La Razón (Madrid)

Ter Stegen, qué porterazo

Inmenso en la tanda de penaltis que decidió Riqui Puig. El Barça, a la final de la Supercopa

- Francisco Martínez

Ter Stegen se hizo gigante y sólo así la Real Sociedad hincó la rodilla. Primero con sus paradas en la prórroga, pero sobre todo en la tanda de penaltis, porque el partido, el partidazo, tenía que acabar en algún momento y tuvo que ser desde los once metros. Dos detuvo el alemán, otro fue al palo, pero Griezmann desaprovec­hó la primera oportunida­d de victoria. A las nubes la mandó... Finalmente Riqui Puig no perdonó y ya tiene su momento de gloria en esta rara temporada para él.

«El fútbol es tan raro...», reflexiona­ba Ronald Koeman. Estando en el campo tocones como Pedri o De Jong y regateador­es como Dembélé, la acción que desniveló la balanza en el primer tiempo la hizo el peleón Braithwait­e: recibió de espaldas, aguantó, filtró el pase a Griezmann y el francés centró templado para que De Jong marcara en un complicado remate de cabeza.

El caso es que así tomó ventaja el equipo de Koeman ante un rival que volvió a demostrar su valentía. Menudo arranque de la Real Sociedad, menudo partido, con una propuesta radical de presionar y apretar con todo. Parecían poseídos los muchachos de Alguacil, sin guardarse una gota de sudor, casi hombre a hombre con los azulgrana con el riesgo que supone, porque al más mínimo fallo, a la espalda queda mucho terreno libre. Le funcionó durante un rato largo, la cuestión era si podría sacar ventaja goleadora de ello. Se veía agobiados a futbolista­s de calidad como Busquets o De Jong, perdiendo balones porque apenas había un respiro para controlarl­os, y además no estaba Messi, que suele ser la solución. El argentino anda con problemas en el bíceps femoral de la pierna izquierda y el Barça no arriesgó con él. La Real amenazó, sobre todo con un remate de Isak tras una buena acción de Oyarzabal, que Ter Stegen evitó. Se vivía en el área del portero alemán, pero las fuerzas tienen un límite y esa manera de correr decrece con el paso de los minutos. Pasada la media hora fue cuando tuvo un pequeño respiro el Barcelona, más control, más pases, aunque sin mucha profundida­d. Sin Leo, su gran amenaza ofensiva era Dembélé, que va un poco a lo suyo y se atreve con todo. Parecía el hombre para los barcelonis­tas, pero hasta el descanso la acción decisiva fue la de Braithwait­e.

Aceptó el Barcelona jugar un partido a alta intensidad y la Real no cambió el plan. No tenía motivos para hacerlo porque así había dificultad­o a su rival. Estaba siendo un duelo de poder a poder y el penalti de De Jong por mano nada más volver de los vestuarios igualó también el marcador. Fue protagonis­ta en las dos áreas el holandés. No perdonó Oyarzabal desde los once metros. Es que nunca lo hace... ¿O sí? La respuesta, después. Porque todo siguió igual. Era como si sonaran las trompetas: presión, transición a un lado y a otro y sin hacer caso al cansancio ni en la prórroga, en la que los donostiarr­as tuvieron más oportunida­des, pero empezaron a sufrir a Ter Stegen, sobre todo Januzaj en un tiro de falta que fue al palo, pero porque el portero la tocó. Fue el preámbulo de la exhibición del germano, que paró a Bautista y Oyarzabal e intimidó a Willian José para que Riqui fuera el protagonis­ta inesperado y confirmara que sí, que el fútbol «es muy raro».

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AP Ter Stegen, en el penalti que paró a Oyarzabal en la tanda que decidió la semifinal de la Supercopa

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