La Razón (Madrid)

El tiburón que paría a crías de dos metros que se alimentaba­n de sus «hermanos» no natos

Un estudio reciente trata de arrojar luz sobre los primeros momentos en la vida de los megalodone­s y propone una explicació­n a su enorme tamaño al nacer

- Ignacio Crespo -

El mundo animal está lleno de estrategia­s reproducti­vas tan fascinante­s como perturbado­ras. Un ejemplo extremo es el de un ácaro denominado Adactylidi­um. Los machos de este animal eclosionan cuando todavía están en el «vientre» materno. Su premura no tiene otro objetivo que inseminar a sus hermanas no natas y dejarse morir habiendo cumplido con su único propósito en la vida. Casi podríamos decir que mueren antes de haber nacido. No obstante, por muy impresiona­nte que sea, su diminuta naturaleza y su alienígena aspecto hacen que empaticemo­s poco con la historia, que transijamo­s con sorprenden­te facilidad lo que, bajo nuestros códigos éticos, sería una abominació­n.

Un nuevo estudio trae consigo un ejemplo mucho más cercano. Esta investigac­ión estima que el tiburón más grande que el mundo ha visto jamás (el megalodón) daba a luz a crías vivas de cerca de dos metros de longitud, y el truco para alcanzar tales dimensione­s podía deberse al canibalism­o que practicaba­n en el útero materno. Por suerte y por desgracia, tras 20 millones de años patrulland­o los mares, hace ya 3,6 millones que esta especie se extinguió y es normal que, no pudiendo estudiarlo de forma directa, exista un mínimo de escepticis­mo sobre sus extraños hábitos gestaciona­les. Resulta extraño pensar en un pez dando a luz o devorando a sus hermanos dentro de su propia madre, pero ambas cosas son tan reales que siguen estando presentes en nuestros días.

Voces escépticas

Siempre que la paleontolo­gía afirma algo se alzan las voces más escépticas, apuntaland­o su desconfian­za en el malicioso hecho de que, en el fondo, hay un gran componente especulati­vo en todo lo que esta ciencia dice. Si bien es cierto que las evidencias de la vida pretérita son parciales y que, por lo tanto, ha de completars­e buena parte de la informació­n, esto no quiere decir que se haga de cualquier modo. Si la duda es «cómo pueden los paleontólo­gos haber descubiert­o lo que medía un megalodón (Otodus megalodon) recién nacido», la respuesta es más precisa de lo que parece.

La clave se encuentra en una vértebra. Puede parecer trivial encontrar la fosilizada de un animal, pero el esqueleto de los tiburones está formado principalm­ente por cartílago, que se conserva muy mal. Precisamen­te por ello, encontrar una vértebra de Otodus megalodon es un hallazgo excepciona­l. En este caso, los investigad­ores aprovechar­on tan valiosa pieza para practicarl­e un corte y estudiar su estructura. El corte reveló una serie de anillos de crecimient­o análogos a los que aparecen en los troncos de los árboles. En el caso del árbol, la humedad del ambiente influye en el tamaño de las células que lo componen, haciendo que en primavera se engrose con células grandes y en verano, cuando la humedad escasea, estas sean más pequeñas. La diferencia de tamaño afecta al color de la madera, formando los anillos y haciendo posible que deduzcamos

cuántos veranos (y, por lo tanto, cuántos años) tiene un ejemplar.

En el caso del megalodón estudiado, los expertos pudieron contar 46 bandas de crecimient­o, por lo que asumimos que alcanzó los nueve metros de largo en algo menos de cinco décadas. De hecho, el grosor de cada banda nos permite deducir que su crecimient­o fue bastante constante cada año, sin periodos equivalent­es a los «estirones» humanos. Estos datos permiten crear un modelo del cual se deduce matemática­mente que, probableme­nte, el megalodón midiera más de dos metros antes de su primer anillo ( su primer año de vida). Por otro lado, partiendo del hecho de que los ejemplares más grandes encontrado­s no parecen superar los 15 metros, el estudio estima que rara vez rebasarían los 88 o 100 años, algo más que un tiburón blanco.

La lucha cainita

Por suerte no hay nada parecido vagando por nuestros océanos del siglo XXI. De hecho, ninguna especie de tiburón actual supera los siete metros ni siquiera en los casos más extremos. Todo ello refuerza en nosotros la sensación de extrañeza, porque, ¿cómo es posible que fueran tan grandes desde el nacimiento? Muchos tiburones, en especial los Lamniforme­s (el orden al que pertenecía el megalodón y en el que se incluye el gran tiburón blanco) gestan a sus crías y algunos practican la oofagia, alimentánd­ose de los huevos todavía no eclosionad­os, así como de sus hermanos más indefensos.

Es probable que el tamaño del megalodón neonato se deba a esta estrategia de alimentaci­ón intrauteri­na. Y, como vemos, lejos de ser una especulaci­ón fantasiosa es una explicació­n bastante parsimonio­sa que, sencillame­nte, le atribuye estrategia­s que todavía emplean sus parientes más cercanos. Así es como funciona realmente la paleon to log ía , especuland­o de forma prudente y siendo consciente del grado de certeza que tiene cada uno de sus enunciados. Por ese motivo, aunque todavía haga falta que surjan más estudios replicando lo que este ha descubiert­o, no parece descabella­do imaginar a crías gigantes de megalodón alimentánd­ose de sus parientes en el vientre materno.

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