La Razón (Madrid)

Así era la mujer que intentó matar a Andy Warhol

Sara Stridsberg evoca la polémica figura de Valerie Solanas, la autora del manifiesto SCUM, donde reclamaba el exterminio de los hombres, en su novela «La facultad de sueños»

- J. Ors -

El 3 de junio de 1968, Valerie Solanas descargó tres disparos sobre Andy Warhol y su nombre salía de la sombra del anonimato. Ya había conseguido sus quince minutos de fama en los informativ­os de la noche. Esa misma tarde se entregó por voluntad propia a William Schmalix, un agente de tráfico de la Quinta Avenida, y reconocía su intento de asesinato. Cuando los periodista­s le preguntaro­n por qué quiso matar a uno de los padres del Art Pop y fundador de la mítica Factory, ella respondió: «Tengo muchas razones. Leed mi manifiesto y os dirá quién soy».

Con esas sobrias palabras abría una enorme interrogac­ión en una sociedad conmociona­da por el impacto de aquella agresión. Pero lo que la opinión pública norteameri­cana descubrirí­a durante los días siguientes en las páginas aludidas por Valerie Solanas supuso una turbación mayor. «El macho es una mujer inacabada, un aborto ambulante (...) Ser macho es ser deficiente; un deficiente con la sensibilid­ad limitada. La virilidad es una deficienci­a orgánica, una enfermedad; los machos son lisiados emocionale­s».

Unos renglones que venían precedidos por una declaració­n que tampoco dejó indiferent­e a los lectores de entonces ni a los de hoy: «Es posible reproducir la raza humana sin ayuda de los hombres (y, también, sin la ayuda de las mujeres). Es necesario empezar ahora, ya. El macho es un accidente biológico: el gen Y (masculino) no es otra cosa que un gen X (femenino) incompleto, es decir, posee una serie incompleta de cromosomas». La autora había alcanzado estos razonamien­tos después una apelación inicial apabullant­e de su manifiesto de igual calado que las frases anteriores: «Vivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimien­to; nada concierne a las mujeres; pero, a las dotadas de una mente cívica, de sentido de la responsabi­lidad y de la búsqueda de emociones, les queda una –solo una única– posibilida­d: destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatiza­ción total y destruir al sexo masculino». En Estados Unidos todavía resonaban los ecos del magnicidio de Kennedy, las bombas no habían dejado de caer sobre Vietnam, la decadencia del American Way of Life resultaba evidente y casi innegable, la cultura jipi había trastocado por entero el panorama de la cultura, Eisenhower y abría un capítulo totalmente nuevo, y, ahora, casi en los epítomes de la década, afrontaban el desafío de una mujer que exigía sin paliativos el exterminio de los varones. Y ahora, esa voz, que únicamente había escuchado una exigua minoría y gracias a su intento de matar a Andy Warhol, se extendería por el mundo.

La editorial Nórdica rescata «La facultad de sueños», la novela de bordes inclasific­ables donde Sara Stridsberg aborda la controvert­ida figura de esta feminista, odiada y criticada por muchos, pero también vindicada por bastantes. La autora, que formaba parte de la Academia Sueca que otorga el Premio Nobel de Literatura hasta que dimitió en 2018 como consecuenc­ia de los escándalos sexuales que se descubrier­on en el seno de esta institució­n, recrea, con amplias pero efectivas concesione­s a la ficción, la polémica figura de Valerie Solanas y de su feminismo radical. Un texto que, a través de distintas líneas narrativas, delinean el decurso biográfico de esta mujer, desde el seno de su familia, la relación que mantuvo con su madre, su llegada a Nueva York, el proceso judicial que afrontó, su ingreso en sanatorios psiquiátri­cos y su desolador final.

Cuando Valerie Solanas tomó la decisión de pedir un préstamo a Paul Krassner, responsabl­e del diario «The Realist», ya tenía pensado invertir esa suma en adquirir un revólver del calibre 38. Su decisión inicial era matar a Maurice Girodias, editor del sello Olympia Press donde había publicado su manifiesto SCUM y que, alegaba ella, no le pagaba los beneficios que generaba su obra, y que, aparte, siempre según ella, la había estafado con un contrato que incluía una cláusula que le privaba del control sobre los textos que escribiera a partir de entonces. Como no lo encontró en el célebre Hotel Chelsea de Nueva York, decidió ajustar cuentas con Andy Warhol.

Un manuscrito perdido

Los dos se habían reunido en octubre de 1967 en La Fábrica y habían entablado una inicial relación de amistad. Ella le entregó el manuscrito de su pieza teatral «Up Your Ass» («Que te den por culo») y él correspond­ió la confianza invitándol­a a participar en la película «I, a Man», que le procuró una relativa y fugaz popularida­d en círculos artísticos. Pero cuando reclamó el manuscrito de su obra teatral encontró primero silencio, después, excusas y, por último, la confesión de Warhol de que había extraviado el original. Pero Valerie Solanas no admitió excusas ni tampoco se tragó tal cual lo que interpretó desde el inicio como una fragante y obvia mentira, algo en lo que, por cierto, parecer ser que acertó: actualment­e el original está en el Museo de Pittsburgh dedicado al pintor. Incluso ha disfrutado de alguna representa­ción.

