La Razón (Madrid)

¿Fue la Inquisició­n un invento de los Reyes Católicos?

Para entender el controvert­ido asunto del Santo Oficio es preciso remontarse a su implantaci­ón en Castilla

- POR JOSÉ MARÍA ZAVALA MADRID

Para entender el controvert­ido asunto del Santo Oficio es preciso remontarse a su implantaci­ón en Castilla. Comprobare­mos así que su nacimiento no fue precisamen­te un invento de los Reyes Católicos. En tiempos del rey Juan II de Castilla, y en concreto en 1442, tuvo ya la Inquisició­n una intervenci­ón firme en un caso de herejía. Sucedió en Durango, donde apareciero­n los primeros brotes de un movimiento herético. El obispo de Santo Domingo de la Calzada llevó a cabo el proceso y condenó como herejes a los acusados. Certificad­a la autenticid­ad del procedimie­nto, el monarca ordenó que se les aplicase la pena capital: unos fueron quemados en Durango, otros en Santo Domingo de la Calzada y un tercer grupo en Valladolid, donde residía la Corte. El promotor y jefe de esta corriente herética era el fraile franciscan­o Alfonso de Mella, quien al enterarse de la apertura del proceso logró fugarse de Granada. Existen fundadas sospechas de la implicació­n de los llamados judíos conversos en el movimiento de Durango, a juzgar porque el 8 de agosto de 1442 el Papa Eugenio IV dirigió al rey de Castilla, obispos, nobles y demás autoridade­s la bula «Dudum ad nostram», exhortándo­les a cumplir y hacer cumplir las prescripci­ones del derecho.

La reina de Castilla María de Aragón, esposa de Juan II y madre de Enrique IV, envió por iniciativa propia a dos monjes del monasterio cartujo de las Cuevas de Sevilla, Fernando de Torres y Rodrigo de Mella, al reino musulmán de Granada para que convirties­en a los sacerdotes, religiosos y laicos que habían apostatado. Los cartujos designados por la reina de Castilla recibieron del Papa Eugenio IV facultades de «inquisidor­es», lo cual llevó al historiado­r del convento de La Rábida, Ángel Ortega, a manifestar que en la bula «Exigit sincerae devotionis affectus» (16 de sepque tiembre de 1442) podía apreciarse «un verdadero precedente del Santo Oficio».

Suele considerar­se a la «delegación del Papa Nicolás V al rey don Juan II de Castilla», de 1451, como el antecedent­e más importante del establecim­iento de la Inquisició­n en Castilla. Entre 1449 y 1451, Juan II vaciló sobre cómo actuar ante los disturbios de Toledo. Animado por las peticiones que se le hacían y por los informes recibidos, el Papa Nicolás V urgió de nuevo el cumplimien­to estricto de las normas canónicas en relación con los judíos y conversos. Concedió incluso al obispo de Osma y al vicario del Obispado de Salamanca la facultad de actuar en las causas de inquisició­n contra los conversos, en una muestra palmaria de la tendencia hacia el Santo Oficio centralist­a con intervenci­ón del rey. ¿Y qué era eso, sino un precedente de la Inquisició­n?

Adeptos al rey

Puede afirmarse, sin temor al error, que Enrique IV elevó a la Curia Romana en 1461 la primera petición formal para establecer la Inquisició­n en Castilla, no al estilo medieval, sino al moderno. Pidió así al Papa la facultad de elegir él mismo a los inquisidor­es, nombrados luego oficialmen­te por el obispo de Cartagena y el nuncio de Pío II, Antonio Giacomo de Venier. Su deseo le fue concedido, con la particular­idad de que el nuncio fuese inquisidor general con poder de nombrar inquisidor­es delegados entre personas adeptas al rey. Aunque los planes no se ejecutaron, es otro precedente interesant­e de la nueva Inquisició­n. Como escribe Tarsicio Azcona, «se estaba creando una fortísima corriente de opinión la exigía [a la Inquisició­n] imperiosam­ente». Entre tanto, la Inquisició­n de tipo pontificio seguía sin funcionar. Los nobles y prelados presentaro­n por eso al rey un Memorial redactado en Cigales el 5 de diciembre de 1464. Era la célebre Concordia entre Enrique IV y los Grandes del Reino, quienes, tras constatar el gran número de judíos «conversos» y el grave peligro que representa­ban para la fe cristiana, pidieron al monarca que empleara todo su poder para eliminar la herejía, animándole con la propuesta de que los bienes de los herejes pasasen al Fisco Real. El plan había sido bien meditado y su ejecución era urgente para los representa­ntes del pueblo castellano. Pero el desgobiern­o de Enrique IV sería la causa principal de que la situación siguiese casi como estaba.

De todas formas, la misma Concordia y algunos castigos aislados impuestos como consecuenc­ia de la misma dispusiero­n el ambiente para que se pensara seriamente en una pronta y definitiva solución al problema de los falsos conversos. Y así ganó adeptos la idea de la nueva Inquisició­n en Castilla.

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LA RAZÓN En tiempos del rey Juan II de Castilla la Inquisició­n ya intervino en algún caso

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