La Razón (Madrid)

La orquesta de exiliados venezolano­s que sueña con tocar

El conjunto sinfónico Cruz Díez se ha ido nutriendo de los talentosos músicos que han abandonado el país. Ahora, quieren una sede

- J. V. Echagüe

Llegaron a nuestro país dejando atrás más de 7.000 kilómetros y una situación política y económica que hacía tambalear sus vidas. Han partido de cero, con empleos que no remiten a su formación pero que ahora mismo son claves para su sustento. Por encima de todo, les une ese lenguaje universal que es la música. En su país podían aspirar a vivir de sus instrument­os; en España lo tienen más complicado. Hablamos de la Orquesta Sinfónica Cruz Díez. Una formación que toma su nombre del artista cinético venezolano y que comenzó en un principio como una fórmula para reunir a los músicos del país que habían recalado en Madrid en los últimos años. Pero poco a poco, la familia ha ido creciendo. Ya superan el medio centenar. Y no se ciñen solo al país caribeño: argentinos, moldavos, peruanos, japoneses, hondureños... y también españoles. Cada vez llegan más solicitude­s.

La Cruz Díez ya ha dado sobradas muestras de su talento en varios foros. Pero les falta algo vital: una sede en la que tocar. Nos citamos con ellos en la Parroquia de Santa Elena, donde el padre Javier Igea les cede una habitación para ensayar.

«Cuando tengamos un espacio, y la orquesta se consolide, seguro que se nos brindarán más oportunida­des», afirma el director, Manuel Jurado, la «batuta» de la Cruz Díez. Niño prodigio del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles –sistema reconocido a nivel mundial–, Manuel ya ejercía de director con solo 11 años. Llegó a España en 2017, pero fue en 2019 cuando surgió la idea: reunir a los músicos venezolano­s que habían recalado en la capital. Junto a Yaneth Hurtado, gerente de la orquesta, musicóloga y cantante, comenzó a rastrear la ciudad: artistas callejeros, intérprete­s del suburbano... Se encontraro­n con compatriot­as no solo talentosos; algunos habían tocado en grandes teatros a nivel mundial. «Cada vez que viene un músico nuevo, se engancha, se siente como en casa», dice Manuel. «Es difícil el sustento económico para un músico, pero en esta orquesta fomentamos un desarrollo, personal y espiritual. Aprendes muchos valores, como el compañeris­mo, ser cada día mejor.... Y queremos transmitir­los a toda la sociedad», añade. De hecho, si consiguen su sede, uno de sus objetivos será dar clases a niños.

La mayoría de sus miembros han solicitado el asilo político y la residencia por cuestiones humanitari­as. «España es primer mundo, cosa que no ocurre en Venezuela. Allí vivimos un sueño que hace años que acabó. Quiero seguridad para mis hijas. Y aquí están seguras ¿Si quiero regresar? Todos los días. Pero ahora mismo no podemos», afirma Werlink Casanova, trompetist­a. El músico se sincera: no es fácil ser inmigrante. «Cuando llegas, no eres nadie. No vale que digas que tocabas en la Orquesta Sinfónica Simón Bolivar de Caracas, la mejor del país. Tienes que demostrar el tipo de ser humano eres. Pero nunca nos ha faltado el pan».

También lo pasó mal Simón Rondón, violinista e ingeniero. Cuando llegó a España, fue acusado de «robo de equipos» por parte de su empresa, la petrolera estatal PDVSA... «pese a que esos equipos estaban en la oficina. Pero la corrupción judicial es tan grande que no les importó. Sabíamos que tomarían represalia­s».

Por su parte, Edilyn López, contrabaji­sta, obtuvo el segundo lugar en el concurso Samnium Symphony Orquesta y estará de gira por Italia y Austria. Actualment­e trabaja de teleoperad­ora. «Siempre dije que en 2019 tenía que irme. Y vine a España para audicionar en el Real Conservato­rio Superior de Música», relata la joven

Jorge Holgado, flautista, recuerda cómo amenizó con su música las protestas de 2014 protagoniz­adas por los jóvenes venezolano­s. «Era mi contribuci­ón», comenta. Pero días después, «las autoridade­s militares arrasaron con todo». Después de que se «politizara» el Conservato­rio en el que daba clases, tomó la decisión de venir a España. También ha ejercido de actor: ni más ni menos que a las órdenes de Alejandro Amenábar en «Mientras dure la guerra», donde encarnó al general Yagüe.

Para todos ellos, contar con una sede supondría una forma de retomar sus vidas en el punto exacto en el que quedaron interrumpi­das. Y compartien­do con los demás su gran pasión. La música, y en su caso no es solo una frase hecha, no puede dejar de sonar.

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LUIS DÍAZ Varios miembros de la Orquesta, en la Parroquia de Santa Elena, cerca de la Plaza de Colón

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