La Razón (Madrid)

4+1 lugares de nuestro sistema solar donde podría haber vida desconocid­a para nosotros

Puede que en las próximas décadas encontremo­s indicios de formas de vida en algunos lugares clave de nuestro sistema solar y estos son algunos de ellos

- POR IGNACIO CRESPO MADRID

Immanuel Kant creía en los extraterre­stres. Una de las mentes más brillantes de todos los tiempos, el polímata que jamás abandonó Königsberg, el hombre cuyos textos torturan a los inocentes estudiante­s de Filosofía, ese genio estaba convencido: hay vida ahí afuera. Aunque, a decir verdad, sus afirmacion­es eran incluso más radicales. Por aquel entonces solo conocían a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, y para Kant estaba claro: cada uno de ellos debía de albergar civilizaci­ones como la nuestra, más inteligent­es cuanto más cerca estuvieran del Sol. Ahora sabemos que las especulaci­ones del regiomonta­no son increíblem­ente poco probables y que nuestro vecindario cósmico es algo más hostil de lo que sospechó el filósofo.

No obstante, esto no significa que estemos solos. Con la ciencia en la mano y la informació­n que poseemos, no es descabella­do pensar que pueda haber vida en algunos lugares «estratégic­os». Es cierto que no hay muchas esperanzas puestas en el infernal Mercurio ni en el helado y periférico Urano, pero entre la larga lista de planetas y lunas que restan, existen algunos candidatos más que interesant­es. Entre ellos hay cinco que destacan por encima de los demás, media decena de mundos donde no sería descabella­do encontrar nuevas formas de vida y que tal vez (y solo tal vez) nos sorprendan durante las próximas décadas.

Marte

Todo comenzó en 1877, cuando el astrónomo italiano Schiaparel­li estaba cartografi­ando la superficie de Marte e identificó unas extrañas estructura­s a las que llamó «canali». Hablaba de canales naturales producidos por escorrentí­as de agua que habían erosionado las lomas. No era una señal inequívoca de vida, pero nos hacía sospechar que, en el pasado, Marte había contado con un ciclo del agua en su superficie: lluvias, ríos y mares que, bajo su ya desapareci­da atmósfera, podían haber dado las condicione­s ideales para que prosperara la vida. Todo aquello pasó, pero puede que alguna forma de vida microscópi­ca haya sobrevivid­o hasta nuestros días, en especial, sabiendo que sus polos están cubiertos por casquetes de hielo y que, posiblemen­te, bajo su superficie haya grandes masas de agua líquida.

Que se den las condicione­s para que surja la vida y que se cumplan los criterios para que sobreviva son dos cosas muy diferentes. Si en un pasado Marte estuvo poblado, no sería extraño que algunas formas de vida pudieran haber sobrevivid­o a la sequedad, la radiación y la pérdida de atmósfera. A fin de cuentas, conocemos especies capaces de sobrevivir a las condicione­s más extremas.

Titán

Otro candidato clásico, aunque mucho menos popular, es Titán, un satélite de Saturno. Sabemos que en él hay grandes cantidades de etano y metano líquido, puede que incluso una fina capa de agua, y, aunque por lo general, en vida es pensar en agua, existen alternativ­as bioquímica­mente plausibles y el metano es una de ellas.

Este, junto con otros compuestos detectados en la superficie de Titán, podrían servir de disolvente para el desarrollo de una química prebiótica, el paso previo a que surja la vida propiament­e dicha. Sus -179 ºC de máxima no lo convierten en un destino atractivo y dejan en ridículo los -60 ºC que experiment­a Marte de media. Más allá de la percepción de frío, las bajas tempensar

peraturas pueden ralentizar algunas reacciones químicas necesarias para la vida, haciendo que, de existir, fuera fundamenta­lmente distinta a la que conocemos en nuestro planeta.

Encélado

El siguiente candidato está relativame­nte cerca, porque es otra de las lunas de Saturno. Los 2.500 kms. de radio de Titán hacen palidecer los apenas 250 de Encélado, pero bajo su helada superficie parece haber un prometedor océano. De hecho, más allá de una conjetura, tenemos buenos motivos para creer que hay agua líquida en Encélado, especialme­nte por las plumas que emergen de su polo sur cual géiseres. Tras analizar numerosas veces estas emisiones, los científico­s han concluido que se trata de agua salada con un alto contenido en hidrógeno, lo cual podría apuntar a una gran actividad de su fondo oceánico. Es más, este hidrógeno podría servir de fuente de energía a algunas formas de vida sencillas.

Agua y «alimento», dos factores clave que nos llevan a apostar por Encélado como un mundo posiblemen­te habitado, pero hay más. Los análisis hechos a las plumas también revelan la presencia de compuestos orgánicos sencillos, ladrillos básicos necesarios para la vida tal y como la conocemos. Y si en lugar de apuntar a las plumas estudiamos los granos de hielo que emite, encontrare­mos compuestos orgánicos muchos más complejos. Casi podemos empezar a imaginar rudimentar­ias formas de vida dejándose llevar en plena oscuridad bajo la capa de hielo de 22 kilómetros de espesor que rodea a Encélado.

Europa

Y junto con Encélado viene una gemela. Una segunda luna helada que, en este caso, se encuentra orbitando a Júpiter: Europa. Este satélite es un poco más grande que nuestra luna, pero se calcula que en él hay entre dos y tres veces más agua que en nuestro propio planeta. Los científico­s están bastante seguros de que bajo los primeros 25 kilómetros de hielo se extiende un océano de 90 kilómetros, casi 20 veces más que la profundida­d media de la hidrosfera terrestre.

Para algunos expertos, este es el lugar de nuestro sistema solar donde es más probable que encontremo­s nuevas formas de vida; no obstante, tiene un problema: 25 kilómetros de espesor de problema y la ausencia de géiseres tan reveladore­s como los de Encélado. Sin embargo, hay aberturas en cuyos extremos podría haber restos de compuestos orgánicos que ayudaran a aclarar la situación.

La Tierra

Nadie pretende esgrimir una verdad de Perogrullo, ni mucho menos. Que en la Tierra hay vida es un detalle que no pasa desapercib­ido para nadie, pero en esta ocasión hablamos de nuevas formas de vida.

Algunos expertos especulan que, a pesar de que todas las formas de vida que conocemos en la actualidad proceden de un mismo ancestro, no sería extraño que, en algún momento, un vergel como el nuestro hubiera dado lugar a una forma diferente. Puede que pereciera, quizá sobrevivió y evolucionó un tiempo antes de que nuestros antepasado­s la empujaran a la extinción, o puede, sencillame­nte, que siga habitando en los alrededore­s de alguna fumarola volcánica.

Volviendo a Kant, una de sus citas más famosas reza lo siguiente: «Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí». El verdadero significad­o de esta frase es muy ajeno a lo que en este artículo se trata, pero inspira una reflexión paralela acerca de cómo la maravilla que nos inspiran esos mundos potencialm­ente habitados también reside en nosotros, en nuestro propio planeta.

Los -1790C de máxima en Titán no lo convierten en un destino atractivo y dejan en ridículo los -600C que tiene Marte de media

El satélite Europa es algo más grande que nuestra luna, pero se calcula que en él hay entre dos y tres veces más agua que en la Tierra

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Imagen de la NASA del mar de metano de Titán

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