Querían tanto a Cristina
David del Cura
El viernes escucharemos a Cifuentes en el «caso Master» acusada de inducir a la falsificación de actas. La auditoría a la universidad española que se prometió quedó bloqueada por la carrera de uno y la tesis del otro. Ese nunca fue el tema.
Escuchar lo que dijo la entonces Presidenta el 21 de marzo de 2018 en la Brújula de Onda Cero y lo que el lunes confesó la directora del Máster,Rosado, resulta grotesco.
Podría pasar por cacería pero en este documental la Gacela Thomson no era tal y coqueteó con el guepardo. No se entiende lo sucedido sin el recorrido hasta la Presidencia y cómo decidió embriagarse de esa poción mágica que mana del despacho de la Puerta del Sol y tiene el don de la euforia, la inmunidad y hasta de la sensación de impunidad.
Tiene un problema, quien la prueba nunca sabe cuando se terminan sus efectos. Cifuentes llegó a la Delegación del Gobierno (buen trampolín) por quien llegó; fue candidata por lo que fue y por quien fue. Al llegar al poder decidió matar al padre y a la madre y se dio a esas «conspiraciones de Madrid» de las que habla Iván Redondo y responder a garrotazos a «las presiones» que denuncia Pablo Iglesias.
El personaje tenía planta y relato pero iba descalza y cuando pisas callos con los pies desnudos avisas y no haces daño así que excitas los instintos.
Entonces alguien recordó el Master «nonato» y los nuevos amigos silbaron, los lazarillos se escondieron y la defensa vehemente de aquello agotó su credibilidad.
Herida, cansada y sola llegó el tiro de gracia. Los que valen por su fondo de armario sacaron la ropa vieja. De este máster solo nos queda una lección para políticos y una carrera rota, sin máster.