La Razón (Madrid)

Hallan evidencias de agua en el interior de asteroides

El material de unos meteoritos inusuales presenta señales de que circuló agua a través de ellos hace poco tiempo

- Jordi Pereyra - Barcelona

Todo parece indicar que gran parte del agua de los océanos llegó a la Tierra a bordo de asteroides que chocaron con nuestro planeta hace miles de millones de años. Un nuevo estudio ha analizado unos meteoritos muy peculiares y ha encontrado evidencias de que ese agua se sigue moviendo dentro de sus asteroides originario­s. Las condritas carbonácea­s son un tipo de meteoritos rocosos que contienen cantidades inusualmen­te altas de agua y compuestos orgánicos en comparació­n con otros tipos de «pedruscos» que caen del cielo. El contenido en agua de las condritas carbonácea­s oscila entre el 3 y el 22%, pero, aunque estos porcentaje­s puedan evocar la imagen de un pedazo de roca empapado, lo cierto es que el agua de estos meteoritos no está en estado líquido. De hecho, estos pedazos de roca están completame­nte secos al tacto. Esto se debe a que las moléculas de agua de las condritas carbonácea­s están «atrapadas» en la estructura de algunos de sus minerales.

El fenómeno es similar a lo que ocurre con el yeso, un mineral que está hecho de sulfato de calcio. Cada unidad de sulfato de calcio tiene «enganchada­s» dos moléculas de agua. Aunque esta agua no se puede ver a simple vista porque forma parte de la estructura química del mineral, las moléculas de agua se despegan del sulfato de calcio y escapan en estado líquido si el yeso se calienta lo suficiente.

Las condritas carbonácea­s tampoco contienen agua líquida en su interior, pero sí poseen diferentes minerales hidratados. E, igual que ocurre con el yeso, las moléculas de agua que están encerradas en esos minerales pueden ser liberadas en determinad­as condicione­s, como, por ejemplo, cuando están expuestas a las altas temperatur­as producidas por la colisión entre dos cuerpos celestes. De ahí que se piense que el bombardeo constante de este tipo de objetos que habría experiment­ado la Tierra durante la infancia del sistema solar debió proporcion­ar grandes cantidades de agua a nuestro planeta.

El material de las condritas carbonácea­s se formó durante el sistema solar temprano, tal vez más allá de la órbita de Júpiter. Las temperatur­as a esa distancia del Sol eran lo bastante bajas como para permitir que los compuestos volátiles se congelaran y los granos de hielo resultante­s se mezclasen mezclasen con el material rocoso que los rodeaba. Este proceso resultó en la formación de asteroides que estaban compuestos por una fracción rocosa y otra de diferentes sustancias congeladas (como el agua, el amoníaco o el metano). Y aunque el interior de algunos de estos objetos pudo llegar a estar lo bastante caliente como para fundir estas sustancias y estimular su circulació­n, con el tiempo, se acabaron enfriando y solidifica­ndo por completo.

Se cree que las condritas carbonácea­s que caen ocasionalm­ente a la Tierra son fragmentos de alguno de esos cuerpos celestes primigenio­s. Tras ser liberados al espacio por algún evento violento, como un gran impacto, algunos de estos trozos de cuerpos celestes antiguos acaban cayendo a la Tierra y podemos analizar su composició­n química para desentraña­r sus misterios. De hecho, un estudio reciente ha descubiert­o que algunas condritas carbonácea­s presentan señales de que el agua que contienen se movilizó de manera reciente, en términos astronómic­os.

¿De dónde salió el calor?

El estudio ha analizado la concentrac­ión de uranio en diferentes partes de varias condritas carbonácea­s, además de los productos de la desintegra­ción de estos elementos. Si el agua contenida en estos meteoritos se calentó lo suficiente en el pasado como para pasar a estado líquido, debió disolver parte del uranio y lo habría transporta­do a través del material. Y, efectivame­nte, la distribuci­ón del uranio en las condritas carbonácea­s estudiadas sugiere que el agua de su interior se movió hace pocos cientos de miles de años. ¿Cuál fue la fuente de calor que estimuló ese movimiento?

Los autores del estudio han barajado varias posibilida­des. Por un lado, es posible que el hielo superficia­l del asteroide del que provienen las condritas carbonácea­s se sublimase cada vez que pasaba por su punto más cercano al Sol, lo que habría estimulado el movimiento de agua hacia la superficie. Otra opción sería que las altas temperatur­as que experiment­aron los meteoritos durante su paso a través de la atmósfera terrestre hubieran provocado que la capa más externa del meteorito se fundiera, licuando el agua y disolviend­o el uranio. Pero parece que el escenario más probable es que el agua fue liberada y movilizada por los impactos que eyectaron estos fragmentos de su cuerpo celeste. Como esas colisiones tuvieron lugar hace unos pocos cientos de miles de años, este resultado indica que aún existen cuerpos celestes pequeños que conservan grandes cantidades de agua y que, miles de millones de años después de que se congelara, se volvió a fundir brevemente antes de llegar a nuestro planeta en la actualidad.

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ESA Recreación artística de una colisión entre dos cuerpos celestes congelados

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