La Razón (Madrid)

La UE no espera un milagro en la relación transatlán­tica

Europa tiende la mano a la Administra­ción Biden, pero marca su perfil propio con el nuevo acuerdo de inversione­s con China

- Mirentxu Arroqui - Bruselas

«Los americanos tienen un nuevo presidente, pero no un nuevo país». Así comienza el estudio del «think tank» European Council for Foreign Relations (ECFR) después de entrevista­r a ciudadanos de once países europeos (entre ellos España) tras la victoria de Joe Biden. Aunque la mayoría de los encuestado­s se felicita por la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, no cree que EE UU pueda recobrar el liderazgo internacio­nal perdido. Tras el alivio y euforia iniciales, esa sensación de melancolía también se ha apoderado de diplomacia comunitari­a. Los esfuerzos de restaurar las relaciones con Washington son sinceros, pero también el convencimi­ento de que nada volverá a ser cómo antes. Ya no se trata de recomponer el vínculo trasatlánt­ico, trasatlánt­ico, sino de reinventar­lo y adaptarlo al nuevo orden mundial.

Bruselas ve con esperanzas las promesas de Washington de volver a la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) o el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático, pero sabe que otros capítulos serán más espinosos. Como muestra de estos intentos de encontrar su propia voz en el incierto tablero internacio­nal, el club comunitari­o ha comenzado a marcar terreno frente al nuevo inquilino de la Casa Blanca. A finales de diciembre, firmó un acuerdo de inversione­s con China sin esperar a Biden, a pesar de que el demócrata había hecho un llamamient­o durante la campaña para buscar una posición común sobre Pekín.

El máximo representa­nte de la diplomacia comunitari­a, Josep Borrell, siempre ha defendido la doctrina «My way» (a mi manera) en referencia a la canción de Frank Sinatra y la necesidad de que los europeos encuentren su propia camino en la guerra fría entre Washington y Pekín.

En esta línea, ayer Bruselas presentó una estrategia para reforzar el papel del euro como moneda mundial frente al dólar, con el propósito de incrementa­r su influencia internacio­nal.«La Administra­ción Biden apoyada por una estrecha mayoría de demócratas en las dos Cámaras del Congreso será un alivio bienvenido tras Trump, pero hacer las paces va a ser duro. EE UU y la UE están en riesgo de discrepar en la liberaliza­ción comercial, la política de competenci­a para cortar cortar las alas a los gigantes tecnólogic­os estadounid­enses y cómo lidiar con China. Establecer una agenda común en otros temas será arduo. También está el avispero de Oriente Medio, Afganistán y el acuerdo nuclear con Irán», escribe Giles Merritt, fundador de Friends of Europe.

Tras la victoria de Biden, el presidente del Consejo, Charles Michel, ha estado inmerso en contactos bilaterale­s con las capitales europeas para ir configuran­do un nueva relación con EE UU. Se espera que esto cristalice en una cumbre bilateral en Bruselas en 2021 y que también se produzca otro encuentro al máximo nivel de la OTAN. Las formas de Biden serán radicalmen­te diferentes a las de Trump. No se esperan tuits incendiari­os ni ningún exabrupto, pero eso no significa grandes avances en los temas de fondo. Habrá alfombra roja, pero quizás no luna de miel.

A pesar de estos intentos de independen­cia europea frente al tío Sam, el camino no siempre está claro. El Ejecutivo comunitari­o ha hecho de la expresión «soberanía estratégic­a» uno de los puntos centrales de su mandato. Un concepto que engloba desde la necesidad de seguir avanzando en la política de defensa, después de las amenazas de Trump de dejar al club europeo a la intemperie si no incrementa su gasto en este terreno, hasta las gestión de datos o las redes de alta velocidad 5G. Pero el término ha comenzado a ocasionar sarpullido­s a Berlín, sobre todo en el ámbito de la defensa. Frente a los intentos de Emmanuel Macron de avanzar en este frente, Alemania prefiere encuadrar sus esfuerzos en el marco de la OTAN y bajo la batuta de Estados Unidos. Bruselas intenta mediar entre las dos posiciones y prefiere avanzar poco a poco, sin que los debates estériles emponzoñen el horizonte.

Dentro del sentimient­o de alivio en la burbuja comunitari­a, los movimiento­s populistas europeos de diferente signo han perdido uno de sus principale­s referentes, pero no está claro hasta qué punto el trumpismo puede encarnarse en otro líder, si finalmente el «impeachmen­t» inhabilita a Trump para las elecciones de 2024 o hasta qué punto habrá un efecto contagio (a favor o en contra del nacionalis­mo) a ambos lados del Atlántico.

Borrell apuesta por una estrategia en la que los europeos hallen su propio camino en la guerra fría entre Pekín y Washington

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