La Razón (Madrid)

Una fiebre de perdones

El magnate tiene previsto firmar otra batería de indultos –no menos de cien– entre los que podría estar Assange

- J. Valdeón - Nueva York

Faltaba una última marea de indultos presidenci­ales. La tradición aconseja que en sus penúltimos días los presidente­s salientes conceden graciosame­nte varios perdones. Lo hicieron todos o casi todos y Donald Trump había encadenado algunos muy sonados. Pero la batalla por los resultados electorale­s del 3 de noviembre, sus maniobras para tratar de impedir que los legislador­es certificas­en el resultado de los colegios electorale­s, parecía haber orillado la fiebre de perdones. Y eso que en todo este tiempo no se dejó de rumorear con la hipótesis de que Trump intente perdonarse así mismo, temeroso de que a sus problemas con el fisco pudiera añadirse los derivados del asalto al Capitolio.

Los medios hablaban de una larga lista de perdones posibles, no menos de cien, en la cuentan que figuran delincuent­es de perfil bajo junto a otros de gran relumbrón, incluida alguna estrella de la música, médicos con buenos contactos en la política y, quién sabe, hasta el mismísimo Julian Assange, reclamado por la fiscalía de EE UU. Por supuesto nada generaría más controvers­ia que perdonar a alguno de los implicados en los sucesos del 6 de enero. Las discusione­s se habrían sucedido en los últimos días y otro de los nombres recurrente­s era el de Steve Bannon, fiel asesor e ideólogo con el que rompió amarras pero nunca completame­nte, y hoy acusado de fraude en un oscuro caso relacionad­o, cómo no, con la frontera y el muro. Aunque la caída del ex periodista de Breitbart News fue notoria, aunque en su momento cruzaron epítetos poco amables, si alguien puede presumir de haber forjado la ideología trumpista, que pelea por subsistir en un partido republican­o roto en dos mitades, es sin lugar a dudas Bannon. Hace apenas un mes de sus indultos a sujetos tan notables y notorios como su jefe de campaña en 2016, Paul Manafort, a su amigo, Roger Stone y al multimillo­nario

Charles Kushner, padre de su yerno, Jared, marido de Ivanka Trump. Cuando trascendie­ron, el senador republican­o por Nebraska, Ben Sasse, habló de una maniobra«podridahas­talamédula». Kushner contrató a una prostituta para que se acostara con su cuñado, grabar el encuentro y chantajear­lo. Stone y Manafort, lobistas legendario­s, mintieron a la fiscalía y al FBI. Igual que el al ex consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, celebre por haber engañado a los investigad­ores, y al mismísimo vicepresid­ente, Mike Pence, acerca de sus contactos con el embajador ruso en EEUU, cuando antes de las elecciones de 2016 le reclamó que Rusia no tomase medidas diplomátic­as contra EE.UU. a la espera de conocer los resultados electorale­s. Fueron también sonados los indultos de otros dos condenados como consecuenc­ia de la investigac­ión del llamado «Rusiagate», George Papadopoul­os, y el abogado Alex van der Zwaan.

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