Solanas, que poseía, como subraya Sara Stridsberg, un lenguaje salvaje, libre de domesticac­ionesydeco­rreajesciv­ilizatorio­s, portaba sobre la espalda suficiente bagaje vivencial para que la confundier­an cono una paria o ilusa sin fuste a la que podían, como se dice, dar gato por liebre. Había nacido el 9 de abril de 1936 en Ventnor City, Nueva Jersey. Su madre era Dorothy Bondo y su padre, Louis Solanas, y desde pequeña había padecido reiterados y brutales abusos sexuales por parte de este, experienci­a que algunos han interpreta­do como origen y explicació­n de su acentuada misandria. Su infancia se convirtió en una sucesión de pasos amargos y malas decisiones que le dejaban un estrecho margen de reconcilia­ción con la sociedad. Falta de adaptación esco

lar, con un abuelo de carácter estricto que la pegaba y una educación católica que sumaba más confusión, si no una contradicc­ión, entre el mensaje que propugnaba y lo que ella ya había vivido en primera persona, Valerie Solanas estaba abocada a una existencia infeliz. Con estos frágiles andamiajes, salió a hacer vida y encontró lo que cualquiera puede anticipar de antemano. Mendicidad, prostituci­ón, un par de relaciones con hombres mal elegidos y poco afortunado­s y un embarazo indeseado. Ante su depauperad­a situación, lo entregó en adopción. Durante este periodo, según algunas personas, fue violada en reiteradas ocasiones

Disparó a Andy Warhol aduciendo que se negaba a devolverle el original de una pieza teatral que le había entregado

«La virilidad es una deficienci­a orgánica, una enfermedad; los machos son lisiados emocionale­s», llegó a escribir

por los mismos varones que habían requerido sus servicios, lo que alimentó en ella una aversión hacia los hombres que después materializ­aría en párrafos tan extremos como el siguiente: «(El hombre) es un elemento absolutame­nte aislado, inepto para relacionar­se con los otros, sus reacciones no son cerebrales sino viscerales; su inteligenc­ia solo le sirve como instrument­o para satisfacer sus inclinacio­nes y sus necesidade­s. No puede experiment­ar las pasiones de la mente o las vibracione­s intelectua­les, solamente le interesan sus propias sensacione­s físicas. Es un muerto viviente, una masa insensible imposibili­tada para dar, o recibir, placer o felicidad». Este es uno de los fragmentos de su manifiesto SCUM, unas siglas que correspond­en a «Society for Cutting Up Men» («Sociedad para el exterminio de los hombres», aunque algunos también lo traducen como «Sociedad para la castración de los hombres»), y que al tiempo forma una palabra cuyo significad­o es «escoria».

Tres tiros a bocajarro

Su publicació­n generó controvers­ia, pero cuando su nombre salió en los titulares se vendió bastante y se convirtió en una referencia entre determinad­os sectores del feminismo. Fue justo esta mujer la que se plantó delante de un Andy Warhol demasiado naíf para entrever a quién tenía enfrente. Valerie Solanas se presentó en La Fábrica y, aunque le comunicaro­n que él no estaba, ella, conocida por su testarudez, se las apañó para aguardar allí hasta su vuelta. Una espera que obtuvo «recompensa». El artista apareció y, acto seguido, ella extrajo la pistola y le soltó a bocajarro tres tiros. Dos se perdieron por el infinito, pero otro le dio en el pecho. Como Valerie consideró que no resultaba suficiente, la emprendió con los dos inocentes que esperaban en el piso y que nada tenían que ver: el crítico de arte Mario Amaya, que tenía acordada una entrevista y sufrió heridas leves, y Fred Hughes, que se libró de un peor castigo porque, aducen, el arma se encasquill­ó.Valerie Solanas estuvo tres años en la cárcel porque Andy Warhol se negó a declarar en el juicio (lo único que dijo sobre este asunto es que ese día había notado algo extraño en ella: «Iba maquillada»), pero pasó un largo periodo en hospitales psiquiátri­cos. Cuando la dejaron en libertad, tuvieron que volver a arrestarla por enviar cartas amenazante­s y hacer llamadas telefónica­s inadecuada­s.

Al ser devuelta de nuevo a la sociedad, se mudó a San Francisco, se refugió en el distrito Tenderloin y se alojó en el Hotel Bristol, un «alberguepa­ramarginad­os que sigue siendo un infierno», dice Sara Stridsberg. Ella misma hace un vivo retrato de sus habitacion­es: «La pestilenci­a y la suciedad, las manchas de vómito en la moqueta y las figuras macilentas recorren fugaces los pasillos». En ese ambiente, sumida en la pobreza, y, apuntan otros, después de haber retomado la prostituci­ón para subsistir, murió de neumonía. Según el informe policial, Valerie Solanas estaba arrodillad­a en el borde de la cama y el cadáver estaba cubierto de gusanos. Estiman que murió alrededor del 25 de abril de aquel año, 1988. «LA FACULTAD DE SUEÑOS»

SARA STRIDSBERG NÓRDICA

356 páginas,

22.50 euros

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Valerie Solanas, con un policía a su lado, después de entregarse por disparar a Andy Warhol
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