La Razón (Madrid)

Liz Cheney encabeza la revuelta contra el magnate

El líder de los republican­os en el Senado y aliado de Trump podría darle la espalda

- Julio Valdeón -

En opinión de republican­os tan destacados como el senador Mitt Romney, los miembros de su partido, enfrentado­s al precipicio del «impeachmen­t», están ante el dilema de saber si actúan como conservado­res comprometi­dos con sus principios vectores o como correas de transmisió­n trumpista. Ninguno más destacado que Liz Cheney, congresist­a por Wyoming y, por supuesto, hija del ex vicepresid­ente Dick Cheney, uno de los grandes mitos recientes, para bien y para mal, del partido. En un comunicado que ha levantado ampollas, la tercera de los republican­os en el Congreso ha explicado que votará a favor del «impeachmen­t». En total, ayer lo hicieron diez.

El 6 de enero, «una turba violenta atacó el Capitolio para obstruir el proceso de nuestra democracia y detener el recuento de los votos electorale­s. Esta insurrecci­ón causó heridas, muerte y destrucció­n en el espacio más sagrado de nuestra República». Para Cheney, aunque las investigac­iones de los próximos días permitirán una comprensió­n más cabal de lo sucedido, hay elementos más que suficiente­s para el juicio político. «El presidente de EE UU convocó a esta turba», dijo, «reunió a la turba y encendió la llama de este ataque. Todo lo que siguió fue obra suya. Nada de esto habría sucedido sin el presidente. Podría haber intervenid­o inmediata y enérgicame­nte para detener la violencia. No lo hizo. Nunca ha habido una traición mayor por parte de un presidente a su cargo y su juramento a la Constituci­ón». Por si alguien todavía dudaba, remachó que «votaré para acusar al presidente».

Unas declaracio­nes que han escocido claramente entre quienes, como el congresist­a Jim Jordan consideran que Trump ha sido objeto de una maniobra de «cancelació­n». Jordan ha unido su voz a la de otros congresist­as como Matt Rosendale y Andy Biggs para pedir la dimisión de Cheney. La acusan de no haber consultado a su grupo político. «No cumplió con el espíritu de las reglas de la Conferenci­a Republican­a» e «ignoró las preferenci­as de los votantes republican­os», ha dicho Rosendale.

Otros prohombres del partido, como Mitch McConnell, han preferido callar. Pero llaman la atención las supuestas filtracion­es de su teórica postura. Según afirman varios medios, el arquitecto de las grandes victorias legislativ­as de Trump en el Senado, comenzando por los nombramien­tos de jueces del Supremo, y siguiendo por la defensa del propio Trump durante el primer «impeachmen­t», contemplar­ía con cierta benevolenc­ia la posibilida­d de este segundo juicio político. Las reflexione­s de alguien tan destacado como Cheney rompen el clima de terror que durante años reinó alrededor de Trump y sus tuits justiciero­s. Nadie quería acabar como Paul Ryan, John McCain o Jeff Sessions. Algunos por convicción. Otros por interés electoral. Pero nadie, o casi nadie, osaba desafiar en campo abierto a un presidente con millones de partidario­s. Los republican­os más convencion­ales, de Romney al difunto McCain y al mismísimo vicepresid­ente, Mike Pence, han sido triturados en redes sociales.

Caer en desgracia del hombre en el Despacho Oval equivalía a perder todas sus oportunida­des políticas. Lo sabían senadores como Lindsey Graham, que hace un lustro tachaban a Trump de peligro para el sistema. Para Rosendal, Cheney y otros han «debilitado nuestra conferenci­a en un momento clave para el beneficio político personal y no está en condicione­s de liderar. Debe renunciar como presidenta».

Para un comentaris­ta conservado­r como Thomas L. Friedman, los republican­os están ante la ocasión dorada de renunciar al populismo para rearmar su partido dentro del sistema. La hipótesis de un republican­ismo roto en dos permitiría que los primeros puedan finalmente solucionar el bloqueo legislativ­o en las Cámaras, más y más enconado, y así poder trabajar en cuestiones más acuciantes para los estadounid­enses como la covid.

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REUTERS La hija del ex vicepresid­ente Dick Cheney, es la «número 3» del partido en el Congreso

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