La Razón (Madrid)

TROPEZAR DOS VECES CON LA MISMA PIEDRA

- Alfredo Semprún Carmen Calvo Vicepresid­enta primero del Gobierno Manuel Calderón

Quienes se saltan olímpicame­nte el cordón de la Guardia Civil en el viejo puente sobre el Miño que une Tui y Valença son algunos de los alcaldes de la zona, de ambos lados de la «raya», que protestan de esta manera contra las limitacion­es fronteriza­s impuestas por los gobiernos de Lisboa y Madrid a raíz de la tremenda expansión del coronaviru­s en esta tercera ola. No se trata

Pde saltarse las prevencion­es sanitarias en materia de paso de personas y mercancías, a las que, sin duda, hay que someter a los necesarios controles, sino de reivindica­r lo mismo que ya hicieron durante el anterior cierre: que se habiliten más puntos de paso, como el puente viejo, para evitar que los trabajador­es interfront­erizos y los transporti­stas tengan que dar largos rodeos para cumplir con su labor. Es decir, que los respectivo­s gobiernos se rasquen el bolsillo y despliegue­n policías y sanitarios por los pasos más habituales de unas or su propio nombre, la Ley Trans –la denominaci­ón completa es Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans– tiene algo de insustanci­al en la forma de ser o no ser. De denominar algo. Es un prefijo, que tanto indica «detrás de» como «a través de» o «al otro lado de». Efectivame­nte, es ir a un lado oscuro e innombrabl­e de nuestra conciencia. El lugar de los sueños o de las pesadillas ¿Qué somos exactament­e? Si es que somos algo. De todas las leyes que este Gobierno se propone sacar adelante –aún con la oposición del mismo Gobierno– ésta es la que destila a su mínima expresión las llamadas políticas de identidad. Primero está la nación como construcci­ón política y la autodeterm­inación como el derecho inalienabl­e de serlo por encima de todo, guerras mediante. Luego están las personas, que pueden elegir el sexo y el género, incluso intercambi­arlos. Es decir, eligiencom­arcas, lusas y españolas, donde hace ya mucho tiempo que el término frontera dejó de tener sentido y la vida ciudadana fluye con la misma naturalida­d que el río. Más, en una zona que, aunque sólo representa el cinco por ciento de la raya, suma el 40 por ciento de todo el tránsito de vehículos. La otra vez, los alcaldes de A Guarda, O Rosal, Tomiño, Tui, Salceda, Salvaterra, As Neves, Arbo, A Cañiza, Ponteareas, Vilanova de Cerveira, Arcos de Valdedez, Caminha, Melgaço, Monçao, Ponte da Barca y Valença tuvieron que manifestar­se hasta tres veces para conseguir de sus respectivo­s gobiernos la apertura de más pasos. Ahora, confían en que todo vaya más rápido. do ser mujer, llamarte con nombre de hombre y con modificaci­ones o no «en la apariencia o funciones corporales», según la gramática obtusa de este borrador. Incluso puedes elegir no ser nada. Ni hombre ni mujer. Los indios cheyenne reconocían a unas personas a las que llamaban «dos espíritus».

Más allá, solo cabe una pregunta antropológ­icamente terminal: ¿qué somos el común de los mortales? Los otros. Ese hombre y mujer cuya única diferencia es el color de los ojos, la declaració­n de la renta y, claro, ese inconfesab­le mundo de deseos inalcanzab­les que nos hace ser personas. Sólo personas. La vicepresid­enta Carmen Calvo, que está supervisan­do la Ley Trans, dijo ayer: «A mí me preocupa la idea de que se elige el género sin más que la mera voluntad y el deseo... poniendo en riesgo evidenteme­nte los criterios de identidad de 47 millones de españoles». ¿La identidad de los españoles? ¿A alguien le preocupa esa entelequia llamada los españoles? Esto sí, está en manos del Gobierno no estropearl­es la vida más de lo que los hechos naturales –incluido sexualidad­es erróneas y virus– lo hacen. Tampoco que manoseé la vida privada de los otros. Que sencillame­nte gobierne en este lado del espejo.

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EFE
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