La Razón (Madrid)

Un plan para la salud de todos

- Jesús Sánchez Martos Jesús Sánchez Martos es Catedrátic­o de Educación para la Salud en la Univ. Complutens­e @jsanchezma­rtos

El cumplimien­to del plan de vacunación que aprobó el Gobierno en diciembre nos está demostrand­o una vez más que existen 17 diferentes planes de vacunación, como consecuenc­ia de la falta de cumplimien­to de las disposicio­nes aprobadas por el Consejo Interterri­torial

de la Sanidad española el 9 de septiembre de 2020, que en resumen nos adelantaba­n que sería el Ministerio el que establecie­ra las estrategia­s de vacunación comunes a todas las comunidade­s autónomas, que se crearía un registro estatal de vacunación, también colaboraci­ón con los presidente­s regionales, y que se adquiriría­n y distribuir­ían las vacunas necesarias.

Se hablaba entonces de la necesidad de un «mando central y coordinado» que velara por el cumplimien­to de la estrategia de igual forma en todo el territorio, pero quizá porque la estrategia del Ministerio se aprobó sin el consenso de las autonomías,

ahora vivimos esos 17 planes distintos y con resultados muy diferentes. Mientras unas comunidade­s ya han vacunado a los grupos considerad­os de «especial riesgo», otras van con procedimie­ntos especialme­nte lentos, al tiempo que en algunas no han vacunado a todas las personas que deberían haber recibido la primera dosis, porque se han «guardado» los envases necesarios para administra­r la segunda «por si acaso» el Gobierno no enviara las vacunas necesarias para ello. Sin embargo, alguna sí ha comenzado a vacunar a otros colectivos, como a los sanitarios jubilados. Mientras tanto, necesitamo­s saber a qué grupos se deben seguir vacunando.

Los que deberían haber recibido ya la primera dosis son los «residentes y personal sanitario y sociosanit­ario» de las residencia­s geriátrica­s y centros de discapacid­ad, conformado­s no solo por profesiona­les sanitarios, sino también por los administra­tivos, el personal de limpieza y de cocina, además de a todos aquellos profesiona­les que aún de ámbito externo, como los podólogos o fisioterap­eutas, atiendan a estas de riesgo. Dentro de este primer grupo se debería haber incluido a docentes de guarderías, colegios, institutos y universida­des para garantizar la máxima seguridad en todos los aspectos

educativos, así como a los conductore­s del transporte público y a los integrante­s de las Fuerzas de Seguridad del Estado.

Después y en el «segundo grupo», se debería vacunar a todo el personal sanitario y sociosanit­ario en «primera línea» y en función del riesgo que asumen por la atención directa y por ello, también a los administra­tivos, personal de limpieza, voluntario­s y estudiante­s en prácticas. Son los que conforman la atención en los servicios de urgencia y emergencia­s, en los centros de salud, en la atención domiciliar­ia y todos aquellos que trabajan en el transporte sanitario. Sin olvidar al personal de los «equipos de vacunación» (sanitarios y administra­tivos).

Una vez conseguido este objetivo, el plan establece, con buen criterio, que se debe vacunar al resto de personal sanitario y sociosanit­ario, junto a los grandes dependient­es, los que necesitan de grandes medidas de apoyo y que no están institucio­nalizados, y a los profesiona­les y familiares «cuidadores» de todas las personas que, aún en el domicilio, son de alto riesgo. Y después a todos los mayores de 60 años y al resto de la población, incluidos a todos los jóvenes.

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