La Razón (Madrid)

Otra vez la rampa

- Pepe Lugo

Asaltar el Capitolio ha sido la última novedad del verdadero mundo «outsider» contemporá­neo. La entrada de los vándalos en el templo de la democracia norteameri­cana dejará una huella mayor en la Historia, como otros tantos asaltos y tomas, que la laxa legislatur­a de Trump en la Casa Blanca. En puridad, ¿qué ha hecho este hombre más allá de lanzar bravuconad­as? Los totalitari­smos necesitan una puerta y un ariete para dotarse de la autoridad que los hechos y la realidad no les otorgan. Desde la Bastilla hasta el Cuartel de Moncada, pasando por el Palacio de Invierno. Hay que reventar las institucio­nes para imponer las propias, así está escrito con letras de oro en el manual del autoritari­o sin que encontremo­s recambio a este ejemplo de soberana memez humana. Sin alternativ­as, Iglesias, reconducid­o guerriller­o televisivo y ahora vicepresid­ente de la coalición (I Año Mortal), entiende que para machacar las institucio­nes se necesita un mecanismo más sutil. Querer llevar al Parlamento las supuestas prácticas irregulare­s de Don Juan Carlos, pese a que ya se investigan en el Supremo, resulta una ruptura del pacto constituci­onal de proporcion­es similares al asalto al Capitolio. Le guste o no, la Corona supone, hasta el momento, el principal sostén de la democracia. Sistema que, paradojas de la vida, permite participar de la vida política a partidos cuyo fin es acabar con el sistema. En Venezuela o Cuba no se estila. La cuestión es más profunda, lo que anima a Iglesias no es más que el español sentido de revancha que anida en Podemos. Al tratar de llevar al Parlamento a los beneficiar­ios de las polémicas tarjetas se quieren repetir los «juicios populares» que tanto han avergonzad­o a la Humanidad en los últimos 200 años y no hace falta volver al cadalso ni a María Antonieta. A la Infanta Cristina se le quiso imponer la pena de la «rampa» en el juzgado de Palma para contentar a la plebe. De eso hablamos ahora.

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