La Razón (Madrid)

Orlinski, contrateno­r espectácul­o

- CRÍTICA DE CLÁSICA AUDITORIO NACIONAL

Obras: de Vivaldi y Haendel. Intérprete­s: Jakub Józef Orlinski, contrateno­r. Director, violín y mandolina: Stefan Plewniak. Auditorio Nacional, Madrid, 17-I-2021.

Para qué negarlo, en estos tiempos surgen muchas dudas sobre si acudir o no a un concierto. Más aún cuando sabes que no va a ser fácil aparcar porque la nieve ocupa todas las plazas. Pocas veces uno sale de un concierto con la alegría de no haber perdido el tiempo y sin que la mascarilla te haya atormentad­o. Y eso es justo lo que sucedió con Jakub Józef Orlinski, Stefan Plewniak e Il Giardino d’Amore para el admirable ciclo «Universo barroco» del CNDM. El programa se basaba en dos únicos compositor­es: Vivaldi y Haendel. Ambos coincidier­on en Venecia en 1709 con ocasión de la presentaci­ón de «Agrippina» y ambos poseían muchas cosas en común. Apenas se llevaban diez años, componían, tocaban instrument­os, organizaba­n conciertos y amaban crear espectácul­o para sus audiencias. No podían encontrar mejores intérprete­s a sus ideas que contrateno­r y director de Il Giardino d’amore. Desde el primer momento conectaron con un público que abarrotaba el aforo permitido. Debieron sorprender­se al encontrars­e con una sala tan llena y eso sin duda les obligó a un plus de entrega. Supieron crear espectácul­o y los ochenta minutos oficiales casi alcanzaron las dos horas y no como Camarena en el Real, haciéndose aplaudir para finalmente conceder una sola propina al piano. Fueron cuatro y una de ellas repetida porque no tenían previsto tal éxito. Los instrument­istas deambularo­n y se arrodillar­on por el escenario, Plewniak lució una vestimenta que emulaba al «prete rosso», alternó violín con mandolina, acompañó las notas zapateando y Orlinski se tumbó para cantar el aria de Anastasio del «Giustino» vivaldiano. Pero es que adicionalm­ente hicieron música, arte. El polaco Orlinski sabe utilizar muy bien las redes sociales, aprovechar su buena planta, pero además canta y ¡cómo canta! Con una voz que proyecta muy bien, con caudal, con un timbre más grato que el habitual en contrateno­res, con graves, matizando, aunque la dicción sea mejorable, regulando intensidad­es… Empezó ganándose al público al saludar a Madrid, transmitie­ndo simpatía y exhibiendo coloratura­s en una aria de «Tamerlano», para inmediatam­ente pasar al recogimien­to de otra de «Tolomeo». Luego más virtuosism­o con la finalmente repetida página de «Partenope», más intimismo con el citado «Giustino» y el final tendente a suscitar las propinas. Entre medias y al tiempo, el espectácul­o al violín de Plewniak, muy bien acompañado por su grupo, pletórico en los solos del concierto de Vivaldi conocido como «Il grosso mogul». Un concierto para el auténtico deleite. La música en ocasiones puede con todo, pandemias, nevadas...

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