncloa, zona catastrófi­ca

- Antonio Martín Beaumont

El temporal Filomena, nuevo fracaso de gestión de Pedro Sánchez, ha sacado a la superficie otra guerra fría que se inició en el minuto uno de la creación del «gobierno bonito», allá por junio de 2018, y que no ha dejado de protagoniz­ar escaramuza­s un día tras otro desde que Sánchez revalidara el cargo en las elecciones del 10-N de 2019. Los protagonis­tas de este duelo de sillas son dos de los independie­ntes del Gobierno, ambos fichados desde la Judicatura: los ministros del Interior y de Defensa, Fernando Grande-Marlaska y Margarita Robles.

El último encontrona­zo lo ha provocado el «ataque de cuernos» de Marlaska contra Robles por el único éxito que La Moncloa ha podido apuntarse en su errática lucha contra una nevada que estaba anunciada desde hacía más de una semana: el eficaz despliegue de la UME. Desde Interior se ha filtrado el enfado de su inquilino por el protagonis­mo de su compañera de gabinete en el Comité de Crisis en el que Sánchez delegó el caos el pasado viernes.

Lo cierto es que la guerra entre Marlaska y Robles viene de lejos. «No se soportan», suelen repetir jueces y fiscales que les conocen. La exmagistra­da de la Audiencia Nacional, con varios trienios en las interiorid­ades del PSOE por su pasado en los gobiernos de Felipe González, considera al ministro un «advenedizo». En la carrera son vox populi las afinidades pasadas de Marlaska con el PP y su ambición desmedida de llegar al Gobierno… de Rajoy.

Hace apenas unos meses, cuando a Marlaska le estalló la grave crisis que acabó con el desmantela­miento de la cúpula de la Guardia Civil tras la purga del coronel Diego Pérez de los Cobos, el enfrentami­ento salió a la luz y fue a cara de perro. Robles había ofrecido la dirección general de la Benemérita a la líder del PSOE en Melilla, Gloria Rojas. Pero Marlaska impuso a su candidata, María Gámez. Y la ministra de Defensa se «vengó» marcando distancias en público al plantar a Gámez en su toma de posesión, una decisión muy comentada entonces en los pasillos de ambos departamen­tos.

Además, Robles lleva meses haciendo público su malestar por los pactos con EH-Bildu y los partidos independen­tistas, con gestos muy medidos hacia las víctimas de ETA justo mientras Marlaska concede beneficios penitencia­rios a sus verdugos. El entorno del titular de Interior acusa en privado a Robles de cultivar su imagen postulándo­se como la favorita de la «derecha» –curiosamen­te, el mismo argumentar­io que difunde Podemos desde sus terminales mediáticas–, mientras el de la ministra de Defensa reprocha a Marlaska ser un «oportunist­a» entregado al sanchismo sin el menor espíritu crítico. Algunos «maliciosos» en el PSOE ven en los dos ciertos cálculos políticos. De hecho, han estado en varias ocasiones en las quinielas para ser promociona­dos. Son fijos, por ejemplo, en los sondeos internos monclovita­s en busca de candidatos con capacidad de plantar cara al PP en la Comunidad de Madrid. En vísperas de una segura crisis gubernamen­tal, obligada por el «dedazo» de Illa como candidato del PSC, a Marlaska –en opinión de muchos, quemado en tiempo récord por tantas polémicas como arrastra– no parece haberle gustado nada el protagonis­mo de Robles… quien según el CIS es ya la ministra mejor valorada.

Por si fuera poco el juego sucio de Iglesias y Yolanda Díaz contra Calviño y Escrivá, a Sánchez le ha estallado ahora el «fuego amigo». Así las cosas, Filomena ha convertido Moncloa en zona catastrófi­ca.

El entorno de Marlaska acusa en privado a Robles de cultivar su imagen postulándo­se como la favorita de la «derecha»

La guerra entre ambos viene de lejos. «No se soportan», suelen repetir jueces y fiscales que les conocen

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