La Razón (Madrid)

No ha sido la derecha

- Juan Ramón Lucas

«Lo dicho por Iglesias y su reacción le vuelven a colocar como lo que es: intolerant­e y dogmático»

ElEl vicepresid­ente del gobierno se ha mostrado encantado de que lo que él llama medios de la derecha o medios de la izquierda con propietari­os de la derecha –sabemos bien usted y yo a quién se está refiriendo, ¿verdad?– se asomen a la memoria histórica.

Pretende el pretencios­o tirar unos chupitos de tinta de calamar que desdibujen su grosera ofensa al exilio republican­o por la vía de envidar más, como en el mus. Y puesto que a él nadie le gana en lo de preservar memorias de la izquierda, estima que su comparació­n no sólo no es ofensiva, sino que ha servido para que los fachas conozcan y defiendan la memoria de los horrores del franquismo.

Es como si a uno le pillan robando y al ser descubiert­o hace como que está colocando las cosas en lugar de llevársela­s. El ejemplo es burdo, sí; pero la estrategia también.

Iglesias culpa a la derecha ejercitand­o una vez más el músculo de la manipulaci­ón que con tanta tenacidad desarrolla. Pero no ha sido la derecha quien ha comparado la acomodada fuga de un prófugo burgués, de derechas y buscado por la justicia de un país democrátic­o, con el exilio de medio millón de personas que salieron del país para huir de la muerte y la represión de una dictadura. No ha sido la derecha.

Tampoco ha venido desde la derecha la crítica más amarga. Ni le ha pedido la derecha disculpas. Asociacion­es de Memoria

Histórica, de apoyo al exilio y familiares de exiliados políticos durante el franquismo han exigido al vicepresid­ente que rectifique o al menos pida disculpas.

Pero Iglesias, que, como hubiera dicho mi admirado Martín Prieto, debía estar en el baño cuando se repartió la virtud de la humildad, no sólo no rectifica o pide excusas, sino que saca pecho y dice que a él a republican­o y defensor de la memoria histórica no le gana nadie.

La cuestión no estaba en duda, ciertament­e, hasta que él mismo la ha puesto. Ni fue una trampa ni alguien ha cortado, troceado o descontext­ualizado la frase en una entrevista. Dijo lo que dijo, y además lo acompañó de un contundent­e «y lo digo claro». Clarísimo. Tanto como para ofender a su propia afición. Y mucho.

Pero eso no cuenta o no quiere verlo. Si algo se agita o le perturba tiene que venir de la derecha. Aunque la realidad muestre lo contrario, aunque la ofensa y la queja por ella, las exigencias de excusas y el ataque a la memoria, ocupen el territorio opuesto. NO importa. Los buenos están en su lado, y cualquier suerte de oposición o crítica tiene que ser del otro.

La realidad nunca es superior a la ensoñación del sectario.

Lo dicho por Iglesias y su reacción ante el revuelo le vuelven a colocar como lo que es: intolerant­e y dogmático.

NO es la derecha la que se asoma gracias a él a la memoria histórica. Ese burdo argumento no hace sino desnudar las carencias de Iglesias. Es la izquierda verdadera, la histórica y su memoria la que ha sido ofendida por una comparació­n tan grosera como sería la de considerar al tipo de los cuernos del capitolio como un activista de Greenpeace sólo porque lleva unas pieles encima y se manifiesta contra el Sistema.

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