TROPEZAR DOS VECES CON LA MISMA PIEDRA
Quienes se saltan olímpicamente el cordón de la Guardia Civil en el viejo puente sobre el Miño que une Tui y Valença son algunos de los alcaldes de la zona, de ambos lados de la «raya», que protestan de esta manera contra las limitaciones fronterizas impuestas por los gobiernos de Lisboa y Madrid a raíz de la tremenda expansión del coronavirus en esta tercera ola. No se trata
Pde saltarse las prevenciones sanitarias en materia de paso de personas y mercancías, a las que, sin duda, hay que someter a los necesarios controles, sino de reivindicar lo mismo que ya hicieron durante el anterior cierre: que se habiliten más puntos de paso, como el puente viejo, para evitar que los trabajadores interfronterizos y los transportistas tengan que dar largos rodeos para cumplir con su labor. Es decir, que los respectivos gobiernos se rasquen el bolsillo y desplieguen policías y sanitarios por los pasos más habituales de unas or su propio nombre, la Ley Trans –la denominación completa es Ley para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans– tiene algo de insustancial en la forma de ser o no ser. De denominar algo. Es un prefijo, que tanto indica «detrás de» como «a través de» o «al otro lado de». Efectivamente, es ir a un lado oscuro e innombrable de nuestra conciencia. El lugar de los sueños o de las pesadillas ¿Qué somos exactamente? Si es que somos algo. De todas las leyes que este Gobierno se propone sacar adelante –aún con la oposición del mismo Gobierno– ésta es la que destila a su mínima expresión las llamadas políticas de identidad. Primero está la nación como construcción política y la autodeterminación como el derecho inalienable de serlo por encima de todo, guerras mediante. Luego están las personas, que pueden elegir el sexo y el género, incluso intercambiarlos. Es decir, eligiencomarcas, lusas y españolas, donde hace ya mucho tiempo que el término frontera dejó de tener sentido y la vida ciudadana fluye con la misma naturalidad que el río. Más, en una zona que, aunque sólo representa el cinco por ciento de la raya, suma el 40 por ciento de todo el tránsito de vehículos. La otra vez, los alcaldes de A Guarda, O Rosal, Tomiño, Tui, Salceda, Salvaterra, As Neves, Arbo, A Cañiza, Ponteareas, Vilanova de Cerveira, Arcos de Valdedez, Caminha, Melgaço, Monçao, Ponte da Barca y Valença tuvieron que manifestarse hasta tres veces para conseguir de sus respectivos gobiernos la apertura de más pasos. Ahora, confían en que todo vaya más rápido. do ser mujer, llamarte con nombre de hombre y con modificaciones o no «en la apariencia o funciones corporales», según la gramática obtusa de este borrador. Incluso puedes elegir no ser nada. Ni hombre ni mujer. Los indios cheyenne reconocían a unas personas a las que llamaban «dos espíritus».
Más allá, solo cabe una pregunta antropológicamente terminal: ¿qué somos el común de los mortales? Los otros. Ese hombre y mujer cuya única diferencia es el color de los ojos, la declaración de la renta y, claro, ese inconfesable mundo de deseos inalcanzables que nos hace ser personas. Sólo personas. La vicepresidenta Carmen Calvo, que está supervisando la Ley Trans, dijo ayer: «A mí me preocupa la idea de que se elige el género sin más que la mera voluntad y el deseo... poniendo en riesgo evidentemente los criterios de identidad de 47 millones de españoles». ¿La identidad de los españoles? ¿A alguien le preocupa esa entelequia llamada los españoles? Esto sí, está en manos del Gobierno no estropearles la vida más de lo que los hechos naturales –incluido sexualidades erróneas y virus– lo hacen. Tampoco que manoseé la vida privada de los otros. Que sencillamente gobierne en este lado del espejo.